Hace cinco años, un sismo y un tsunami mataron casi 16,000 personas y trastornaron la vida de los supervivientes.
Hace cinco años, un terremoto masivo estremeció el fondo marino frente a las costas del oriente de Japón. El sismo desató un tsunami que destruyó grandes extensiones de la nación insular y mató a casi 16,000 personas, dejando pérdidas por 200,000 millones de dólares, y trastornando las vidas de los supervivientes.
Uno de los lugares más afectados fue Otsuchi, pequeña comunidad pesquera en el límite noreste de Honshu, la isla más grande del archipiélago japonés. Cuando las aguas de la inundación retrocedieron, la población había sido diezmada y desplazada.
Miembros de una familia de Otsuchi, Japón, se sientan en lo que queda de su casa, uno de muchos edificios residenciales destruidos en el tsunami que desató un terremoto, en 2011.
Alejandro Chaskielberg llegó a Otsuchi en octubre de 2012. El fotógrafo argentino sabía del pueblo por un amigo que tenía parientes allí, y esperaba documentar la devastación. Esta incluía ?montañas de escombros? marcadas con banderas rojas donde habían encontrado cadáveres.
?Decidí fotografiar en blanco y negro ?dice-, porque pensé, ?Esto es tristísimo?. Excepto por las banderas, no había más colores allí?. Pero entonces encontró un álbum fotográfico familiar, empapado y abandonado en la calle, y se sorprendió de ver que los colores se habían corrido y fusionado. Concluyó que aquellas tonalidades saturadas eran colores que el tsunami había creado.
Chaskielberg recuperó un álbum fotográfico familiar ?tan saturado de agua que pesaba más de 9 kilos-, el cual le proporcionó la paleta de color para el entintado postproducción.
Esta imágen estaban entre cientos de fotos que Chaskielberg y un grupo de ayudantes rescataron de los escombros.
Con esa paleta en mente, Chaskielberg comenzó a transformar la tragedia en un cuadro. Pidió a los residentes que posaran de noche, en silencio e inmóviles, en las ruinas de sus antiguos hogares o lugares de trabajo. Al principio, muchos recelaron. Pero después que organizó un taller de fotografía para estudiantes locales, y llevó a Otsuchi a su hija de cuatro meses, empezó a ganarse su confianza. A la larga, aquel proyecto se convirtió en parte del proceso de reconstrucción del pueblo.
Yoshiko Ohta posa en el umbral de una casa proporcionada por el gobierno tras el desastre de 2011. Miles de residentes de Otsuchi ?alrededor de 30 por ciento de la población- siguen alojados en viviendas temporales.
Chaskielberg iluminó a sus sujetos con luz de luna, farolas de las calles y linternas, y usó tiempos de exposición prolongados en las fotografías en blanco y negro. Más tarde, después de escanear los negativos, tiñó las imágenes en su cuarto oscuro digital para darles los colores intensos del álbum fotográfico.
Parte de un cuarto de baño con azulejos es todo lo que queda de una casa en Otsuchi. Al fondo se aprecia el ayuntamiento reconstruido. Informes noticiosos afirman que cuatro de cada cinco estructuras del pueblo fueron destruidas, incluyendo el departamento de bomberos, la estación de policía, y el hospital principal.
Antigua empleada de la biblioteca de Otsuchi, Haruko Okano se sienta en el lugar donde se alzaba el edificio. La reconstrucción no avanza con la rapidez que quisieran los residentes. Aunque el gobierno central financia las obras de recuperación, el auge de reconstrucción a resultas del tsunami ha conducido a una escasez de contratistas.
Los resultados, dice, son solemnes e íntimos, meditabundos ?intentos de recuperar recuerdos, y de tender un puente entre el pasado y el presente. Las fotografías familiares son parte de nuestros recuerdos, parte de nuestras identidades. Estas personas lo perdieron todo en el tsunami. Así que esta es una manera de ayudarles a crear nuevos recuerdos?.
Sentados en el muelle de la Bahía de Otsuchi, miembros de una sociedad de conservación local lucen disfraces de tigre, parte de una danza tradicional que se interpreta anualmente como invocación por una buena temporada de pesca. Cuando se produjo el tsunami de 2011, el agua rebasó un dique de 6.5 metros de altura, arrastrando a su paso un puente y dañando otro. La marejada privó de su subsistencia a muchos residentes. Otsuchi empieza a recuperarse, mas la reconstrucción demorará varios años.
Uno de los muchos edificios destruidos en Otsuchi fue el Templo Koganji: punto de reunión para emergencias que el tsunami arrasó, matando a varias personas que se habían congregado allí. Tres años después de perder a su padre y su hijo, un monje llamado Ryokan Ohgayuu posa junto a la campana nueva colocada en el sitio.
Agrega que es una estrategia tan portátil como útil. ?Quiero demostrar que podemos usar la fotografía para reconstruir nuestras vidas ?prosigue-. No solo con esta atrocidad, sino cada vez que ocurra una atrocidad como esta?.
La vida sigue: los integrantes de un equipo de béisbol infantil posan para una foto después de la práctica. La reconstrucción es solo parte del proceso de sanación para los residentes de Otsuchi; otro paso crítico es reanudar las actividades previas al desastre.
Tres años después del desastre, cinco surfistas en la playa Kirikiri ?(desde la izquierda) Satoshi Tsuchizawa, Kei Sugimoto, Hiroshi Sugimoto, Yuya Miura, y Rieko Sugimoto- posan cerca de una barrera de protección destruida por el tsunami. Para producir estos íntimos retratos nocturnos, Chaskielberg pidió a los lugareños que posaran donde solían vivir, trabajar o jugar. ?Quería crear un momento espiritual para ellos?, dice. ?Fue algo que pude sentir, al hacer estas fotos?.
Aún intacto, el Altar Benten logró sobrevivir al diluvio en un pequeño islote de la Bahía de Otsuchi. Chaskielberg captó esta imagen inspiradora durante la noche, porque ?quería contar la historia de Otsuchi de una manera íntima, y demostrar que la fotografía puede ayudarnos a construir nuevos recuerdos para el futuro?.