Gliptodontes, mamíferos gigantes acorazados, empleaban su colar para asestar fuertes golpes sin lesionarse.
Cualquier bateador o tenista profesional sabe que el mejor golpe se da cuando la pelota pega en el punto óptimo de su bat o raqueta. Los gliptodontes, mamíferos gigantes acorazados, empleaban dicho centro de percusión, como se le conoce, para asestar fuertes golpes con sus cola
La evidencia fósil nos dice que algunas de las mazas de púas más grandes de los parientes de los armadillos, que llegaban a pesar hasta 60 kilogramos, estaban unidas al cuerpo por una serie de anillos de hueso. Ahora, estudios biomecánicos realizados por el científico uruguayo R. Ernesto Blanco y sus colegas, sugieren que en las peleas de gliptodontes las armas no se blandían al azar.
Mientras que especies de menor tamaño tenían colas móviles para dar coletazos rápidos a depredadores como las aves carnívoras, las de las especies más grandes eran más rígidas, con un punto óptimo en la púa principal o cerca de ella. Esta morfología permitía a las bestias punzar a sus adversarios minimizando las vibraciones dañinas a la articulación del cuerpo debidas a la fuerza de impacto.
Los tipos grandes podían darse el lujo de esa adaptación, la cual limitaba la velocidad de la cola y su movimiento pero, según la teoría de Blanco, ofrecía una ventaja particular durante las lentas batallas rituales para cortejar a las hembras. Qué dulzura, ¿no?