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El reino de las praderas en India

100 tigres, 2000 rinocerontes de un cuerno, 1,800 búfalos de agua: El Parque Nacional Kaziranga.

Un rinoceronte indio, Rhinoceros unicornis, de los que parecen tener un escudo remachado en el trasero, pesa tanto como un SUV. Sólo el rinoceronte de Sumatra (con una población de 350 o menos) y el de Java (50 o menos) se encuentran en mayor peligro. El R. unicornis, que alguna vez fue común desde Pakistán hasta Myanmar, hoy día está representado por menos de 2,700 animales, de los cuales una cuarta parte está confinada en 10 pequeñas reservas en el norte de India y en el vecino Nepal. Virtualmente, el resto (unos 2,000 en el último recuento) vive en el Parque Nacional Kaziranga, reserva de 860 kilómetros cuadrados que abarca 80 kilómetros del río Brahmaputra con sus islas de arena, unas cuantas zonas al norte y una porción más grande de las planicies de aluvión al sur. Si se excluye el río, es un promedio de cuatro unicornios ancestrales, blindados e irritables, por cada kilómetro cuadrado del parque.

Hace un siglo, en el estado de Assam, al norte de India, quedaban menos de 200. La agricultura se había apoderado de la mayoría de los valles ribereños fértiles de los que esta especie depende, y los que sobrevivieron estaban bajo el incesante ataque de cazadores furtivos y buscadores de trofeos. Kaziranga se constituyó como reserva en 1908, en particular para salvar a los rinocerontes. Albergaba cerca de una docena, pero la reserva se expandió al paso de los años, se le dio estatus de parque nacional en 1974 y se designó Sitio Patrimonio de la Humanidad en 1985. A finales de los noventa volvió a crecer, duplicando su tamaño (aunque quedan cuestiones legales por resolver). Hoy día, Kaziranga, el más importante santuario para los rinocerontes y fuente de otras posibles reservas, es la clave para el futuro del R. unicornis.

El parque, que ha sido un ejemplo notable de éxito, también alberga casi 1,300 elefantes salvajes; 1,800 búfalos de agua asiáticos, la mayor población
que se conserva en el planeta; quizá unos 9 000 ciervos porcinos; 800 barasingas o ciervos de los pantanos (es un enclave importante para esta especie en extinción); veintenas de sambares parecidos a ciervos y cientos de jabalíes.

Esto representa millones de kilogramos de carne de presa. Aun así, ni los lobos ni los doles vagan por aquí. Los osos perezosos locales se alimentan de termitas y de la vegetación, en tanto que los leopardos prefieren cazar en los bosques de las colinas circundantes. Cuando el ciervo porcino bufa alarmado o todos los búfalos miran hacia el mismo pedazo de pastizal, es probable que lo que se aproxime sea anaranjado, con rayas y unas patas del tamaño de platos. Cuando los ciervos levantaron repentinamente sus colas lo advertí: era la hora del tigre. Uno se había movido a campo abierto alrededor de un lago a punto de secarse, apenas a un tiro de piedra de mí, pero no podía encontrarlo. Lo primero que vi fueron las patas; después, un felino que se erguía más alto que los ciervos; pesaba 225 kilogramos y parecía hecho de flamas. Luego, cazador y presa se esfumaron.

Debido a la deforestación extendida y la cacería furtiva, los tigres de India han desaparecido en los últimos 25 años. Sin embargo, por lo visto se multiplican dentro de Kaziranga. El cálculo oficial es de 90 a 100, lo que constituiría la concentración más densa del mundo actualmente. ¿Qué ha salido tan bien en este parque que permite albergar tantos animales grandes en un área de tamaño tan modesto? La respuesta está en el río Brahmaputra, que surge en lo alto del Tíbet y corre hacia el este cerca de 1 100 kilómetros, drenando el lado norte del Himalaya antes de hacer una vuelta en U para continuar 800 kilómetros a través de India y Bangladesh. Cuando el monzón de verano añade lluvias torrenciales a la cuenca, el río se desborda sobre el valle; para el momento en que la crecida retrocede ya habrá cubierto la planicie de aluvión con una capa fresca de limo cargado de nutrientes. Las ciperáceas y otras variedades de hierbas altas se alzan de entre el lodo en una profusión exuberante. Su especialidad es convertir la luz del sol en tejidos suaves cargados de almidón; es decir, vastos campos de comida rica en energía: campos que crecen hasta seis metros de alto.

Solemos creer que los bosques son los lugares del subtrópico con la mayor parte de la vida salvaje y con mayor necesidad de conservación, pero los hábitats de hierbas altas de las planicies aluviales son más ricos en animales grandes nativos y mucho más escasos. El parque también tiene prados de hierbas naturalmente cortas, y la cantidad de criaturas visibles en estas sabanas abiertas rivaliza con escenas de los más famosos parques africanos. En un terreno ligeramente más alto, árboles como el nim, o lila india, forman enormes doseles entrelazados con lianas. Los macacos rhesus se pasean entre estos troncos adornados. Los loros y los cálaos bicornes decoran las ramas.

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Los canales desbordados que se convirtieron en lagos de poca profundidad, los cuales se recargan periódicamente con agua y peces de las inundaciones, forman un patrón en el paisaje. Las aves acuáticas migratorias, desde el ganso indio hasta los tarros canelos, se amontonan en las tierras húmedas de Kaziranga en el invierno, junto a pelícanos malayos y cigüeñas de cuello negro. Las nutrias que buscan comida a veces se arquean fuera del agua como delfines. Incluso llegué a ver delfines del Ganges de dos metros en la superficie del Brahmaputra. En una tarde calurosa, Budheswar Konwar, mi guía, detuvo el jeep para mover fuera de nuestro camino a otra criatura acuática: una tortuga india. Los demás nos bajamos para estirarnos. Cuando volteé en dirección opuesta la vista fue terrible.

«¡Rinoceronte!». Cerca y a todo galope hacia nosotros. Estos tanques orgánicos pueden correr a 40 kilómetros por hora. Los visitantes (Kaziranga recibe cerca de 70 000 turistas indios y 4 000 extranjeros anualmente) deben llevar un guardia del parque armado en su viaje. No teníamos tiempo de regresar al vehículo y escapar, de manera que Ajit Hazarika disparó. La bala levantó una nube de polvo a centímetros de los pies del atacante que, combinada con el tronido del rifle, fue suficiente para hacer que el rinoceronte cambiara su dirección a dos segundos de alcanzarnos.

Diez minutos después atravesábamos un bosque por una terracería en terraplén cuando un rinoceronte que se acababa de revolcar en lodo fresco subió al camino, seguido de un joven igualmente enlodado de dos tercios del tamaño del anterior. Un segundo subadulto apareció detrás. Los tres se perdieron de vista al otro lado. Seguimos avanzando tras esperar un momento, sólo para descubrir que mamá rinoceronte salía de entre los árboles para embestirnos. Hazarika, en el asiento del copiloto, no podía siquiera disparar antes de que la hembra cubierta de tierra aplastara el jeep, al que sobrepasaba en peso. Su puerta se hundió. Me di cuenta de que el rinoceronte nos empujaba hacia el borde del camino y sus topes ya nos estaban levantando en dos ruedas, así que debía prepararme para saltar antes de que nos volcara.

A diferencia de los rinocerontes africanos, los de India no cornean al enemigo con el pico de sus cabezas. Muerden con los incisivos inferiores enormes y afilados. Los dientes de la hembra perforaban el acero del jeep. ¡Diablos!

Konwar había establecido una regla para Kaziranga: «No se permite asustarse». Yo la estaba rompiendo mientras él pisaba el acelerador para ganar tracción. Por fin el vehículo se niveló y pudimos liberarnos, pero la hembra nos persiguió de inmediato y logró alcanzarnos entre una nube de polvo durante unos 100 metros.

Nuestro destino era un sitio donde se habían visto huellas recientes de dos tigres alrededor del cadáver de un rinoceronte muerto recientemente. Los tigres matan casi 15 % de los cachorros de rinoceronte en Kaziranga. Este cadáver revelaba a tigres que habían derribado un adulto, una empresa riesgosa raras veces reportada. La amenaza más seria para los rinocerontes aún es el humano depredador, tal como lo era hace un siglo. Por eso Kaziranga tiene casi 600 guardias en el campo, apostados entre los revoltosos animales grandes y los cazadores ilegales. Los hombres se mueven en pares o tríos, a pie o a lomo de elefante? o en bote. Las patrullas de la tarde terminan después de que oscurece. Los guardias se despiertan para otra salida mucho antes del amanecer, haciendo una pausa en un humilde santuario de la diosa Kakoma para pedirle una vez más que les dé un pasaje seguro. Cuando la luna se pone grande, los equipos se quedan fuera toda la noche.

La misión nunca cesa. A quienes se les atrapa sacando peces del río o los estanques se les confiscan las redes y quedan sujetos a multas. Al ganado y a las cabras que pastan dentro del parque se los ahuyenta hacia sus hogares en los pastizales de las aldeas. Más a menudo, se llama a los guardias para que se lleven a los animales salvajes de las aldeas y los campos de vuelta a Kaziranga.

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Todo eso es trabajo de rutina comparado con tener que lidiar con hombres armados que acechan rinocerontes. El cuerno de los animales -formado por fibras de queratina aglutinadas, la misma sustancia de las pezuñas y el pelo- es muy apreciado para fabricar empuñaduras de dagas en el Medio Oriente y se valúan mucho más en toda Asia por sus supuestos poderes medicinales. Cuando un cuerno se cotiza en 30,000 dólares en el mercado negro, se convierte en una posesión letal.

De 1985 a 2005, los cazadores ilegales mataron 447 rinocerontes de Kaziranga y a varios guardias; los guardias mataron a 90 cazadores y arrestaron a 663. El número de rinocerontes cazados ilegalmente por año se redujo a nueve al empezar 1998, después, en 2007, se elevó a 18. Para la quinta semana de 2008, cuando llegué, habían matado cinco Kaziranga 85 más. Uno era un cachorro, asesinado por apenas un pequeño cuerno en formación. El cuerno de la madre herida fue arrancado de su cara mientras todavía estaba viva. Tardó dos días en morir.

Una serie de arrestos suspendió la oleada de cacería furtiva, aunque, a juzgar por experiencias pasadas, más delincuentes aparecerán tarde o temprano. Sin embargo, el parque tiene otro problema, uno que nadie puede suprimir.
Kaziranga depende de un espacio mucho más amplio para mantener su espectacular vida salvaje. En los periodos de inundación severa, cuando la tierra desaparece bajo las corrientes marrones del Brahmaputra, la vida salvaje huye de la reserva. Siempre lo ha hecho. Sin embargo, a dondequiera que los animales vayan hoy día se encuentran con una inundación creciente de humanos. Más allá del borde sur de Kaziranga, uno se encontrará entre niños, perros, gallinas, cabras lecheras y kilómetros de plantaciones de arroz. Un poco más adelante uno se puede encontrar en un cobertizo donde yace una vaca agonizante con heridas de tigre en el cuello de las cuales escurren sangre y pus, mientras Nijara Nath nos cuenta cómo descubrió al felino en el redil cercano a la casa. Cuando las cosechas empiezan a madurar, su esposo, Indeswar, pasa varias noches al borde de su campo tratando de ahuyentar a los vegetarianos, desde los ciervos de pezuñas ligeras hasta los rinocerontes que aplastan el sembradío con cada paso.

El desarrollo se acerca todavía más en el lado norte del parque. Desde una torre de vigilancia en el campamento tres sólo podía ver animales domesticados, manadas de ganado lechero, búfalos y vacas que se alimentaban en los humedales del parque. Sin embargo, la zona en su conjunto experimenta más conflictos con elefantes que casi cualquier otro lugar en Assam, pues se encuentra en una ruta migratoria de manadas que siguen los últimos jirones de bosque entre Kaziranga y los pies de las colinas del Himalaya en el norte.

Durante las inundaciones, los animales también migran al sur hacia las colinas de Karbi. Hace poco se añadieron cinco puentes pequeños pero absolutamente vitales para el hábitat, a fin de facilitar el viaje. A lo largo del camino los animales se enfrentan a la carretera nacional 37, la ruta de transporte este-oeste más importante de Assam. Muchos elefantes, rinocerontes, pitones y ciervos que cruzan acaban arrollados cada año. La propuesta de ampliar la ruta a cuatro carriles tiene preocupada a la comunidad conservacionista de India.

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«Si la carretera 37 se vuelve autopista, se declarará la muerte de Kaziranga», explicó Asad Rahmani, director de la Sociedad de Historia Natural de Bombay. Las autoridades consideran suspender el plan de cuatro carriles para favorecer el mejoramiento de un camino paralelo al norte del río. «Todavía necesitamos controlar la invasión del otro desarrollo ?explicó?. El gobierno debería comprar más tierra para cruces migratorios antes de que Kaziranga quede incomunicado».

Incluso si las conexiones con las colinas de Karbi se fortalecen, ¿qué pasa con estas en sí? ¿Y las tierras altas que suben hacia el Himalaya? Las compañías madereras, los operadores de canteras,l os ganaderos y los habitantes ilegales ocupan más reservas de bosque del estado cada año, lo que convierte una cubierta continua de árboles en un paraje parchado de hierbas y laderas taladas y erosionadas. Ayuda que India haya declarado Kaziranga-Karbi Anglong como reserva de elefantes, la cual se extiende hacia el sur, y Kaziranga como una reserva de tigres que abarque varios kilómetros al norte, pero por el momento esto no representa sino líneas de esperanza en un mapa y las porciones que no pertenecen al parque se siguen llenando con gente que necesita tierra.

El reto es conectar los remanentes en la medida de lo posible. Si los obstáculos empiezan a verse insuperables, pensemos en los dedicados guardias en sus solitarios puestos y en Budheswar Konwar y la regla del país de los rinocerontes, ¿recuerdan? No se permite asustarse.

Este reportaje corresponde a la edición de Agosto 2011 de National Geographic.


National Geographic

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