El pequeño Gardell Martin estuvo muerto durante una hora y media después de caer en un riachuelo helado, en marzo de 2015. Tres días y medio más tarde, salió del hospital vivo y sano. Su historia es una de muchas que han llevado a los científicos a cuestionar el significado de la muerte.
Si un milagro se define como hacer que alguien regrese de la muerte, eso a veces ocurre. La familia Martin cree que presenció un milagro el invierno pasado, cuando Gardell, el menor de sus hijos, murió al caer a un riachuelo helado. El niño vive en Pensilvania, en una propiedad rural extensa. Un día cálido de marzo de 2015 el niño cayó a un riachuelo, un vecino lo había sacado del agua, y su corazón había dejado de latir por al menor 35 minutos.
?No tenía señal alguna de vida? -recuerda Richard Lambert, director del servicio de sedación pediátrica e integrante del equipo de atención crítica pediátrica.
Era tal vez momento de suspender la reanimación, pero decidieron seguir aunque Gardell no había tenido pulso ni respiración durante más de hora y media. Quienes hacían compresiones cardiacas rotaban cada dos minutos -es agotador hacerlo correctamente-, mientras los demás introducían catéteres en la arteria femoral y la vena yugular, así como sondas en el estómago y la vejiga, por donde inyectaban líquidos tibios para elevar poco a poco la temperatura corporal. Pero nada parecía hacer alguna diferencia.
Decidieron llevar a Gardell a cirugía para un bypass (una derivación) cardiopulmonar, el método más agresivo de recalentamiento activo, y un último esfuerzo para lograr que latiera su corazón. De manera increíble lo detectaron: un latido cardiaco, muy débil al principio, pero estable, sin las alteraciones del ritmo que suelen acompañar al paro cardiaco prolongado. Y apenas tres días y medio más tarde, el pequeño Gardell salió del hospital con su devota familia.
Gardell es demasiado joven para decirnos qué sucedió durante esos 101 minutos que estuvo muerto. Pero algunas personas han sido rescatadas, gracias a la reanimación persistente y de alta calidad vuelven con narraciones bastante claras y perturbadoramente similares. Podría pensarse que esos supervivientes cruzaron al otro lado y regresaron con historias que nos dan una idea de la experiencia de morir. Sus relatos son objeto de escrutinio científico; un estudio dirigido por Sam Parnia, quien le ha dado el nombre de AWARE (?Awarness during Resuscitation?; conciencia durante la reanimación). A partir de 2008, Parnia, director de investigaciones en reanimación, y sus clegas de la Universidad de Stony Brook comenzaron a analizar 2060 casos de paro cardiaco ocurridos en 15 hospitales estadounidenses, británicos y austriacos. Entre ellos hubo 330 sobrevivientes, de los cuales entrevistaron a 140. De esos 140, unos 55 pacientes afirmaron haber tenido algún tipo de conciencia durante el tiempo en que recibieron las maniobras de reanimación.
Aunque la mayoría no pudo recordar detalles, otros mencionaron sensaciones parecidas a las descritas en libros populares: el tiempo transucrría más rápido o más despacio (27 personas), paz (22), separación del cuerpo (13), alegría (9) o ver una luz brilante o un destello dorado (7).
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Con ternura y amor
La fotógrafa Lynn Johnson contactó a una amiga cuya madre, Phyllis, estaba muriendo. Con su proyecto busca cuestionar cómo quiere morir cada quien, porque todos vamos a morir.
En este relato se aprecia el final de la vida de Phyllis, un proceso en el que estuvo apoyada por su familia para liberarse del dolor y el miedo:
Encuentra la historia completa en la edición de abril de la revista National Geographic en Español.