Las pruebas de imprenta que García Márquez corrigió a mano, han permanecido guardadas, y han sido ofertadas sin éxito.
En una caja fuerte de Madrid está guardado un documento único que los dueños originales conservaron antes durante tres décadas en un baúl de su casa mexicana como símbolo de amistad con Gabriel García Márquez.
Son las primeras pruebas de imprenta de "Cien años de soledad" y las únicas de las que se tenga conocimiento que están corregidas y autografiadas a mano por el escritor colombiano (1927-2014), que se las regaló al cineasta español Luis Alcoriza y a su esposa Janet.
"Para Luis y Janet, una dedicatoria repetida, pero que es la única verdadera: ‘del amigo que más los quiere en este mundo’, Gabo 1967", escribió.
Y años más tarde, cuando sus amigos le mostraron al ya Premio Nobel de Literatura 1982 que habían conservado el documento sin sucumbir a la tentación de convertirlo en dinero, García Márquez ratificó la dedicatoria: "Confirmado. 1985".
A la muerte de los Alcoriza, su heredero universal, Héctor Joaquín Delgado, conservó las galeradas, como se denomina a estas pruebas de imprenta. En 2001 y 2002 intentó subastarlas por un millón de dólares, sin éxito.
Y tras la muerte de García Márquez el 17 de abril del año pasado, envió el dossier al Ministerio de Cultura de Colombia y a la Universidad de Texas, que había comprado por 2.2 millones de dólares a la familia el archivo del escritor.
Pero hasta ahora Delgado, un productor de cine de 73 años de edad, con un pie en México y otro en Madrid, no ha conseguido comprador.
El documento consta de más de 180 páginas con 1,026 correcciones y el propio García Márquez lo confirmó como auténtico en un artículo que publicó en 2001 antes de la primera subasta.
Ni México ni Colombia han mostrado interés. Y la Universidad de Texas ha dicho que "están muy interesados y que están buscando dinero, porque trabajan con donaciones", pero después de la última comunicación el 29 de enero, ya no hubo noticias, dijo Delgado en entrevista.
"Nuestra política habitual es no comentar compras hasta que sean un hecho", afirmó Jennifer Tisdale, directora de Asuntos Públicos de la universidad, al ser consultada si tenían un interés concreto en estas pruebas de imprenta.
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Las galeradas fueron enviadas a García Márquez a su casa en la Ciudad de México por la editorial Sudamericana de Buenos Aires para que las revisara. La obra cumbre del "realismo mágico" se publicó en 1967 y se convirtió en uno de los libros más importantes y más leídos de las letras en español.
Por miedo a que se perdiera el documento con las correcciones, en lugar de enviarlo completo de regreso, el escritor prefirió copiar los cambios a máquina, línea por línea, y mandarlos por separado, según su propio relato.
García Márquez, que había destruido el texto manuscrito de "Cien años de soledad" para que nadie se enterara cómo había sido su "carpintería", decidió, en cambio, regalar a los Alcoriza las pruebas de imprenta, que permiten echar también un vistazo a su proceso de creación.
"En las páginas separa palabras, marca el espacio o faltas de ortografía, cambia palabras del texto, adjetivos, marca el inicio de un nuevo capítulo", cuenta Delgado.
Por ejemplo, sustituye la palabra "fenómenos" por "cambios" y retoca la frase "de pronto su actividad febril se interrumpió" para que dijera "sin ningún anuncio". Y algo más: García Márquez agrega que las mariposas -todo un emblema en su obra- deben ser "amarillas".
"Yo no soy coleccionista. Creo que es algo que debe estar en una biblioteca nacional, en una fundación, algo así. Y que la gente que quiera, ya sean estudiantes o curiosos, puedan tener acceso a ellas", dice su propietario.
Delgado comenta que no se siente frustrado por las dificultades que ha tenido para vender las galeradas. En 2001, la subasta se realizó en Barcelona diez días después de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York. La incertidumbre de esos días, especula, pudo haber sido la causa.
Pese a ello, no está pensando en bajar el precio de las galeradas.
"No estamos en rebajas", señala. "No las puedo vender en 50 dólares, sería un insulto para el escritor". Y recuerda cuánto dinero se pagan por otros objetos, como el famoso vestido blanco de Marilyn Monroe por el que se desembolsaron 4.6 millones de dólares.
"En realidad, no he tratado de vender, no he hecho una labor de marketing. Vamos a dejar que descansen un rato y si no, después las heredarán mi mujer y mi hija".
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