El prestamista del norte y el prestatario del sur -Berlín y Atenas- simbolizan hoy una Europa dividida que anhela unidad.
Extracto de la edición de marzo de la revista National Geographic en Español.
En muchos sentidos, las dos capitales son lo opuesto de lo que cabría esperar: Atenas, anquilosada, tensa, inflexible, con apenas una turbia visión del futuro; Berlín, disoluta, posautoritaria, la urbe europea más abierta y absorbente, solamente preocupada, (si acaso) por los problemas del éxito, y prácticamente indiferente a lo que le depara el futuro.
Alfa y omega de la Europa moderna, estas ciudades se encuentran unidas por un destino común. Concebido para unificar al continente y enmendar los horrores y daños del Holocausto y la guerra de Hitler, el gran proyecto de la Unión Europea requirió seis décadas de vaivenes y acciones destinadas a la integración y el crecimiento. No obstante, resultó en una discordancia entre los 19 países que ahora integran la eurozona, donde si bien comparten una moneda -el euro-, la tributación y las finanzas son distintas para cada miembro.
Durante la crisis financiera global que dio inicio en 2008 comenzaron a manifestarse las profundas diferencias económicas y culturales en el norte y el sur del continente.
Los alemanes, que en promedio percibían 50% más que los griegos y tenían un Producto Interno Bruto (PIB) 10 veces mayor, inevitablemente asumieron el papel de líderes, mientras que la crisis hacía aflorar en Grecia problemas gestados durante décadas.
En 2009, el gobierno ateniense confesó que el déficit anual incurrido no era 6.7% del PIB como anunciara la administración saliente, sino alrededor de 12.5%, con una deuda nacional de 400,000 millones de dólares. El crédito griego hizo implosión y el capital abandonó Atenas, en buena medida hacia refugios alemanes.
El desempleo escaló a 27% y, en Atenas, la falta de oportunidades para el sector poblacional de 15 a 24 años alcanzó casi 62%.
Habla con los grandes intelectuales de ambas ciudades y percibirás una nota de profunda y perturbada reflexión. En ninguna parte del mundo hay ejemplos más evidentes de una arrogante ambición política, tiranía, represión, división y fracaso humano que en Berlín. Recorre sus calles y en cada esquina encontrarás un recordatorio de la historia de los siglos XIX y XX. Esta era la gran sede del poder , cuyas lecciones aún pueden verse escritas en la geografía urbana. En la enorme y medio vacía terminal aérea nazi de Tempelhof; en la Isla de los Museos, con sus estructuras aún marcadas por las balas; en los inescapables fragmentos del muro. Intenta dominar y sufrirás, intenta destruir y serás destruido, trata de convertirte en el centro del mundo y tu ciudad terminará dividida y repartida.
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Wolfgang Thierse, expresidente y vicepresidente del parlamento alemán, y una de las voces más formativas de la reunificación de Berlín a partir de 1989, insiste en que ?los alemanes y su capital sigue cautivos de su historia y aún no están listos para considerarse una potencia importante. La perversidad del siglo XX es más visible en Berlín que en ninguna otra capital. Aquí no deseamos huir ni ocultarnos de nuestra historia, sino encararla?.
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