La doctora Judith S. Beck continúa el trabajo de su padre, Aaron Beck sobre la terapia cognitiva.
Fotografía: Christopher Auger-Dominguez
Tras el auge de la terapia cognitiva en América Latina y el resto del mundo, la doctora Judith S. Beck continúa el trabajo de su padre, Aaron Beck, quien goza de salud y lucidez notables a sus 88 años y es el creador de esta corriente, parteaguas del pensamiento psicológico moderno, y tratamiento efectivo para la ansiedad.
A pesar del estrés que pudiera producirle la carga de trabajo como directora del Instituto Beck de Terapia Cognitiva, en Filadelfia, donde se dedica a la investigación, práctica clínica, docencia y redacción de sus libros, Judith Beck porta siempre una serenidad fuera de serie.
Es profesora adjunta de psicología para psiquiatras en la Universidad de Pensilvania y presenta con regularidad talleres tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Casada desde hace 32 años, vive actualmente en los suburbios de Filadelfia, cerca de sus tres hijos adultos.
Dado que usted es una de las principales expertas en el campo de la psicoterapia cognitiva para el tratamiento de diversos padecimientos mentales, entre ellos la ansiedad, nos intriga saber qué tan a menudo se siente usted ansiosa y qué hace para lidiar con ello.
Soy muy afortunada porque tengo temperamento optimista. Por lo general, creo que puedo influir en mi vida de manera positiva y que casi todos los problemas pueden resolverse, o por lo menos en parte. Tengo expectativas realistas sobre mi persona: no espero ser perfecta ni sobresalir en más de un ámbito.
Me rodeo de otras personas razonables y bien intencionadas que también son hábiles para resolver problemas. Gozo de buena salud, tengo una buena familia, solvencia financiera y controlo mi vida laboral. Así que únicamente suelo experimentar niveles normales de ansiedad, salvo en un aspecto concreto.
Me preocupo sobremanera por uno de nuestros hijos que necesita atención especializada y quien sufría convulsiones. Sin embargo, también soy afortunada porque puedo hacer interconsultas con profesionales de la medicina y la educación, así como recurrir a familiares y amigos sensatos. Además, yo misma aplico técnicas de psicoterapia cognitiva cuando descubro que estoy preocupada en exceso.
Identifico los pensamientos que me provocan ansiedad y los evalúo, lo cual me permite mirar los problemas de un modo más realista y dedicarme a resolverlos con mayor eficacia.
Usted afirma que la psicoterapia cognitiva-conductual es el tratamiento más eficaz para los trastornos de ansiedad. ¿Qué pruebas hay de que funciona mejor que otras terapias?
Un gran número de estudios han demostrado que este tipo de psicoterapia es superior a otras formas de tratamiento para la ansiedad.
Por ejemplo, en una investigación reciente (Hoffman y Smits, 2009), se combinaron 1,496 participantes de 27 pruebas aleatorias para examinar la eficacia de la psicoterapia cognitiva-conductual en comparación con otros tratamientos psicológicos y farmacológicos para diversos trastornos de ansiedad, incluso el trastorno de ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo, fobias sociales, trastorno de ansiedad social, estrés postraumático y estrés agudo. Los resultados de los análisis confirmaron con los datos estadísticos que la psicoterapia cognitiva-conductual brinda beneficios considerablemente mayores que otros tratamientos.
¿Qué piensa acerca de otras formas de psicoterapia para resolver este tipo de trastornos? ¿De la Gestalt o el psicoanálisis, por mencionar algunas? ¿Qué opina sobre otras propuestas «menos científicas», como el yoga o la herbolaria?
Pienso que las personas deben comenzar con los tratamientos que han demostrado ser los más eficaces en las investigaciones que se han realizado. En los últimos 20 años hay una cantidad abrumadora de investigaciones que demuestran que la psicoterapia cognitiva-conductual es más eficaz que otras formas de psicoterapia, como la terapia Gestalt o el psicoanálisis.
Funciona con mayor rapidez y resulta mejor para abatir el sufrimiento de las personas, además de que contribuye a prevenir recaídas. En cuanto a tratamientos alternativos, yo recomendaría el yoga para cualquier persona: es benéfico tanto física como psicólogicamente y puede ser un buen apoyo para la psicoterapia cognitiva-conductual en personas que padecen trastornos de ansiedad.
No creo que haya evidencia que demuestre que la herbolaria contribuya a combatir los trastornos de ansiedad. Debemos investigar mucho más estos tratamientos alternativos antes de que puedan aplicarse como tratamiento primario.
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¿Por cierto, cuál es la diferencia entre el estrés y la ansiedad?
Muchas personas emplean las palabras de manera intercambiable, pero creo que resulta útil pensar en estos términos como distintos. El estrés es una reacción emocional y fisiológica ante un estresor. Sin embargo, el factor de estrés mismo no conduce directamente a nuestra reacción.
Es nuestra percepción del estresor (qué piensa la persona del él) lo que influye de manera más directa en la respuesta. Digamos que logro un ascenso en el trabajo. Podría pensar: «Este trabajo es un reto. No puedo hacerlo a la perfección en este momento, pero no importa. Aprenderé algunas cosas por mi cuenta y recurriré a los demás si necesito ayuda.
A la larga, estoy seguro de que haré un buen trabajo». El ascenso es un estresor, pero, en este caso, positivo. Por un lado, emocionalmente me siento segura y emocionada, y mi cuerpo podría reaccionar levemente (por ejemplo, mi corazón podría latir más rápido). Por otro, podría pensar: «¡No, no! ¡Este es un reto que me rebasa! ¿Qué sucederá si no tengo un buen desempeño? ¿Qué sucederá si fracaso?».
En este caso, el estresor conduce a la emoción de la ansiedad. Podría sentirme muy tensa, mi corazón comenzaría a latir fuertemente y me sudarían las manos. Podría experimentar temblores y otras manifestaciones físicas de la ansiedad. De tal suerte que el estrés es una reacción, en parte psicológica y otro tanto emocional.
Una emoción que las personas podrían experimentar como respuesta al estresor es la ansiedad. Sin embargo, podrían sentir distintas emociones, en lugar de la ansiedad o además de esta: entusiasmo, decepción, ira, frustración, irritación, tristeza, celos, vergu?enza, dolor u otras emociones positivas o negativas, dependiendo de cómo vean el estresor.
¿Entonces qué tipos de estresores pueden producir ansiedad?
Casi cualquier acontecimiento puede llevar a la ansiedad, dependiendo de cómo veamos ese suceso. Digamos que gano un poco de dinero en la lotería. Si pienso «¡Maravilloso!», me sentiré emocionada, no ansiosa. Si pienso en cambio «Bueno no, no es tanto dinero. ¿Qué tal si todos mis parientes esperan que los ayude?», sentiré ansiedad.
Si llueve y pienso «Bueno, eso arruina mis planes, pero en realidad necesitamos lluvia», me siento bien. Pero si pienso «Tal vez los caminos estén resbalosos. ¿Qué tal si mi hija se accidenta?», sentiré ansiedad. De modo que un suceso es un estresor en la medida que lo vea de manera negativa.
¿En general, cómo trabaja la psicoterapia cognitiva-conductual en los pacientes que padecen trastornos de ansiedad?
Se brinda información sobre la ansiedad: es incómoda, pero no peligrosa; es normal que su cuerpo experimente cambios fisiológicos que no son dañinos; se tiende a ver el futuro mucho más amenazador y peligroso de lo que es en realidad; se subestima la capacidad para lidiar con amenazas reales.
Los psicoterapeutas cognitivos ayudan a los pacientes a entender la conexión entre los estresores, los pensamientos y las emociones, conductuales y fisiológicas. Los ayudan a tomar conciencia de sus recursos, tanto internos como externos, y les enseñan nuevas habilidades, como relajación, asertividad y respuestas a los pensamientos ansiosos.
Facilitan también la exposición a situaciones temidas, dado que la mayoría de los pacientes ansiosos tiende a evitar situaciones en las que predice que podría ansiarse. Los psicoterapeutas los ayudan a resolver sus problemas de la vida real. Acaso lo más importante sea que los ayudan a eliminar todo signo catastrófico; es decir, evaluar de forma realista el riesgo y peligro que perciben en lugar de suponer que ocurrirá una catástrofe.
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Muchos investigadores estarían en desacuerdo cuando usted afirma que la ansiedad «no es peligrosa».
Resulta esencial entender que cuando las personas experimentan gran estrés durante muchísimos años su salud puede verse afectada. Sin embargo, a las personas que padecen trastornos de ansiedad no suele preocuparles qué les sucederá dentro de 20 años. Les preocupa su experiencia inmediata.
Por ejemplo, alguien con ataques de pánico puede ponerse ansioso y advertir que su corazón está latiendo rápidamente. Comienza a pensar que podría sufrir un infarto al miocardio. No se da cuenta de que el latido rápido de su corazón es benigno, señal de que está ansioso, pero nada más.
A las personas les resulta útil entender cómo reacciona su cuerpo cuando están ansiosas para que puedan decirse a sí mismas: «Desde luego, siento presión en el pecho y mi corazón late fuertemente, se debe a que me estoy poniendo ansioso. No debo preocuparme por estas sensaciones».
Muchas personas en América Latina no tienen acceso a servicios de salud mental, ¿qué pueden hacer para ayudarse a sí mismas si presentan altos niveles de ansiedad?
Pueden hablar con un amigo o familiar de carácter tranquilo en el que confíen y pueda ayudarlos a hacer seis cosas:
1. Especificar por qué están ansiosos [«¿Exactamente qué temes que pueda pasar?»]
2. Evaluar la situación de manera más realista [«¿Qué probabilidades hay de que suceda? ¿Qué otra cosa podría suceder? ¿Cuál sería el resultadomás realista?»]
3. Identificar los recursos con los que cuentan [«De suceder algo malo, ¿qué podrías hacer al respecto? ¿Quién más podría ayudarte?»]
4. Reducir las conductas evitativas no sanas [«¿Qué estás haciendo o dejando de hacer para no sentir ansiedad?»]
5. Aprender a tolerar la ansiedad [«Bueno, la ansiedad es incómoda, mas no peligrosa. Puedes tolerarla simplemente; no debes luchar contra ella ni tratar de deshacerte de ella».]
6. Resolver problemas relacionados con la ansiedad, si resultase pertinente [«En efecto, tienes un problema de la vida real; veamos qué podemos hacer juntos para resolverlo».]
Las personas que sufren ansiedad deben aprender que tienden a hacer muchísimas predicciones negativas, la mayoría de las cuales sencillamente no se vuelve realidad. Cuando hay pocos indicios de que esa situación sea muy riesgosa, deberán decir: «es mi ansiedad la que está hablando» y cambiar su centro de atención a otra cosa.
También deben recordarse a sí mismos lo siguiente, cuando sus predicciones no se hagan realidad: «¡Estaba equivocado!». Y cuando se hagan realidad deben enorgullecerse de sí mismos por afrontar el problema.
Dentro de la realidad latinoamericana, parece difícil no padecer de ansiedad en una región con cada vez más delincuencia, inseguridad y una tremenda crisis económica y ambiental. En este orden de ideas, ¿podemos hacer algo para prevenir que nuestros hijos se conviertan en personas ansiosas?
Es especialmente cierto que la exposición a la delincuencia y la violencia puede tener un efecto profundo y duradero en nuestros jóvenes. Podrían experimentar síntomas como pesadillas, temor de abandonar el hogar, gran ansiedad y una sensación de despersonalización.
Aunque la exposición a la violencia tiende a ocurrir con mayor frecuencia en las comunidades de bajos ingresos y en países devastados por la guerra, la exposición a la violencia en los medios es vasta. Las investigaciones han determinado factores importantes para la protección que dotan al niño de armas para combatir los efectos de la violencia.
Entre estos destacan la presencia de un adulto afectuoso, un refugio seguro en la comunidad y los recursos internos del niño. De estos, el más importante para la protección es una relación sólida con un adulto competente, amoroso y positivo.
En efecto, los buenos padres y la disponibilidad emocional de por lo menos uno de los dos elevan las probabilidades de que un niño que está expuesto a la violencia y a varias crisis crezca sin un caso clínico de ansiedad, incluso de cara a la adversidad.
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¿Entonces es nuestra crianza la que nos vuelve ansiosos?
Como en la mayoría de las preguntas sobre crianza versus genética, la respuesta es: probablemente ambas. Investigadores de la Universidad de Wisconsin han descubierto que los cerebros de monos rhesus jóvenes con tendencia a la ansiedad parecen tener conexiones distintas a las de los monos que no la padecen.
Los monos ansiosos tuvieron mayor actividad en las zonas del cerebro que tratan el miedo y la agresión, incluso cuando eran colocados en ambientes que no provocaban ansiedad. Cuando se les aplicaron pruebas durante un periodo de seguimiento, 18 meses más tarde, los monos (que ya eran adultos) con tendencias de ansiedad habían conservado sus rasgos nerviosos.
Las personas ansiosas tienden a ver determinadas situaciones mucho más riesgosas de lo que son en realidad. Suelen exagerar la probabilidad de que ocurran resultados negativos y subestiman sus recursos, tanto internos (como su inteligencia, capacidad para resolver problemas y para afrontar circunstancias adversas) como externos (como la disponibilidad de otras personas para ayudarlas).
Quizá estén genéticamente programadas para tener esas tendencias, pero el entorno influye en la medida que esas tendencias se desarrollan. Se han vinculado a la ansiedad diversos factores ambientales a los que los niños pueden estar expuestos. Estos son el abuso infantil, el alcoholismo en la familia, unos padres demasiado ansiosos, protectores o críticos, reglas familiares rígidas y la separación de la familia.
Cuando los niños y los adolescentes son muy ansiosos, tienden a convertirse en adultos ansiosos que a menudo experimentan dificultades en el trabajo y en las relaciones, y presentan un mayor riesgo de padecer depresión y problemas médicos, así como de abuso de las drogas y el alcohol. De suerte que resulta crucial identificar a los niños que están en riesgo de padecer trastornos de ansiedad, a los que padecen estos trastornos, y brindarles un tratamiento eficaz.
El objetivo de un tratamiento eficaz sería tener niveles «normales» de ansiedad. ¿Cree usted que, con el desarrollo de la farmacología y la neurología, finalmente podremos librarnos de la ansiedad como especie?
Desde la perspectiva de la evolución, no es probable que nuestra especie logre librarse de la ansiedad y tampoco es un objetivo que debemos esforzarnos por alcanzar. Una de las razones por las que las personas existen hoy día es que sus ancestros prehistóricos experimentaron ansiedad. De no haber sido así, no habrían sobrevivido ni transmitido sus genes. Por ejemplo, digamos que había un tigre de dientes de sable.
Por un lado, si nuestros ancestros no hubieran sentido ansiedad, sencillamente continuarían como si nada y el tigre habría saltado desde donde estaba oculto y los habría devorado. No habrían estado ni psicológica ni fisiológicamente preparados para protegerse a sí mismos.
Así que estamos programados para experimentar la ansiedad como un mecanismo de supervivencia. El problema actual es que con frecuencia oímos el equivalente de tigres de dientes de sable cuando no existen. Tememos catástrofes que no son necesariamente imposibles, pero sí muy poco probables: sufrir un accidente en avión, ser condenados al ostracismo por nuestro grupo social, convertirnos en indigentes si perdemos un empleo.
Un cierto grado de ansiedad es normal y útil. Consideremos lo siguiente: ¿qué sucedería si no tuviéramos un poco de miedo al cruzar una calle sin mirar primero en ambos sentidos? Probablemente nos atropellaría un auto. ¿Qué pasaría si no nos preocupáramos por el dinero? Podríamos no trabajar con el empeño necesario ni manejar con prudencia nuestras finanzas y acabar muy endeudados.
¿Qué sucedería si no nos preocupáramos por cambios apreciables en nuestro cuerpo? Podríamos pasar por alto síntomas relevantes de una enfermedad grave. ¿Cuál es el mensaje para los lectores? La ansiedad puede ser adaptativa, pero también contraproducente cuando se vuelve crónica o excesiva y comienza a interferir con nuestro funcionamiento normal. Resulta esencial reconocer la distinción entre la ansiedad adaptativa y desadaptativa y comprender que, en efecto, existe un tipo de terapia que, de acuerdo con las investigaciones, es efectiva para la ansiedad desadaptativa.