El aislamiento y el conflicto motivaban a los artistas a exponer la producción y el consumo de coca, así como el abandono de aulas.
Durante décadas, hablar de Colombia remitía a la guerrilla, la droga o la violencia; el conflicto más duradero en el continente americano marcó también el desarrollo y las propuestas de sus artistas, pero de una forma compleja. Lejos de ser directa y evidente, la relación del arte colombiano con la violencia se refleja en múltiples lecturas y ha pasado por fases muy distintas: desde la plasmación directa a la búsqueda de la distancia, pasando por la reivindicación de que el arte no está sujeto a ningún deber nacional.
La incógnita es cómo acompaña el arte al proceso de paz y cómo serán los artistas del postconflicto, en el caso de que se alcance finalmente la paz. En las propuestas colombianas en la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, ARCOmadrid, y en el amplio programa paralelo que pudo disfrutarse en la capital española encontramos algunos ejemplos.
Entre los casos más ilustrativos de la tematización de la violencia en el arte destacan artistas consolidados como Miguel Ángel Rojas, Alejandro Restrepo, Doris Salcedo, Beatriz González o Manuel Echeverría, explica en entrevista el curador de arte colombiano José Roca, hasta finales de año curador de arte latinoamericano en la Tate Modern de Londres y director artístico del proyecto FLORA ars+natura.
En un momento de su carrera, Rojas hizo un viraje para tematizar los efectos del narcotráfico, tratando por ejemplo el intercambio entre los países productores y consumidores de coca. Echevarría apostó por formas más alegóricas, con sus tableros o pizarras de clase con las últimas palabras escritas antes de ser abandonados por la huida de la población de la violencia, explica el curador.
Las propuestas de Salcedo, en cambio, son mucho más abstractas, como puede verse en la instalación "Sin Título" (1988-1990) que se expone en el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Está elaborada a partir de camisas blancas dobladas y almidonadas con yeso, ensartadas en varas metálicas.
"Salcedo desarrolla una obra que se va alejando del hecho de violencia específico para tomar vida propia hasta llegar a una escultura o instalación donde ya no se discierne la víctima de forma tan directa", explica Roca. Como en sus famosos muebles cancelados con cemento que ya no cumplen su función o su conocida grieta en el piso de una galería del arte.
"No entiendes nada, pero es impactante y te hace pensar", explica Jaime Cerón, comisario del programa de exposiciones paralelas de Colombia en Madrid. "Es difícil ver la reacción directa con la violencia, pero está ahí".
Roca no considera sin embargo que el arte tuviera un efecto movilizador durante el conflicto colombiano. "El arte abre los ojos y conmueve pero a escalas mucho más íntimas. Como la poesía, su función es igualmente inútil o igualmente potente", afirma. Sin embargo, muchos artistas sí acompañaron de forma activa los procesos de paz que ha habido en Colombia, como José Alejandro Restrepo con sus trabajos en torno al arrepentimiento y la verdad durante la desmovilización impulsada por el gobierno de Álvaro Uribe.
También Echevarría con su obra "La guerra que no hemos visto" invitaba a actores del conflicto a talleres de pintura, "en una distancia terapéutica en la que el arte funciona como catarsis para poder contar lo que no permitían las palabras", señala Roca. Ejemplo de esa función terapéutica la encontramos estos días en la exposición "Frente al otro: dibujos en el posconflicto" en la Casa de América de Madrid, que aúna las obras de 12 artistas que trabajaron con 130 desmovilizados y reintegrados en Colombia.
"Sin embargo, también hay un grupo grande de artistas colombianos que tienen intereses muy distintos. Sienten que la expectativa externa sobre lo que debería ser el arte colombiano los perjudica, como si fuera un deber nacional hablar del conflicto", señala Roca.
Sin embargo, lo que parece indudable es que el conflicto colombiano marcó a fuego a sus artistas y también el mercado de arte colombiano. "El conflicto hizo que el arte se impregnara de una mirada crítica y analítica de la realidad colombiana, además de darle una intensidad y vitalidad particulares", defiende Cerón, que apunta a la resistencia el poder como una motivación de trabajo común de los artistas colombianos.
Además de aportar otras peculiaridades concretas al arte colombiano, como la confluencia en el dibujo como herramienta estratégica. "El dibujo se puede desarrollar con economía de tiempo y medios", algo que ha sido importante en algunas circunstancias de Colombia. La importancia del dibujo queda ejemplificada en la obra de José Antonio Suárez, que se expone en la Casa Encendida de Madrid.
Los últimos 20 años los artistas tuvieron motivaciones para sacar otras perspectivas al conflicto, explica Cerón, como las perspectivas de género visibles en Salcedo o revisiones de la pobreza o del narcotráfico. Rojas trabajó con hojas de coca para tratar de responsabilizar a los países consumidores más allá de los productores, mientras Ferando Arias hizo obras a base de cocaína real, cuenta Cerón.
También la relación del arte con la naturaleza en Colombia ha tenido mucho que ver con el conflicto. "El origen está en la tenencia de la tierra, de ahí que el paisaje no sea un género pictórico neutro, sino un espacio de confrontación", sostiene Roca. La muestra colectiva "Tejedores de agua: el río en la cultura visual y material contemporánea en Colombia", comisariada por Roca y Alejandro Marín y que puede verse en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, es ejemplo de ese auge de la naturaleza en la creación colombiana.
Y el aislamiento internacional al que estuvo sometido el país debido a la violencia también tuvo sus efectos. "En Colombia no había mercado internacional hasta hace muy poco y el artístico era un mercado pequeño y conservador. Colombia era un país muy cerrado y también su mercado del arte", cuenta Roca.
Los artistas colombianos no vendían hasta que ese mercado comenzó a abrirse. Pero eso hizo también que crearan sin condicionamientos y permitió que crecieran con mucha libertad creativa sin presiones de ningún orden, sostiene Cerón.
Pero la mirada de los artistas colombianos que ha desembarcado en Madrid tiene también una dimensión política. El director de ARCOmadrid, Carlos Urroz, destacó el momento de transformación hacia la paz que vive el país e hizo hincapié en los trabajos de una nueva generación de artistas.
Sin embargo, Roca y Cerón consideran que hablar de una generación del posconflicto es adelantarse a los acontecimientos. "Estamos negociando la paz y pensamos ya con el deseo de hablar de un posconflicto", apunta Roca. "La generación del posconflicto aún no ha emergido", apunta Cerón. "Esa perspectiva se empezará a vivir en los próximos años", pero sólo en el caso de que Colombia selle definitivamente la paz.