Alistan la infraestructura científica más grande del planeta.
En 2018 comenzará a construirse el mayor radiotelescopio del mundo, un enorme conjunto de antenas que a su vez será la infraestructura científica más grande del planeta, por delante del Gran Colisionador de Hadrones del CERN que confirmó la existencia del bosón de Higgs.
Se trata del proyecto internacional SKA, que instalará miles de antenas en África y Australia para seguir detectando ondas gravitacionales e intentar responder a importantes cuestiones astrofísicas, como qué es la energía oscura, cómo se formaron las primeras galaxias o si somos la única forma de vida en el Universo.
"Según los cálculos más pesimistas se estima que en nuestra galaxia tendría que haber al menos diez civilizaciones inteligentes que nos podrían haber contactado y sin embargo no hemos sido contactados todavía", apunta Manuel González García, del Instituto de Astrofísica de Andalucía (España), durante el festival Pint of Science de Madrid. SKA será tan sensible que podrá detectar un radar de aeropuerto en un planeta situado a decenas de años luz de la Tierra.
Pero si contactar con una civilización extraterreste parece algo lejano, sí es mucho más probable que SKA logre detectar las célebres ondas gravitacionales. Estas perturbaciones del espacio-tiempo provocadas por la colisión de dos objetos muy masivos fueron predichas por la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein y "escuchadas" por primera vez este año gracias al interferómetro LIGO de Estados Unidos.
"Se espera que las ondas gravitaciones que se observen sean distintas a las observadas por LIGO porque se produzcan a frecuencias distintas. Con LIGO se ha detectado la colisión de dos agujeros negros sencillos, con SKA se espera que se detecte la colisión de agujeros negros supermasivos", afirma González.
A la caza de respuestas
Otras dos de las preguntas a las que quiere responder SKA están relacionadas con el Big Bang. Por un lado, se quiere saber qué ocurrió en la época de reionización, en la que el gas comenzó a brillar, entre 500 y 1,000 años después de la Gran Explosión. "No sabemos muy bien si fueron primero las estrellas, luego las galaxias… porque no hay instrumentación que haya podido observar esta parte de la evolución espacial", cuenta González.
Tampoco se conoce bien el motivo por el que las galaxias se alejan cada vez más rápido unas de otras, debido supuestamente a un componente desconocido que los astrónomos han denominado "energía oscura".
Los radiotelescopios como este ofrecen visiones alternativas a las de los telescopios ópticos, ya que pueden detectar gas invisible al ojo humano y permiten estudiar áreas del espacio que pueden estar oscurecidas con polvo cósmico. "Por así decirlo, la radioastronomía nos permite estudiar la composición química del Universo", explica González.
El Square Kilometre Array (que viene a significar "conjunto de un kilómetro cuadrado") será decenas de veces más sensible y miles de veces más rápido en la observación del cielo que cualquiera de las instalaciones radioastronómicas actuales, incluido el interferómetro ALMA instalado en el desierto de Atacama, en Chile.
Al igual que ALMA, SKA también funcionará por interferometría, es decir, observando el mismo objeto con varios telescopios al mismo tiempo. "Eso hace que tengamos una imagen con tanto detalle como el que tendría un telescopio tan grande como la separación máxima existente entre las antenas" utilizadas, apunta González.
SKA será un enorme conjunto de dos tipos antenas. La primera fase, que se construirá entre 2018 y 2023 con un presupuesto de 650 millones de euros, constará de 300 antenas parabólicas que recibirán señales a frecuencias altas y 130,000 antenas dipolos, que recuerdan a las de televisión y captan señales a frecuencias muy bajas.
Las primeras estarán situadas en Sudáfrica y las segundas en Australia, ambas en territorio sagrado para las poblaciones locales, por lo que se ha llegado a un pacto con los aborígenes: ellos ceden el territorio durante 50 años, pasados los cuales, si no se renegocia, se desmantelará el proyecto.
En una segunda fase, que se desarrollará entre 2023 y 2030, se añadirán una especie de estaciones remotas (aperture array) dentro de las cuales habrá otro tipo de antenas para observar otras frecuencias. Además se ampliará la fase anterior hasta llegar a 2,500 antenas parabólicas en Sudáfrica y 500,000 dipolos en Australia.
Junto con los logros científicos, se espera que los enormes retos técnicos que plantea SKA sirvan para desarrollar nuevas tecnologías que luego estén al alcance de la sociedad. Por ejemplo, la computadora central de SKA deberá tener una capacidad de procesamiento equivalente a la de 100 millones de PCs, las antenas parabólicas generarán 10 veces el tráfico global de Internet y las estaciones remotas hasta 100 veces.
Actualmente hay 10 participantes de pleno derecho en SKA: Canadá, Reino Unido, Italia, Sudáfrica, Australia, India, China, Suecia, Holanda y Nueva Zelanda. Sólo ellos podrán intervenir directamente en la investigación de primer nivel que se lleve a cabo con radiotelescopio y en la producción de la tecnología que requerirá el proyecto.
España es por ahora un país observador, participa en 11 grupos de trabajo de la actual fase de diseño y hay empresas españolas que están invirtiendo fondos en desarrollar diseños para el proyecto. Pero para poder investigar con SKA y que sus empresas participen en la producción de la tecnología necesaria, debería ser miembro de pleno derecho antes de que empiece la fase de construcción, en 2018.
A esto no ayuda la actual parálisis política de España, con un Gobierno en funciones desde diciembre. Antes de las elecciones, la secretaria española de Estado de Investigación, Carmen Vela, envió una carta al presidente de la organización SKA solicitando el inicio de un diálogo para entrar en el proyecto como miembro de pleno derecho. Sin embargo, la situación quedó estanca durante las fallidas negociaciones para formar Ejecutivo y ante la repetición de comicios.
"Cuanto antes sea miembro España de SKA mejor", apunta González, que desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía se encarga de divulgar el proyecto SKA. "Vamos contra reloj", advierte.