Los cortes de pelo occidentales, y las redes sociales, en el centro del debate.
Mientras el peluquero iraní Mostafa Gowahi sostiene que están proibidos los cortes de pelo occidentales, Hamid, dueño de una peluquería, desdeña la regla.
"Bah, palabras", dice Hamid, dueño de su negocio en el norte de Teherán.
Según afirmó, el cliente solicita lo que quiere, paga y recibe lo que ha pedido. "No puedo obligar a un adolescente a llevar un ‘look’ de abuelo", explica. Y añade que, al fin y al cabo, él no es más que un peluquero, no un padre. Las prohibiciones sobre estilismos occidentales están vigentes desde hace años, los mismos que llevan ignorándose.
En la República Islámica de Irán, prohibiciones no faltan. Hace más de tres décadas que el sistema teme una "invasión cultural de occidente" que desemboque en la inmoralidad social. Por eso, se hace especial hincapié en que los jóvenes reciban una educación islámica y no pierdan su identidad nacional ni religiosa en favor de los criterios occidentales. Sin embargo, actualmente incluso algunos líderes espirituales del país han dejado de defender esta paranoia.
"Precisamente por eso no se puede encadenar a los jóvenes", afirmó el presidente, Hasan Rohani. En la era de internet y las emisiones vía satélite resulta imposible controlar a las personas, hay que confiar en ellas, añadió.
Entre las muchas contradicciones que generan estos vetos está el uso de redes sociales como Facebook o Twitter: millones de iraníes se conectan diariamente a ambas plataformas, pero es que además, casi toda la cúpula del país tiene también cuenta propia. Incluido el presidente y el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei. Y no obstante, las prohibiciones siguen vigentes.
"No puede ser más absurdo", lamenta el dueño de un cibercafé en Teherán. Los iraníes, incluido al parecer el propio Rohani, se saltan la prohibición a través de las llamadas redes virtuales privadas (VPN, por sus siglas en inglés), una tecnología que permite enviar y recibir datos sobre redes compartidas o públicas como si fueran privadas.
Igual de absurda resulta la prohibición de instalar antenas parabólicas: casi todos los tejados tienen una, pero la norma no se ha eliminado.
En las últimas décadas, la policía retiró de forma violenta muchas de las antenas, pero sus intervenciones no evitaron que sigan colocándose.
"A mí me la quitaron tres veces, y el mismo día vino el instalador a ponerme una mejor", cuenta Sudabeh, un ama de casa de 48 años.
Tampoco las estrictas normas vigentes para las parejas no casadas han amedrentado a los jóvenes. En los cafés de la capital, que no son especialmente baratos, puede verse a parejas acarameladas bebiendo capuccino. "La idea de los gobernantes de que sólo los matrimonios pueden sentarse aquí durante horas y hablar mientras se toman un café caro es una nueva prueba de que la estupidez no tiene límites", señala Reza, dueño de un café en el norte de Teherán.
También están vetadas las películas de Hollywood, pero se pueden conseguir copias pirateadas en casi cualquier bazar. "Las más famosas las tenemos aquí incluso antes de que lleguen a Europa", cuenta un vendedor de DVDs ilegales en el bazar de Tayrish. Los fines de semana, los iraníes llegan a adquirir hasta 10 DVDs por precios que no superan los 45 dólares, señala. Y lo mismo ocurre con los CDs prohibidos, que son aún más fáciles de conseguir y más baratos.
Tampoco han tenido mucho éxito hasta ahora las estrictas normas sobre la vestimenta para las mujeres. Éstas deben llevar velo y atuendos largos que no permitan mostrar las curvas ante las miradas de hombres extraños. "Para cada prohibición nos inventamos un nuevo ‘look sexy’", afirma la estudiante Mina. En los últimos años, las túnicas se han vuelto cada vez más cortas y ajustadas y el velo más reducido, de forma que se puede ver parte del peinado y maquillaje.
Además, las elecciones presidenciales de 1997 ya pusieron de manifiesto lo dañinas que estas prohibiciones pueden llegar a ser para los políticos. En aquel entonces, el favorito era el conservador Ali Akbar Nategh Nuri, que se enfrentaba a Mohamed Jatami. Ambos religiosos se situaban en la misma línea política, sin diferencias notables. Hasta que en una entrevista Nategh Nuri defendió la eliminación de las antenas parabólicas. Jatami no lo hizo, y ganó. Ocho años después, su rival sólo encontraba una explicación: las malditas antenas.
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