Para Rusia, ser anfitrión de las Olimpiadas de Invierno podría probar que finalmente ha resurgido como potencia mundial. Sin embargo, el balneario costero de Sochi, blanco de los islamistas insurgentes y el sitio de un supuesto genocidio, es un lugar poco probable para escenificar una celebración.
Extracto de la edición de enero de la revista National Geographic
Fotografía de Thomas Dworzak
Valery Inozemtsev asciende por un camino de montaña alto entre el lodo ocasionado por la construcción. Al subir pasa por un dormitorio olímpico, por la dacha nueva de un burócrata trepador de Moscú y por camiones que arrastran grava y vigas de acero, pasa por todas las cosas que no estaban antes. Inozemtsev ha vivido en esta aldea, antes pacífica, de Krásnaya Poliana en el Cáucaso norte de Rusia por medio siglo, desde antes que se convirtiera en una preocupación urgente para el Kremlin.
«Este era el mejor lugar de la Unión Soviética ?asegura?. Naturaleza virgen. Y ahora?». Su voz tiene un dejo de disgusto.
Inozemtsev, de 73 años, continúa montaña arriba con zancadas largas y juveniles. Al llegar a un bosque de castaños hace una pausa para voltear su gorra café. Pasa dos dedos por su tupido bigote blanco y señala ladera abajo las grúas y los trabajadores de la construcción, ocupados en destrozar Krásnaya Poliana para convertirla en el gran logro público del presidente de Rusia, Vladimir Putin. «A veces me imagino que viene un temblor y lo destruye todo», agrega Inozemtsev. A través de la neblina alpina, en las profundidades del sur de lo que alguna vez fue un imperio poderoso, las Olimpiadas casi han llegado.
Rusia ya no es un imperio. Sin embargo, al igual que otras naciones grandiosas, le gustaría volver a serlo. Debe encontrar una salida para sus ansias, y durante dos semanas en febrero la tendrá. Gracias a la fuerza de voluntad rusa, las Olimpiadas de Invierno vienen a una ubicación poco probable. Los juegos de Sochi, sobre la costa del mar Negro, se llevarán a cabo en el patio trasero de una guerra reciente con Georgia, en el sitio de lo que muchos llaman el genocidio de un pueblo (los circasianos) y dentro de la órbita de una insurgencia islámica (en Daguestán, Chechenia, Ingusetia y Kabardia-Balkaria). El Estado ha resucitado una milicia terrible, los cosacos, para ayudar a mantener la paz que algunos quisieran destruir. Los alegatos sobre disturbios circulan ampliamente, las altas temperaturas amenazan la caída de nieve necesaria para la competencia y los activistas llamaron a un boicot por la legislación contra los homosexuales promulgada por el Parlamento ruso. En respuesta, Putin ha prohibido las protestas y los mítines en Sochi durante los juegos.
Pueblo de veraneo en las playas del mar Negro, Sochi atraía a los ricos durante el mandato del zar Nicolás II, después, a los líderes soviéticos y los obreros comunistas, con un complejo de sanatorios construido para suavizar los efectos nocivos de los inviernos del norte. Actualmente estas estructuras están maltrechas y en desintegración; las frondas de las palmeras abanican a una clientela más provinciana en una de las pocas ciudades subtropicales de Rusia. Sin embargo, aunque Sochi es la anfitriona de estos Juegos Olímpicos, las competencias en realidad se llevarán a cabo en otros lados. Los eventos de patinaje se realizarán en Adler, 27 kilómetros al sur a lo largo de la línea costera. Las carreras de esquís serán en Krásnaya Poliana, a 47 kilómetros al este en la cordillera del Cáucaso.
Casi todos los lugares para los juegos se construyeron prácticamente de la nada: las pistas de patinaje en Adler, la pista de carreras para trineos y los facsímiles de aldeas alpinas de Krásnaya Poliana, el ferrocarril y la infraestructura que conecta todo y lo hace posible. El costo oficial actual de 50 000 millones de dólares probablemente es demasiado bajo. Aun así, las Olimpiadas de Sochi han costado más que cualquier otro evento anterior.
Tampoco es una cuestión deportiva. El evento busca ser la culminación de los logros de Putin, un líder que muchos rusos creen que fue enviado por Dios para llevar a Rusia más allá de sus derrotas y la ignominia. La semilla de estos juegos se plantó en su mente hace más de una década.