Como humanos, damos muchas cosas por sentado. Con seguridad, una es la habilidad de caminar, gatear o incluso, después de unos cuantos tragos, arrastrarnos hacia un adorable miembro del sexo opuesto.
En gran parte de la larga historia de la vida verde en la tierra, las plantas tuvieron que estar muy cerca unas de otras, casi tocándose, para poder aparearse. El musgo libera sus anterozoides en el agua de lluvia para que puedan flotar hacia sus parejas cercanas, al igual que otras plantas primitivas, pero este método requiere de humedad. La vegetación sólo podía sobrevivir en esos rincones húmedos donde las gotas de agua conectaban, de manera confiable, a un macho con una hembra. La mayor parte de la Tierra era parda.
Entonces, un día, hace más de 375 millones de años, sucedió: en un linaje de plantas evolucionaron los granos de polen y las semillas; desde entonces nada volvió a ser igual. No andemos con rodeos, en el polen están las microsporas de las plantas ?dos individuos por grano? rodeadas por una membrana, a menudo dorada, que les ofrece protección y transporte. Fue un truco evolutivo que transformó el mundo al permitir que los extraños tuvieran sexo.
Sin embargo, la fecundación era poco probable. El polen se veía arremetido por ráfagas de viento dejando al azar el logro de los objetivos. Con el tiempo se desarrollaron más artimañas. Las bolsas de polen explotaban, lo que impulsaba los granos. El polen desarrolló alas semejantes a globos para atrapar la brisa. Las plantas empezaron a producir miles, millones, miles de millones de granos individuales; tantos que alguno tendría que tener éxito.
El objetivo que cada uno de esos miles de millones de granos de polen persigue es el óvulo desnudo (la futura semilla) de otra planta de la misma especie. En el óvulo, que contiene una célula huevo, el grano de polen intenta formar un tubo para conectar el espermatozoide y el óvulo. Si el polen aterriza en la especie de planta equivocada, o es muy débil, el tubo no se forma, aunque con frecuencia sí. Entonces uno de los dos espermatozoides, el elegido, viaja hacia la fertilización y una semilla viable se desarrolla.
La vida siguió este procedimiento, con el polen llevado por el viento y el azar hacia los óvulos, por millones de años, hasta que las cosas volvieron a cambiar: «una violenta explosión silenciosa», como la llamó la naturalista Loren Eisley. Las semillas evolucionaron protegidas en frutos, rodeadas de pétalos en algunos individuos de un cierto linaje. Ese linaje, las angiospermas, tuvo más suerte porque sus óvulos estaban protegidos (en ovarios que se convierten en frutos) y porque los pétalos atraían animales que, aunque fuera de manera accidental, se llevaban el polen en sus plumas, en su piel o su pelo. Los animales llevaban el polen de una flor a otra de manera más consistente que el viento, así que las plantas con pétalos más atractivos eran más favorecidas. Las flores desarrollaron una inmensa variedad de colores, además del néctar, un atractivo adicional. Los animales llegaron por millares. Los colibríes y los pájaros mieleros desarrollaron picos largos para alcanzar el néctar.
Al permitir que las plantas tengan sexo a distancia, el polen y, en última instancia, las flores propiciaron una diversificación explosiva, haciendo que un planeta pardo se tornara verde, rojo, amarillo, blanco, anaranjado y de todos colores. El polen también se diversificó. En las 300,000 especies de plantas que tienen polen hay 300,000 formas diferentes de polen. La gran variedad de colores, formas y texturas de los granos ha evolucionado de acuerdo con las particularidades biológicas de cada planta. Las plantas polinizadas por escarabajos tienden a tener polen suave y pegajoso, lo mejor para adherirse en las espaldas de los escarabajos que se mueven lentamente. Las plantas polinizadas por las abejas o moscas, que se mueven rápido, pueden tener polen espinoso que se adhiere con facilidad entre los vellos de los insectos. Las plantas polinizadas por animales más grandes, como los murciélagos, a veces tienen polen más grande, aunque no siempre (incluso ni siquiera las más de las veces). En los detalles de la variedad del polen hay mucho más que explicar de lo que se ha llegado a entender.
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La anécdota más reciente de la historia del polen quedó registrada no tanto por los triunfos sino por los fracasos. El aire, por claro que sea, está lleno de polen fallido que flota en el viento. Miles de millones de granos llegan a la estratosfera. Incluso ahora, mientras lees esto, quizá algunos granos se posen en tus manos o en tu cara, o en tu gato. El polen se asienta y se acumula en sedimento, capa tras capa, en especial en el fondo de lagos y estanques.En esas capas, donde la descomposición es lenta, el polen constituye un libro de historia. Los palinólogos toman muestras de las capas en los fondos de los lagos para examinar los cambios en las especies de plantas de una capa a otra. En su conjunto, estas crónicas del cambio en la vida de las plantas pueden abarcar miles de años o más.
Los científicos que estudian las muestras de polen ven los cambios en la frecuencia de los incendios forestales, la disminución y expansión de las especies en las glaciaciones y más. Sin embargo el mayor cambio en milenios ha ocurrido recientemente, una medición del avance de las tecnologías humanas. Con la expansión de la agricultura, el polen de los árboles se ha vuelto, primavera tras primavera, más escaso, y el de los cereales y la maleza, todavía más. A medida que cambiamos el clima de la Tierra, las especies que llevaban mucho tiempo adaptadas al frío se volverán más raras y se incrementará el polen recién llegado de regiones más cálidas.
Ya antes el polen ha seguido la pista del progreso de las civilizaciones. En la parte baja de las tierras mayas de Guatemala, el polen de los árboles era el más común. Hace unos 4,600 años, el polen de maíz empezó a aparecer. Hace casi 2000, la mayor parte del polen provenía de plantas asociadas con la agricultura.
Entonces, más o menos hace unos 1000 años, el polen de maíz empezó a desaparecer. El polen de maleza también. Con el paso del tiempo el polen de árboles regresó. Al ver estos cambios, los palinólogos pueden inferir mucho de lo que pasó. Los pájaros también regresaron, al igual que las abejas e incluso los murciélagos con sus lenguas largas y pegajosas. Al igual que todos los registros, el del polen tiene ciertas tendencias, pero aquí el mensaje necesita de poca interpretación. La civilización se alzó y después se desvaneció, los templos cedieron el paso a las marañas de raíces y el crecimiento de los árboles con sus flores pendulantes y polen en abundancia, que, una vez más, se esparció en el aire y en las espaldas de los animales. El polen seguirá registrando lo que le pase a los humanos en los años por venir. El registro no es una crítica sino un testimonio.
Toda la vida, incluyendo la nuestra, es improbable, pero de alguna manera las vidas de las plantas, que dependen del tráfico del polen, lo son todavía más. Y aún así se encuentran una y otra vez como lo han hecho desde los días anteriores a los dinosaurios, cuando libélulas gigantes cruzaban los aires y el polvo amarillo, sin duda, se pegaba en el pelo prehistórico.
Este reportaje corresponde a la edición de Diciembre 2009 de National Geographic.