Su vestuario representa al bien y al mal, mientras su baile es una manifestación de libertad, sumisión, purificación y salvación.
Con elementos que encarnan las raíces indígenas de un pueblo que no oculta su herencia ancestral de rituales paganos, los Judas de Pajacuarán, danzantes cornudos tan elegantes como temibles, forman parte del mosaico de tradiciones con que se conmemora la Semana Santa en México.
Los Judas de Pajacuarán, en el estado de Michoacán, se atavían con elegantísimos ajuares aterciopelados, bordados con vistosos motivos florales. Enmascarados de rostro terrible, ocultan las puntas de sus cuernos bajo un pañuelo primaveral.
Mientras danzan y truenan sus "chirriones" (látigos), los hoyos hondos que tienen por ojos se parecen al abismo impenetrable de la mirada de los verdugos encapuchados.
"Es la tercera vez que participo", dijo Jorge Luis González Larios, uno de los Judas danzantes en esta Semana Santa. "Para mí tiene un significado muy importante, representa una forma de purificación y arrepentimiento", comentó.
Ubicado al noroeste de Michoacán, Pajacuarán es un municipio de cerca de 20,000 habitantes entre quienes destacan artesanos indígenas. Como en casi todo el país, en Pajacuarán la mayor parte de la población es católica.
Por lo mismo, la Semana Santa es una de las festividades religiosas más importantes para la comunidad, que en este tiempo recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo con una mezcla de tradición católica y folklore.
En la celebración destacan la quema, el desfile o la danza de los Judas, en escarnio del discípulo traidor que traicionó a Jesús según el relato bíblico, por lo que es considerado un símbolo de pecado.
De acuerdo con el historiador michoacano José Castellanos Higareda, en sus "Crónicas de Pajacuarán", aunque la Iglesia Católica celebra la Semana Santa desde hace más de 1,500 años, en Pajacuarán se tiene registro de los Judas recién en los albores del siglo XIX.
A diferencia de otros lugares de México, en Pajacuarán, el ritual de los Judas está cargado de simbolismos indígenas, profanos y religiosos, que se relacionan con el ciclo agrícola, particularmente la siembra y cosecha del maíz.
En la fiesta de los Judas participan desde los niños hasta ancianos que tengan fuerza para danzar.
"A diferencia de otros Judas que con el azote simbolizan castigo y purificación, los de Pajacuarán truenan el ‘chirrión’ para espantar a las aves y evitar que se coman el maíz, pedir por abundantes cosechas y apaciguar la ira de deidades calamitosas", explica González mientras muestra uno de los látigos, que pueden llegar a medir hasta cinco metros de largo.
Para el danzante, esta tradición no se contrapone con su fe. "Soy muy católico. Para mí es como dejar delante de Dios a ese Judas que como pecadores todos llevamos dentro; quizá es una interpretación muy personal", manifiesta.
Vestuario con historia
El diseño del vistoso vestuario de los Judas se atribuye al sacerdote Secundino Bautista Ruíz, quien tomó posesión de la Parroquia de Pajacuarán en 1898.
Según Castellanos Higareda, el cura observaba costumbres profanas entre la gente, por lo que se apresuraba a la evangelización mediante argumentos teatrales protagonizados por personajes bíblicos: santos y pecadores.
El calzón de manta, la faja roja y los huaraches son elementos indígenas que contrastan con las medias blancas a la rodilla, sujetadas con ligueros o resortes negros. La vestimenta se completa con una túnica negra, un sobrepelliz blanco tejido a gancho y un bonete papal, símbolos del rito católico
El vestuario es una alegoría de bien y el mal, representado en la máscara cornuda, los guantes negros y el ‘chirrión’ de Judas.
Durante su danza, sostienen en la mano izquierda una bolsa roja con 30 monedas, el precio que le pagaron a Judas para traicionar a Jesús. La llevan como si les quemara, parte de la penitencia del discípulo traidor.
Entre veloces piruetas zapatean con fuerza sus huaraches especiales mientras alzan los brazos. Como un efecto del baile, las 12 pañuelos bordados con flores que llevan (en representación de los doce apóstoles) se extienden como alas, insignia de libertad, sumisión, purificación y salvación.
Castellanos Higareda explica que las piezas del traje de los Judas configuran la identidad indígena de un pueblo temeroso de los elementos de la naturaleza, atento a los ciclos agrícolas, y que sin ocultar sus elementos ancestrales arraigados en lo profano, reivindica su arrepentimiento y entrega al catolicismo.
Decenas de Judas adultos y niños "juditas" llevaron su baile a las calles el Domingo de Ramos, el que precede a la Semana Santa. Como cada año, la fiesta concluirá el Domingo de Resurrección con un concurso en que el Judas ganador recibirá dinero y un trofeo por llevar el traje más elegante y elaborado, y por mostrar las mejores destrezas en la danza.