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Lujo Salvaje

En la Costa Alegre del Pacífico existe un lugar que es casi el paraíso, se llama Las Alamandas

Entre Manzanillo y Puerto Vallarta, rodeado de 1500 hectáreas de naturaleza virgen está un hotel boutique fuera de serie, que es en sí un destino no sólo por conocer, sino por disfrutar y regresar. Las Alamandas es un concepto hotelero excéntrico, ideado y diseñado por Isabel Goldsmith que ofrece lujo verdadero, lejos de pretensiones, de diseños vanguardistas y servicio atosigante, este sitio te hace sentir literalmente en tu casa.

El personal consentirá tus caprichos sin importunar tu silencio. Ah, porque uno de los grandes atributos de este paraíso es la casi increíble vivencia no sólo de la exclusividad, sino de la tranquilidad.

Quizá por eso ha sido el refugio de artistas hollywoodenses como Robert De Niro, quien no sólo es un visitante asiduo sino el «culpable» de la construcción de un pequeño gimnasio desde donde se contempla el mar.

Entre sus huéspedes destacan Arnold Schwarzeneger, Will Smith y Matt Damon, entre otros personajes que, si algo festejan es el aislamiento, el servicio y la posibilidad de vivir la naturaleza libremente.

Es difícil definir la ligereza que uno siente al llegar y ver y escuchar al mar del Pacífico que está ahí a unos pasos sólo para uno. Las siete casas que integran este complejo están distribuidas alrededor de una placita central, emulando los pueblos mexicanos, y a su vez creando individualmente espacios íntimos de los cuales te apropias al llegar: ¿qué más puedes pedir que un jacuzzi al aire libre, el mar a unos pasos y un servicio casi fantasmal que parece adivinarte el pensamiento?

Casi de inmediato te sientes arropado por la naturaleza, aunque el centro neurálgico del hotel apenas ocupa ocho hectáreas, la certeza de que más allá hay 1492 hectáreas más por recorrer, incluida una pista de aterrizaje para avionetas, río, lago, cuatro playas absolutamente privadas, miradores y campos de cultivo donde se cosechan todos los alimentos que ofrece el lugar, te energizan e inmediatamente quieres adentrarte a esos senderos (58 kilómetros) ya sea en bici de montaña o a caballo (tienen siete y debes avisar con tiempo porque viven libremente y primero hay que encontrarlos) para reconciliarte contigo mismo y preguntarte cómo es posible que hayas olvidado que el verdadero lujo es sentir el aire fresco, nadar en una playa vacía o hacer un picnic en un peñasco viendo el mar.

La sensación de libertad te motiva y tu descanso se activa. Aquí el tiempo sucede a otro ritmo, hay horas suficientes para leer, para hacer kayak en el río, cabalgar, nadar o simplemente caminar, con la fortuna de que un momento antes de que lo desees aparecerá ante ti un coctel, un cevichito, una copa de vino, tu café con pan recién horneado o cualquier ocurrencia a deshoras como desayunar a las cuatro de la tarde, siempre con una sonrisa por parte del staff, muchos de los cuales, como los meseros Javier y José, llevan trabajando con la familia y en la propiedad más de 20 años.

Es reconfortante escuchar sus historias sobre los vínculos que ya han estrechado con algunos huéspedes (De Niro es el favorito de Javier, y de José es Stephen Mirrione, editor de películas como Ocean?s Eleven, Twelve y Thirteen, quien es un enamorado de Las Alamandas, y cuentan que en todos sus filmes siempre hay una imagen de este paraíso), así como planear un picnic en la Playa Chachalacas, la única que tiene una palapa con unos muebles hechos localmente con las maderas recicladas, o en la Playa de la Soledad, donde, según nos contaron, la señora Isabel pide a los visitantes buscar un ojo de venado con el propósito de combatir la soledad, dicen que su abuelo cada vez que visitaba esa caleta le narraba esta historia, pero como ella no creía en supersticiones, nunca recogió su ojo de venado, y nunca se casó.

Ver las estrellas en la oscuridad absoluta, escuchar el mar sin distracciones y comer la exquisita sopa de coco (o cualquiera de los platillos de su menú orgánico y con sabores de la región) en compañía de tu pareja, familia o amigos, es la verdadera experiencia del lujo.

Viaja como las estrellas

Una opción es llegar a los aeropuertos de Manzanillo o Puerto Vallarta, ahí te puede recoger una camioneta del hotel; pero, si no quieres ?perder? dos horas recorriendo la Costa Alegre, te pueden arreglar un viaje en avioneta y aterrizas a unos pasos de la playa privada Chachalacas.

National Geographic

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