Es posible que uno de los misterios mexicas más grandes esté por resolverse con el descubrimiento de la posible tumba de un gran emperador
Es posible que estemos a punto de vivir una de las revoluciones arqueológicas más importantes de los últimos tiempos. Varios meses atrás, el fotógrafo mexicano Jesús López llamó a la redacción de National Geographic en Español para narrar que, cámara en mano, aguardaba el momento dorado en que, según las más altas expectativas, se abriría por primera vez una cámara mortuoria de un emperador mexica: ¿sería ese depósito lodoso repleto de conchas y corales la última morada del rey Ahuízotl?
En relevancia, el momento se equiparaba al que en 1922 vivía Howard Carter cuando se topó con la tumba del joven e incestuoso rey Tutankamon.
«Chucho» López acompañaba a un fervoroso equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), comandado por el doctor Leonardo López Luján, director del Programa Templo Mayor. Gracias al apoyo del INAH, National Geographic Society ha tenido a otro enviado constante en el sitio de los hallazgos, el consagrado fotógrafo Kenneth Garret.
Ken y Chucho han vivido buena parte de este año en túneles y pasadizos anegados del Templo Mayor, en el corazón de la Ciudad de México, documentando la búsqueda de este esquivo rey de Tenochtitlan. Por primera vez se publican sus imágenes de los preciosos objetos encontrados recientemente en el que fue el centro ceremonial más importante de la cultura mexica.
Pero los restos de Ahuízotl siguen sin aparecer. ¿Qué tan cerca estamos de encontrarlos? En su ensayo «En busca de Tenochtitlan», el propio doctor López Luján dedica unas líneas a intentar resolver este enigma, además de darnos una mirada exclusiva de cómo es excavar y hacer arqueología en una de las zonas urbanas más pobladas de la Tierra.