El estado islámico comercia los bienes culturales, y bombas han destrozado diversos sitios arqueológicos.
Las imponentes ruinas de la antigua ciudad de Palmira, con sus columnas y sus amplias calles, figuran entre los más famosos testigos de la arquitectura romana. Durante siglos, fueron un imán que atrajo a Siria a miles de turistas, pero desde el inicio de la guerra civil no sólo dejaron de acudir visitantes, sino que muchos de los sitios históricos quedaron irremediablemente destrozados.
Siria lleva casi cuatro años sumida en una sangrienta guerra, pero según la Unesco, los enfrentamientos no son los únicos causantes de los daños, sino también los saqueos. "Los vigilantes ya no trabajan, porque nadie les paga", dice Edouard Planche, responsable de la Unesco para combatir el tráfico de bienes culturales. Y afirma que en las regiones controladas por la milicia terrorista del Estado Islámico (EI) es prácticamente imposible detener a estos ladrones del patrimonio.
Los yihadistas financian su lucha entre otros con la venta de bienes culturales. A través de intermediarios, estas obras de arte cruzan la frontera de contrabando hacia Líbano o Turquía. Por cada pieza que cambia de propietario, el EI recibe hasta un 20 por ciento en tasas, señala un informe de la BBC. Los preciados artículos se venden posteriormente desde los países vecinos, a menudo en Europa.
Recientemente, un reportero de la emisora británica se propuso seguir el rastro de estas antigüedades sirias. Pasaron diez minutos hasta que en un comercio de Beirut le ofrecieron un antiguo mosaico, escribe el periodista. En el mostrador de aquella tienda había valiosos objetos en venta por hasta un millón de euros (1.1 millones de dólares), mientras que otros eran embarcados con un recargo hacia el extranjero. De este modo, los coleccionistas más ambiciosos evitan el riesgo de ser descubiertos con bienes ilegales.
A comienzos de febrero, Naciones Unidas prohibió el comercio de antigüedades robadas procedentes de Siria, con el objetivo de acabar con una de las principales fuentes de financiación de los yihadistas. "Quien comercia de manera ilegal con antigüedades sirias está financiando el terrorismo", afirma el experto de la Unesco Planche. La venta de patrimonio robado procedente de Siria ha de ser activamente perseguida en las fronteras y en el extranjero, añadió.
Que el Estado Islámico se haya embolsado millones con la venta de bienes culturales es sólo una parte del problema, pues las bombas y las granadas han acabado con muchos sitios arqueológicos.
Según un informe de la ONU, desde el inicio de la guerra civil, en la primavera de 2011 (boreal), casi 300 sitios históricos han resultado dañados.
El famoso Crac de los Caballeros, un castillo de la época de las Cruzadas declarado Patrimonio de la Humanidad en 2006, figura junto con la ciudad vieja de Alepo entre los lugares que apenas se reconocen.
Ya en 2012 ardió en llamas la parte occidental del bazar de Alepo. "Antes había allí tiendas de antigüedades y librerías", cuenta Adnan Hadad, un activista de esta metrópolis del norte de Siria. "Hoy, reina el más absoluto vacío", añade. Aunque algunos negocios y viviendas lograron mantenerse intactos, el Ejército Libre de Siria, formado por rebeldes moderados, ha convertido una parte en su cuartel principal, señala Hadad.
También la centenaria ciudadela que se eleva sobre la ciudad está dañada. "Los escalones de piedra que conducían al portal están destrozados", cuenta el activista. "Y la puerta de la entrada prácticamente es inexistente". Sobre los daños dentro de la ciudadela, no se atreve a hacer valoraciones: prácticamente nadie osa pasar más allá de los escalones, explica, pues tras la puerta se atrinchera el Ejército sirio.