La práctica dejó de exigir fuerte ejercicio físico, según especialistas.
Cuando los expertos en ballet hablan de los viejos tiempos, muchas veces evocan recuerdos oscuros. No sólo hablan con entusiasmo de obras famosas como «El lago de los cisnes» o «la bella durmiente», sino que también hacen referencia al duro entrenamiento y al deber de obediencia. Sin embargo, dejando de lado el ámbito profesional de alto rendimiento, los tiempos han cambiado.
«Antes no hubiese enviado a mis hijos al ballet», dice Elfi Datzer, profesora de baile en la Escuela Superior de Deportes de Colonia, Alemania. «Pero esto ya ha cambiado».
La exbailarina profesional Liane Simmel recuerda que de niña abandonó una escuela de baile porque el ambiente le parecía intimidatorio. Actualmente, sin embargo, el entrenamiento disciplinado ya no está en primer plano, al menos no para los niños o adultos que practican el ballet en su tiempo libre, dice Simmel, de 48 años.
Sin embargo, trátese del arabesque, el attitude, el développé o el grand plié, para aprender las diferentes formas de movimiento en el ballet hay que repetir mucho. Es decir, que sin disciplina no es posible, pero no es necesario hacer ejercicios tan duros como en el ejército. Una opinión que comparte Helga Pfennig, directora de una escuela privada de ballet en Stuttgart.
Distracción garantizada
La diferencia entre el ballet y otras formas de deporte consiste en el elemento artístico, la relación entre movimiento y música, explica la profesora Pfennig, de 66 años de edad. «El ballet transmite una sensación de descanso en el diario trajín y les permite a los niños dejar de pensar un momento en la escuela».
Sin embargo, no hay que dejarse llevar a engaño: este tipo de baile requiere mucho ejercicio y mucho esfuerzo.
«En el ballet, aunque no parece, las exigencias físicas son muy grandes», recalca Pfennig. Sin embargo, muchas veces los niños se sienten felices si logran aguantar, aunque a veces tengan que sufrir un poco. El esfuerzo se ve recompensado por la diversión y el placer del movimiento.
Desde el punto de vista médico hay poco que objetar al ballet, que sólo requiere coordinación, fuerza y movilidad. «No hay nada que beneficie tanto al cuerpo entero que el baile», asegura Simmel. Los movimientos elásticos mantienen flexible el tejido, y la presión sobre los huesos combinada con el movimiento muscular preserva en las personas mayores la elasticidad de los huesos. «Esto ayuda a prevenir la osteoporosis», explica Simmel. El ballet genera estabilidad y es un buen ejercicio para evitar caídas, agrega la profesora.
Si se comienza a practicar el ballet ya como adulto, conviene consultar al médico, recomienda Simmel. «Sin embargo, debe ser un médico que conozca bien el baile». Datzer, por su parte, no tiene ninguna duda al afirmar que quien lleva una «vida movida» siempre puede comenzar a practicar el ballet.
El riesgo de lesiones es relativamente pequeño. Los niños a veces sufren dolores en la rodilla causados por la rotación externa, explica Simmel. Y con frecuencia ellos se doblan el pie hacia adentro al caer. Los profesores deben prestar especial atención a estos dos problemas. Y los que tienen más de 25 años pueden tener problemas en la espalda si anteriormente no han desarrollado ninguna actividad deportiva.
Como frecuencia saludable, Simmel recomienda a los niños de hasta diez años dos entrenamientos por semana. A partir de esa edad pueden ser tres. Para poder practicar el ballet prácticamente no existen condiciones, «pero cuanto mayor la movilidad de la cadera, tanto mejor», explica Simmel.
En opinión de todos los expertos aquí citados, lo más importante es disfrutar del movimiento acompañado de música. Por esto, sólo hay un criterio para no admitir a un niño a clases de ballet: «Si el niño sólo va porque la madre así lo quiere».