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48 horas en Tánger

Tánger al aire libre: la vista, las calles, la contemplación.

Ármate de un mapa y empieza en la medina, la antigua ciudad amurallada. Lo primero, un té de menta con panecillos en el Café Central -domicilio conocido, pregunta- en el petit socco (consejo: pide siempre el azúcar aparte, los marroquíes exageran un poco con lo dulce). Estás en el centro de la ciudad, lugar legendario en donde escritores como William Burroughs, Jack Keruac, Allen Ginsberg, Paul Bowles  -por supuesto- se sentaron a imaginar las historias que se trenzan entre la gente que pasa. Lee el periódico, escribe en tu libreta las impresiones que te causa esta placita llena de turistas y locales. Tiendas, gente, movimiento constante.

Ya lo sabes, Tánger es inclasificable, no es África, no es Europa, es Tánger: una de las ciudades más cosmopolita, en donde se hablan de manera indistinta español, francés e inglés. Es un lugar de paso, de constante movimiento, y al mismo tiempo, las cerca de 700 mil personas que viven ahí tienen su arraigo e historia.

Tánger: movimiento y quietud. Inicia tu recorrido en la kasbha, la parte más alta de la urbe. Desde el petit socco, camina entre las calles siempre subiendo, tus ojos no descansan de tanto que hay para ver. La kasbha es un lugar estratégico desde el punto de vista militar pues tiene visibilidad total del frente marino y tierra adentro.

Es también un barrio habitado por mucha gente en edificaciones de particular arquitectura cuyo espacio es aprovechado de la manera más eficaz: riads (casas) que crecen hacia arriba sobre superficies a veces de una sola habitación. La kasbha es un deleite laberíntico en el que uno quiere perderse. Cada uno de los vericuetos es una vista nueva, una textura nueva, un color inesperado.

Pregunta por el Museo Dar el Makhzen (entrada 10 dírhams) para que imagines la vida de un sultán y de paso aprecies una muy buena colección de arte marroquí y un jardín estilo Andaluz. Al salir busca alguna de las puertas de la muralla y camina por la parte exterior de la kasbha.

Para comer, uno de los lugares más agradables es el Marhaba Palace en rue de la kasbha cerca de la puerta principal de la muralla. La decoración tradicional es alegre y el servicio, hospitalario. Hay música en vivo y venden cerveza, cosa poco común en Marruecos, aprovecha.

Cuando termines dirígete a la calle de la kasbha, saliendo a la izquierda para ir hacia el frente marino custodiado por las tumbas fenicias, uno de los sitios más bellos de Tánger. Ahí la gente se sienta a contemplar el mar. A lo lejos, una franja gris acerado entre la neblina: España.

Todos observan el horizonte. Todos se quedan absortos en la belleza de este paisaje. No se sabe si en verdad estas cavidades rectangulares son tumbas fenicias, pero así se les llama. De ahí, ve al mítico Café Hafa (Ave. Mohammed Tazi s/n). Durante décadas ha sido el punto de reunión de personajes famosos de todo el mundo.

El lugar tiene una serie de terrazas hacia el estrecho (uno no se cansa jamás de ver el Mediterráneo) que están en desnivel. Aquí también se reúnen los jóvenes de Tánger a tomar té y a cantar, no es extraño que haya dos o tres mesas donde las guitarras interpretan canciones populares marroquíes o europeas.

Cuando hayas terminado con la vista, desciende hacia la medina por el interior de la muralla para que descubras otras callecitas, otras tiendas. Hay que demorarse viendo todo tipo de artículos y curiosidades, platicar con los vendedores, regatear. Recuerda que Marruecos es el paraíso de las alfombras y no te puedes ir sin una. Hay para distintos presupuestos y tamaño de maleta.

Un centro cultural muy trendy y un restaurante casero

Ya entrada la tarde enfila hacia el Gran Socco, la plaza principal de Tánger. Si ya estás algo cansado de vendedores, regateos, ofertas y contraofertas y ya te probaste todas las babuchas y los caftanes, lo que necesitas es un lugar tranquilo.

Afortunadamente existe la Cinematèque de Tanger (Place du 9 Avril 1947, www.cinemathequedetanger.com), punto de reunión de estudiantes e intelectuales. En el área de café sirven botanas ligeras y refrescos, sin faltar, por supuesto, el jugo de naranja, bebida refrescante muy apreciada en este país.

No te quedes sin probarlo porque de veras esas frutas tienen un gusto especial aquí. Aprovecha para conectarte y revisar tus mensajes, el internet es gratis si consumes algo. Al fondo del lugar hay una biblioteca y videoteca especializada en cine marroquí. Lo más atractivo es que entres a la gran sala -el otrora famoso cine Riff- y veas lo que están proyectando en cartelera.

La selección es muy buena. Saliendo del cine, no te puedes perder uno de los mejores restaurantes caseros del mundo: Restaurant Populaire Saveur (Escalier Waller 2, Ville Nouvelle), al lado de la cinemateca, a unos metros subiendo del lado opuesto de la medina del Gran Socco. En este lugar el menú es fijo, por lo que tú nada más tienes que sentarte y esperar a que sucesivamente te traigan toda suerte de viandas y elíxires exquisitos.

Pescado frito o guisado, verduras hechas de maneras que seguro no conoces, un enigmático jugo de frutas -sobresale el sabor de la ciruela- son algunas de las delicias que probarás. Termina el día paseando alrededor del Gran Socco entre las decenas de puestitos callejeros.

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Un Paseo a las afueras de la ciudad y luego museos

En tu segundo día te recomendamos ir a la gruta de Hércules, a unos 20 kilómetros de la ciudad -puedes tomar un autobús en el Gran Socco o un taxi, vale la pena si discutes la tarifa antes de subirte-. ¿Te acuerdas de las columnas de Hércules? Pues se supone que este es el lugar en donde el mitológico hombre separó Europa de África.

Es un paseo hermoso y parte de la diversión es escuchar al guía enseñarte el lugar y mostrarte las formaciones rocosas interpretando misteriosos significados en ellas. Bueno, habiendo sentido ya las diferentes atmósferas que tiene, estás preparado para adentrarte más en la historia de la ciudad.

De regreso ve directo al Old American Legation Museum (Rue d?Amerique 8, www.legation.org). Este lugar es una excelente muestra de lo que fue Tánger en los tiempos en los que, por su localización absolutamente estratégica, fue «zona internacional» administrada al mismo tiempo por Francia, España, Reino Unido, Portugal, Suiza, Holanda, Bélgica, Italia y Estados Unidos. En el museo puedes imaginar a Paul Bowles escribiendo Déjala caer (publicada en 1952); por cierto, novela necesaria para entender y disfrutar el Tánger de hoy.

Para comer, uno de los lugares más agradables es «la casa de mujeres». Darna, maison communautaire des femmes (Place du 9 avril, Gand socco -domicilio conocido-) es el nombre de una fundación pro-mujeres que entre sus múltiples actividades tiene tiendas y este restaurante en donde sirven muy buena comida con sazón extraordinaria, en una linda terraza con plantas y bugambilias.

La relación calidad-precio es increíble. Después puedes ir al Museo de Arte contemporáneo (Rue d?Anglaterre 2, entrada: 10 dírhams). Siempre es interesante conocer lo que están haciendo las nuevas generaciones de artistas en países como este, de larguísima tradición e historia. Después de comer, vete al mercado de frutas, verduras y carne que está entre la medina y el Gran Socco.

Hay muchas mujeres de las montañas vestidas con sus trajes regionales que le dan un sabor especial a este lugar milenario. Luego date un paseo por la playa y disfruta de unas sardinas asadas en algún puestito callejero. Camina de regreso a la medina y remata el día cenando en Les passagers de Tanger place du Gran Socco, lugar cuya carta variada y deliciosa se complementa con buen vino y cerveza, ubicado en una terraza en el tercer piso con la vista nostálgica y a la vez enigmática de una de las ciudades más misteriosas del mundo.

RECOMENDACIONES

Dos hoteles totalmente diferentes:

Hotel Continental, medina (Rue Dar el-Baroud 36).

El clásico de la película Sheltering Sky, basada en la novela de Bowles y llevada al cine por Bernardo Bertolucci. Sí, es decadente; sí, algo polvoso; sí, descuidado. Aún así, es la experiencia tangerina por excelencia. Los empleados son simpáticos y el restaurante, un lugardelicioso para cenar.

Dar Nour (Rue Gourna 20, Kasbah, www.darnour.com).

Un delicioso paraíso de buen gusto y buena comida en una tradicional riad (casa). Los dueños, unos franceses enamorados de Marruecos, harán todo lo que está en sus manos para complacerte. Reserva una cena cualquier noche, la comida es extraordinaria.

Compras

No te vayas sin una botellita de aceite de Argan, un árbol endémico de la región. Resulta ser una mágica poción para la piel. Si eres hombre, es el mejor regalo para la mujer que más quieras.

Una costumbre del lugar

Date tiempo para ir a una pastelería. Los marroquíes han hecho suya la tradición pastelera francesa y le han dado un giro local con muy buenos resultados. La variedad de pastelillos, galletas y dulces te servirá para hundirte sin culpas en los mares del placer gustativo haciendo lo que todo buen viajero -que no turista- debe hacer: imitar a los locales y absorber su cultura.

National Geographic

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