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Venecia va contra los candados del amor

Activistas y autoridades buscan frenar el daño que la práctica ocasiona.

Alberto Toso Fei lo sabe prácticamente todo de Venecia. Es un cronista local que conoce las historias de fantasmas que pueblan la hermosa ciudad de los canales, así como las leyendas populares, pero ahora se ha convertido en el líder de una campaña cívica para disuadir a los turistas de colocar los denominados «candados del amor».

Siguiendo una práctica que se ha puesto de moda en todo el mundo, especialmente a raíz de los bestsellers de literatura juvenil de Federico Moccia, las parejas que visitan Venecia han comenzado a colgar candados en los puentes de la ciudad y lanzan la llave a las aguas del canal expresando así simbólicamente la promesa de que su amor no se romperá jamás.

«Es como una plaga que se expande por todas partes», dijo Toso Fei. «Esas personas probablemente no se están dando cuenta del daño que hacen a nuestra hermosa ciudad», dijo.

En una localidad con tanta humedad como Venecia, los candados se oxidan rápidamente, lo que corroe las delicadas barandillas de hierro y además genera una basura y un residuo óleo que mancha el pavimento centenario de piedra de la ciudad, explicó Toso Fei. A su vez, agregó, las llaves lanzadas a los canales son un compuesto de metal tóxico.

«Hay como unas 50,000 llavecitas bajo el puente de la Accademia (el único puente de madera que cruza el Gran Canal)», dijo en referencia a este puente próximo a San Marcos y uno de los favoritos de los fans de los candados. «Sé que el agua de la laguna de Venecia no está especialmente limpia ¿pero necesitamos contaminarla aún más?».

Toso Fei ha unido fuerzas con otros grupos cívicos como la «guerrilla» anti candado FALLO (el acrónimo italiano de Frente Anárquico de Liberación de Candados Ahora), que convoca acciones amparándose en la oscuridad de la noche para eliminar los candados de los puentes.

El cronista veneciano ha lanzado su campaña «Unlock Your Love» (algo así como amor sin ataduras) en la que a través de una página de Facebook o repartiendo octavillas a los turistas, con pósters en los escaparates y en las barandillas de los puentes, insta a los turistas a cambiar de costumbre. «Venice needs love, not locks» (Venecia necesita amor, no candados), escribe.

Apoyado por muchas estrellas de cine del país, la campaña ha llegado a las autoridades de la ciudad, que han ordenado la retirada de unos 20,000 candados del puente de la Accademia.

El alcalde en funciones (después de que en junio dimitiese el anterior regidor por un escándalo de corrupción) también ha anunciado una modificación en las barandillas del puente que hará imposible que se destruyan con los «candados del amor».

Los cambios se comenzarán a implementar a mediados de 2015, pero hasta entonces, cualquiera que sea sorprendido colocando un candado será multado con 50 euros (65 dólares).

«La respuesta de las autoridades ha sido excelente», dijo Toso Fei, quien hubiese preferido que la decisión de los políticos hubiese estado más influenciada por su campaña que por la amenaza de la sanción.

Y es que la proliferación de candados es tan sólo una de las pesadillas para la menguante población local, frustrada por los costos cada vez más elevados de la vida en la ciudad, deteriorada además por las avalanchas de turistas.

Aun cuando los estudios de científicos calcularon en los 80 que la ciudad no podría sostener más de 12 millones de turistas anualmente, ahora la afluencia es de más del doble, en parte debido al controvertido desembarco masivo de cruceristas.

«Este verano fue particularmente brutal. A plena luz del día vimos gente que se desnudaba para darse un baño o quitándose los pantalones porque se habían hecho sus necesidades encima tras no poderse aguantar. Inaudito», lamentó Toso Fei.

El cronista duda que una cuota fija de turistas, la propuesta radical que algunos promueven, vaya a ser la solución. Toso Fei aboga más bien por preservar de forma prioritaria el carácter único de la ciudad y luchar contra el conformismo global.

«Durante 30 años hemos estando intentando adivinar los supuestos deseos de nuestros visitantes, dejando de lado nuestra identidad. Sustituimos nuestros «bacari» (los típicos bares de vino venecianos) por bares modernos que se pueden encontrar en Berlín o Londres. Es deprimente», agregó Toso Fei.

National Geographic

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