No sólo se trata de cuidar al planeta, te contamos la historia del sello de la ranita verde.
PUBLICACIÓN PATROCINADA POR JUGOS DEL VALLE
Era 1987 cuando tras una seminario sobre la inevitable extinción de las selvas, un grupo de apasionados ambientalistas decidió fundar una ONG que trabajara por conservar el medio ambiente, la biodiversidad y asegurar modos de vida sostenibles.
En ese entonces, sin recursos, experiencia ni contactos que ayudaran en esta labor, su fundador Daniel Katz, encaminó su primer conferencia ante 700 personas, que contagiadas de su entusiasmo y compromiso, rápidamente se unieron al movimiento.
En sólo tres años ya sumaban 15 mil miembros, y al cierre del 2013 Rainforest Alliance logró tener presencia en más de 100 países y certificar a cerca de un millón de empresas sustentables.
El secreto de su éxito se debe a que a lo largo de estas tres décadas se han enfocado en conducir, tanto a industrias como a personas, por un camino más amigable con el medio ambiente a través del cambio en sus patrones de producción y consumo, siguiendo sus principales objetivos como: evitar la deforestación de bosques y selvas en todo el mundo, impulsar la economía local y por supuesto combatir el cambio climático.
Pero, obtener el sello de la ?Certificación Rainforest Alliance? (Rainforest Alliance Certified) no es tarea sencilla, se deben cumplir rigurosos criterios ambientales diseñados específicamente para conservar la biodiversidad, proteger el suelo y las vías acuáticas.
Por ejemplo, las fincas y haciendas agricultoras que desean obtenerla son auditadas regularmente y reciben visitas sorpresa por miembros del equipo RA con el fin de garantizar que los productores cumplan con las exhaustivas normas y trabajen en mejoras continuas.
Aquí en México, cada vez más fincas logran obtener esta certificación, como es el caso de la huerta Santa Sofía, ubicada en Veracruz, y la cual provee a Del Valle con una parte de las naranjas con las que hace su 100% jugo de naranja, el primer producto de la familia al que no se le añaden saborizantes ni azúcar extra.
Algunas de las prácticas ambientales con las que que huerta Santa Sofía logró la certificación son: la captación de agua de lluvia para riego, que evita la utilización de ríos y lagos naturales; el combate de plagas a través de pesticidas orgánicos, como lo es la Tamarixia; y el desarrollo de ecosistemas naturales para diversas especies de plantas y animales, como cocodrilos, tortugas, armadillos, osos hormigueros, mapaches, ceibas, bambúes y cedros que pueden vivir con seguridad y tranquilidad en un espacio prohibido para la tala, la cacería y la pesca.
Sin duda, esta ONG está profundamente convencida de que la salud de la tierra está conectada con la satisfacción de todos los que dependemos de ella para sobrevivir, por lo que al consumir productos provenientes de haciendas certificadas nos unimos a una cadena de bienestar donde todos ganamos disfrutando del gran sabor y calidad de lo que más nos gusta sin dañar la tierra.