Evita que tu camello camine sobre piedras.
Tayib Essem, Arabia Saudí
28°33?37??N, 34°48?01?? E
Debes dar a tus camellos un generoso descanso al mediodía. Eso mejora su temperamento.
Evita que caminen sobre piedras, pues sus patas no son pezuñas duras sino tersos cojinetes, suaves como manoplas (Fares, nuestro macho más viejo, cubre tu hombro con su hocico mientras lo guías con la cuerda y al pisar rocas afiladas, aprieta suavemente para comunicarte su dolor).
Un camello puede viajar hasta tres días sin agua. Algunos beduinos afirman, admirados, que son capaces de resistir la sed aun más tiempo; semanas, incluso meses. Pero no es aconsejable poner a prueba semejantes aseveraciones, nacidas de un amor desmesurado.
Al viajar, alimenta a tus camellos dos veces al día, mañana y noche: un pequeño rollo de alfalfa de un palmo de grosor y cuando tengas, un balde de grano. Aunque también comen cáscaras de naranja y banana, pan ácimo viejo, plástico de burbujas con tu laptop dentro, el pelo arraigado en tu cuero cabelludo y mil variedades distintas de hierba. Que no te alarme la amplitud del paladar de un camélido. Tienen estómagos de titanio. Sin embargo, cuando sufran de indigestión, sujétalos por las aletas nasales hasta que vomiten, casi siempre en tus zapatos.
No mimes a tu animal. El camello es tu compañero de trabajo, no tu mascota, así que debes mirarlo a sus enormes ojos color marrón y hablarle con firmeza. Puedes recompensarlo rascándole las orejas.
Jamás golpees a tu animal: los camellos no olvidan (cuentan que el profeta Mahoma consoló a un camello lloroso que encontró amarrado a un poste, en Medina: con el pelaje empapado de lágrimas, el animal se quejó del maltrato de su amo. El profeta buscó al dueño y lo reprendió duramente).
Puedes trabajar muchos años con el mismo camello y aun así, habrá 70,000 secretos que nunca te revelará. Eso me dijo el embajador yemení en Yibuti.
Colocar la carga en un camello te enfrenta con un intimidante problema de geometría, de arquitectura: su joroba. La ubicación de la silla es crítica. No puede ir un centímetro muy adelante ni muy atrás, porque el camello que quejará revolcándose en la arena. Y no hay dos jorobas iguales. Por consiguiente, debes lograr la carga perfecta en cada una. Awad Omran, mi camellero sudanés, coloca la carga de Seema y yo me encargo de Fares. Lo hacemos tres veces al día (amanecer, mediodía y crepúsculo). Es un ritual agradable que nos conecta mediante las manos con estos animales grandes, fatalistas, orgullosos. Un ritual que echaré mucho de menos en el industrializado Hemisferio Norte donde, como todos los demás, sufriré bajo la hegemonía de los autos.