El cambio climático está afectando a la vida y el equilibrio de nuestro planeta rápidamente. Lo sabemos a partir de miles de estudios científicos que confirman un aumento acelerado de la temperatura media en las últimas décadas, el deshielo de los glaciares, el blanqueamiento de corales y otras señales que demuestran que estamos a un tris de un escenario irreversible.
No obstante, ninguno de los efectos anteriores permite observar directamente sus consecuencias como la aparición de bosques fantasma, cada vez más comunes en la costa del atlántico medio de los Estados Unidos.
Los bosques fantasma se crean una vez que el agua salada inunda áreas boscosas con árboles dependientes del agua dulce. La alta salinidad se filtra en los suelos, provocando la muerte lenta de los árboles más viejos, mientras los más jóvenes detienen su crecimiento y les resulta imposible reemplazar el sitio que dejaron los más antiguos.
En donde antes solían crecer árboles que daban forma a un paisaje verde que mantenía el equilibrio del ecosistema, ahora resaltan enormes parches de troncos derribados, astillas y ramas secas, mientras unas cuantas especies de arbustos más tolerantes a la sal comienzan a proliferar.
“El rápido aumento del nivel del mar parece estar superando la capacidad de estos bosques para adaptarse a condiciones más húmedas y saladas. Los fenómenos meteorológicos extremos, alimentados por el cambio climático, están causando más daños debido a las fuertes tormentas, los huracanes más frecuentes y las sequías”, explica Emiliy Ury para The Conversation, ecologista que analizó el dramático surgimiento de bosques fantasma a través de imágenes satelitales capturadas por la NASA.
Según Ury, más del 10 % de los humedales boscosos del Refugio Nacional de Vida Silvestre Alligator River, ubicado en Carolina del Norte, han desaparecido en los últimos 35 años: al tratarse de una reserva federal donde no existe actividad humana, el aumento en el nivel del agua derivado del cambio climático antropogénico es aún más claro.
Los bosques fantasma no sólo provocan la desaparición de ecosistemas y los servicios ecológicos que prestan, también alimenta un ciclo que empeora cada vez más las condiciones climáticas, una vez que los árboles de hoja perenne que absorben dióxido de carbono durante todo el año y reducen su concentración en la atmósfera desaparecen, envenenados por el alto nivel de sales en el agua.
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