Ecologistas reprueban los esfuerzos de las autoridades por hacer que el lugar sea blanco e invernal.
Con su cúpula y su inmensa fachada de cristal, el Palacio del Hielo Bolshoi no es una construcción típica de la apacible ciudad de Sochi.
Mientras los deportistas rusos ven en el coloso el escenario ideal para triunfar en hockey sobre hielo, sus críticos lo consideran una pesadilla.
Debido a que la temperatura no es especialmente gélida en el clima subtropical de Sochi, fue necesario usar cristales de capas múltiples para mantener el Palacio frío por dentro.
Los costos son otra razón por la que los organizadores han decidido convertir el lugar en un velódromo después de los Juegos Olímpicos de invierno entre el 7 y el 23 de febrero.
Rusia, una potencia energética con abundantes recursos naturales, no ha escatimado esfuerzos para conseguir que el invierno llegue hasta las costas del Mar Negro. A los ecologistas no les ha gustado, así como tampoco al político opositor Boris Nemsov.
«Es difícil encontrar un lugar en Rusia donde no nieve. Putin lo consiguió. Y ahí organizó los Juegos de invierno», criticó.
El encanto de Sochi está justamente en sus extremos climáticos. Entre las palmeras de la «riviera rusa» y las zonas de esquí en las montañas hay sólo 50 kilómetros de distancia. La región, con unos 450,000 habitantes, es uno de los destinos más populares de Rusia.
Cientos de miles de personas pasan sus vacaciones de verano en Sochi o visitan sus bellos baños termales. Y todo líder de turno en el Kremlin tiene una residencia de descanso ahí.
Con los Juegos, el gobierno quiere ahora hacer también un hueco al deporte de invierno en Sochi, pese a la poca tradición existente.
El despliegue no tiene prácticamente parangón, ya que casi toda la infraestructura es nueva. Con costos de unos 50,700 millones de dólares, los de Sochi son considerados los Juegos de invierno más caros de la historia.
Detrás de la fachada, sin embargo, no todo es tan radiante como le gustaría al presidente, Vladimir Putin.
No se trata sólo de los problemas ecológicos. Defensores de los derechos humanos también denuncian la explotación masiva de obreros asiáticos.
Los costos y la corrupción molestan además a los vecinos de Sochi. «Se meten la mayor parte del dinero en los bolsillos», protestaba por ejemplo el ingeniero Vladimir Tetjuchin frente al diario «Novaya Gazeta».
Sochi se publicita en los catálogos de viaje con fotos de turistas que pasean bajo las palmeras. En una reunión con el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, Putin garantizó sin embargo que los Juegos serían «blancos».
En caso de que no nieve lo suficiente en las próximas semanas, Rusia tiene previsto esparcir decenas de miles de metros cuadrados de nieve, almacenada especialmente desde hace meses.
Los críticos apuntan a la nueva estación de trenes como ejemplo del derroche. La terminal cuenta con modernos convoyes de fabricación alemana que deben transportar a aficionados y turistas durante los Juegos.
«Esta estación es estratégicamente importante para el desarrollo de toda la región», subrayó Putin durante su inauguración. La televisión rusa transmitió en vivo cómo el presidente mostraba el millonario proyecto a Bach.
La terminal debe facilitar también el transporte de unos 15,000 pasajeros por hora entre el aeropuerto y las instalaciones deportivas. «Estoy convencido de que los Juegos alcanzarán un alto nivel en Sochi», dijo Bach.
El escritor ruso Viktor Yerofeyev comparó en cambio el proyecto con la construcción de San Petersburgo en el siglo XVIII. Para levantar la antigua metrópoli de los zares en medio de un terreno pantanoso fueron necesarios enormes sacrificios y gastos astronómicos.
Así se cierra el «círculo de la historia rusa», ironizó Yerofeyev en un ensayo: los actuales líderes del Kremlin han decidido construir «su» San Petersburgo en Sochi, criticó.