La primera ciudad de Estados Unidos es quizás el mayor logro de los indígenas norteamericanos.
Estoy de pie en el centro de lo que fue la más grandiosa civilización situada entre los desiertos de México y el Ártico norteamericano (la primera ciudad de Estados Unidos y quizá el mayor logro de los indígenas estadounidenses), y sencillamente no puedo sobreponerme al tajo de cuatro carriles que atraviesa este lugar de interés histórico. En vez de imaginar a las miles de personas que alguna vez abarrotaron aquí la gran plaza, seguía pensando que los Túmulos de Cahokia, en Illinois, es uno de los ocho sitios Patrimonio Cultural de Estados Unidos, y tiene justo en medio una cartelera que anuncia a Joe?s Carpet King (El rey de las alfombras).
Supongo, sin embargo, que Cahokia tiene suerte. A menos de 16 kilómetros hacia el oeste, los antiguos túmulos indígenas que a principios del siglo XIX le dieron a San Luis el mote de «La ciudad de los túmulos» fueron casi completamente nivelados para comienzos del XX. Hoy día sólo sobrevive uno, junto con algunas fotografías y una pequeña y abrupta calle llamada Mound Street (Calle del Túmulo). La incesante urbanización de ese siglo cobró su cuota en Cahokia: en 1931, los agricultores de rúcula arrasaron el segundo túmulo más grande para obtener material de relleno y en distintos momentos el sitio ha sido sede de un salón de apuestas, de conjunto de departamentos, de un aeródromo y, para colmo de males, de un autocinema porno. Sin embargo, casi todas sus características esenciales subsistieron, y la mayoría de esos sobrevivientes ahora están protegidos. Desde una óptica estética, tal vez el sitio de los Túmulos de Cahokia no sea prístino, pero con 1 600 hectáreas (890 de las cuales están conservadas como sitio histórico estatal) es el mayor sitio arqueológico de Estados Unidos y ha modificado la imagen de lo que fue la vida de los indígenas en este continente antes de la llegada de los europeos.
Cahokia fue el apogeo, y quizá el origen, de lo que los antropólogos denominan cultura misisipiana, grupo de comunidades agrícolas que cruzaban desde el medio oeste hasta el sureste de Estados Unidos desde antes del año 1000 d. C. y que llegaron a su cúspide alrededor del siglo XIII. La idea de que los indígenas estadounidenses pudieran construir algo semejante a una ciudad resultaba tan ajena a los colonizadores europeos que cuando hallaron los Túmulos de Cahokia (el mayor de los cuales es un coloso de tierra de 10 niveles constituido por más de 622 970 metros cúbicos de tierra) solían pensar que se trataba de la obra de una civilización extranjera: fenicios o vikingos, o tal vez alguna de las tribus perdidas de Israel. Aun ahora, la idea de una ciudad indígena es tan contraria a las nociones estadounidenses acerca de la vida indígena que al parecer no podemos asimilarla, y tal vez es esta disonancia cognitiva lo que nos ha llevado a pasar colectivamente por alto la existencia misma de Cahokia. ¿Has oído hablar de Cahokia? En conversaciones informales he descubierto que casi nadie que viva fuera de la región de San Luis lo ha hecho.
La ignorancia estadounidense tiene raíces profundas. La primera persona en escribir un informe pormenorizado sobre los Túmulos de Cahokia fue Henry Brackenridge, abogado e historiador aficionado quien se topó con el sitio y su enorme túmulo central cuando exploraba la pradera circundante en 1811. «Quedé marcado por cierto grado de asombro, similar a lo que se experimenta al contemplar las pirámides de Egipto. ¡Qué estupendo montón de tierra! Acumular tal volumen debió tomar años y los afanes de miles».
Sin embargo, se hizo caso omiso de los testimonios periodísticos de su descubrimiento. Él se quejó de esto en una carta que le envió a su amigo, el ex presidente Thomas Jefferson, y con amigos en posiciones tan elevadas, a la larga comenzaron a circular las noticias sobre Cahokia.