Los científicos no pudieron descifrar el origen de la epidemia más grave causada por EHEC en 2011.
El 26 de mayo de 2011 es una fecha que Antonio Lavao difícilmente olvidará. Aquel día, las autoridades sanitarias de Hamburgo señalaron a su empresa comercializadora de frutas y verduras ecológicas, ubicada en la provincia española de Málaga, como la responsable de una ola de infecciones con EHEC, una cepa muy virulenta de la bacteria intestinal E. coli que estaba causando estragos en Alemania.
La cepa, con el nombre científico Escherichia coli enterohemorrágica (EHEC) O104:H4, libera unas agresivas toxinas, causantes del síndrome urémico hemolítico (SUH). Se trata de una seria complicación que puede ocasionar diarreas con sangre e insuficiencia renal. En casos particularmente graves, el transcurso de la enfermedad es mortal. De hecho, la epidemia causada por EHEC en 2011 es la más grave conocida hasta ahora en el mundo, con casi 4,000 afectados y 53 muertos.
"Aquel día nos cayó un rayo, un meteorito", dice Lavao al recordar cinco años después cómo el departamento de Sanidad hamburgués mencionaba a unos pepinos de un lote exportado por su empresa, Frunet, como origen de los contagios. La afirmación resultó ser injustificada, ya que si bien en aquellos pepinos llegados al mercado central de la ciudad fueron encontradas trazas de E. coli, un análisis pormenorizado demostró que nada tenían que ver con el brote.
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Lavao recuerda que sus propias pesquisas determinaron que el palé del lote en cuestión, que había sido enviado a Hamburgo semanas antes, se había caído durante el traslado. Y que las muestras fueron tomadas de unos pepinos que seguían allí en el mercado, casi deteriorados.
Aunque las autoridades alemanas tuvieron que reconocer pocos días después que efectivamente el origen de la epidemia de EHEC no había sido ése, la -mal llamada- "crisis del pepino" ya estaba servida. Las infecciones seguían en aumento y la emergencia sanitaria, unida al temor de los consumidores, había desatado también una crisis del sector hortofrutícula europeo, ya que estaban bajo sospecha también lechugas, tomates y otras hortalizas. Al final, la Unión Europea (UE) se vio obligada a desembolsar ayudas multimillonarias a productores en varios países por la brusca caída de las ventas.
La rectificación de las autoridades alemanas en aquel entonces llegó también demasiado tarde para la empresa de Lavao, ubicada en Algarrobo, un municipio a caballo entre la Costa del Sol andaluza y la Sierra de Tejeda y Almijara. La zona, conocida como la comarca de la Axarquía, goza de un microclima que la convierte en el único lugar de Europa continental apto para el cultivo de mangos, una de las especialidades de Frunet junto con tomates, aguacates, pepinos, calabacines, berenjenas o pimientos de producción ecológica.
"Estábamos muertos. A las cinco de la tarde me llamó el primer cliente para cancelar su pedido, a las ocho ya no teníamos ningún cliente", cuenta Richard Soepenberg, el director comercial, rememorando aquellos días de mayo de 2011. "Éramos una empresa quemada", señala Lavao, ya que la compañía, aparte de perder a Alemania como su mercado más importante, no podía vender en otros países debido a la alerta sanitaria vigente entonces en Europa.
Lavao, de 46 años y padre de tres hijos, es un empresario afable y de sonrisa fácil, que irradia pasión por lo que hace. Pero su semblante cambia al recordar cómo vivió una crisis que además lo obligó a eliminar alrededor de la mitad de los puestos de trabajo de la firma.
"Yo me lo tomé muy mal. Es que no soy un gerente de 8:00 a 15:00 horas. Es mi empresa, es mi vida", dice. "Yo en un momento sentí miedo, creí que me iban a meter en la cárcel por algo que yo no había hecho", reconoce este economista, hijo de agricultor. "Fue como un linchamiento", remata. En medio del estrés, Lavao sufrió dos cólicos nefríticos y tuvo que ser hospitalizado.
Mientras, a 2,000 kilómetros al norte de allí, autoridades alemanas y científicos seguían buscando el origen del EHEC. Finalmente, la pista condujo a una granja biológica en Bienenbuettel, una pequeña localidad de Baja Sajonia. Aunque no tienen la certeza absoluta, los responsables sanitarios atribuyen la epidemia a brotes germinados de alholva o fenogreco que la empresa había importado de Egipto.
Las acusaciones hacen mella también en la pareja propietaria de aquella granja: Ambos sufren una crisis nerviosa. Además tienen que despedir a la mayoría de sus 15 empleados, según relataron al año de la crisis. Hoy mantienen su puesto de venta en un mercado de la cercana Luebeck dos veces a la semana, pero ya no quieren dar entrevistas.
En Algarrobo, Lavao decide en aquella época pasar a la ofensiva. El empresario andaluz contrata a una empresa internacional de comunicación y a un bufete de abogados en Berlín, viaja a Hamburgo para dar una rueda de prensa y demanda a la ciudad hanseática, a la que reclama 2.3 millones de euros por daños y perjuicios.
Sobre la mesa estaba también la opción de cerrar la compañía o cambiar el nombre. "Pero cerrar era para mí un fracaso personal, lo veía indigno, porque no habíamos hecho nada mal", explica. En octubre de 2015, el tribunal hamburgués dio la razón a Frunet, aunque sin cuantificar la suma a desembolsar por la ciudad. Ésta, sin embargo, recurrió la sentencia, por lo que el pleito judicial continúa.
Para Lavao, con esa sentencia el buen nombre de la empresa quedó reestablecido. Económicamente esto ya se había conseguido, puesto que la mayoría de los clientes pudieron ser recuperados. Así, en 2015 la facturación fue de unos 29 millones de euros (33 millones de dólares), casi el doble de lo que se vendía antes de la crisis.
Por otra parte, la empresa reforzó aún más la seguridad alimentaria, haciendo más controles, aumentando el número de analíticas e intensificando las visitas a los agricultores. A escala europea, las autoridades ahora vigilan más de cerca a los productores de brotes vegetales, a los que obligan a llevar a cabo regularmente analíticas que descarten la presencia de EHEC.
Pese a todo, cinco años después la cepa O104:H4 sigue rodeada de misterios. Los científicos no han podido determinar de forma concluyente cuál fue su origen. Tampoco saben qué organismo le sirve de huésped. Hace apenas ocho meses la bacteria fue detectada en una prueba de heces de un paciente en Alemania, pero sin que hubiera habido ningún tipo de brote. "Sin embargo, no hay ninguna garantía de que el EHEC O104:H4 no vuelva a surgir", advierte el microbiólogo Helge Karch, uno de los máximos expertos en la materia. La cepa O104:H4, explica, es apenas una de las 42 variantes de EHEC existentes. "Exceptuando las cinco cepas más comunes, no sabemos dónde habitan ni cómo se reproducen", admite.