Aunque los Países Bajos es un territorio relativamente pequeño, el país está muy densamente poblado. En cada ciudad existe un promedio de 200 metros cuadrados de tierras baldías. A pesar de esto, las autoridades locales se han sumado a una iniciativa internacional de reforestación urbana. Se les conoce como microbosques: espacios en los que la Tierra puede recuperar algo de verdor.
El punto de este esfuerzo no es sembrar árboles en espacios al azar. Por el contrario, esto podría resultar contraproducente para los ecosistemas urbanos de diferentes orografías, que requieren de especies vegetales específicas. En lugar de eso, se planteó emplear el antiguo método japonés del Miyawaki.
Aunque puede parecer contraintuitivo, sembrar árboles en áreas reducidas hace que estos crezcan 10 veces más rápido que los monocultivos. El punto es preparar la tierra utilizada con nutrientes, de manera que reciba especies vegetales endémicas y se propicie su desarrollo de manera saludable y sustentable.
Los resultados fueron casi inmediatos en los Países Bajos. Los microbosques crecieron densamente en tan sólo unos cuantos años. Al ser plantados muy cerca los unos de los otros, se propulsa la creación de un ecosistema pequeño que, además de sostenerse a sí mismo, promueve que aves, insectos y otras especies animales los habiten. No sólo eso: ayudan a purificar el aire de las áreas urbanas conforme los árboles envejecen.
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Clara Manuel, ingeniera forestal urbana, se ha involucrado en los últimos años activamente en el desarrollo de este método en las ciudades más gentrificadas de los Países Bajos, como Utrecht y Ámsterdam. La experta destaca que los microbosques son como «burbujas resilientes de naturaleza«. Para ella, esto no se trata de un simple acto de jardinería.
Según la investigación conducida, un sólo microbosque atrajo cerca de 600 especies de animales, que hoy habitan en él y lo hacen funcionar. Con respecto a los cuestionamientos sobre si realmente podría generar una tendencia positiva que mitigue el calentamiento global, los científicos aseguran que es posible ralentizar la crisis climática.
Sin embargo, por sí solos no pueden acabar con ella, porque para esto se requeriría terminar con las emisiones de dióxido de carbono por completo. A pesar de esto, el proyecto se ha ampliado a las escuelas primarias neerlandesas. Así, los niños reciben educación ambiental que les permite ser sensibles a la situación climática, e involucrarse activamente en la solución del problema —al menos, a nivel local.
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