Hace 20 mil años, una mujer diseñó un amuleto para sí misma. Con el diente de un venado en la actual Siberia, al norte de Rusia, hizo un dije alargado. Lo más probable, dicen los paleontólogos del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology (Alemania), es que lo llevara colgado al cuello —o así lo sugiere la perforación casi perfecta que logró esta Homo sapiens de la Edad de Piedra en la raíz del hueso.
Al analizar la pieza, encontrada en la cueva rusa de Denisova, los investigadores se encontraron con algo insólito: sobre la superficie del amuleto, había rastros del material genético de esta homínida antigua. A partir de este artefacto, explican los autores del estudio, será posible entender mejor cómo vivían los homínidos de la Edad de Piedra en esta región gélida del planeta. Esto es o que sabemos.
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Piedras, huesos y dientes fueron los materiales predilectos de los Homo sapiens en la Edad de Piedra para fabricar sus herramientas. Los artefactos que utilizaron para cazar y defenderse de las bestias prehistóricas se basaron en los restos óseos de sus presas, así como de algunas rocas que aprendieron a moldear.
Y no sólo eso. Según explican los investigadores, este diente de venado pudo tener una función ritual y estética para la homínida que lo portó en vida. La datación realizada sugiere que esta mujer vivió en el Paleolítico superior. Como el dije cumplió una función ritual, dicen os autores, es una pieza clave para comprender el comportamiento y la cultura de estos homínidos antiguos:
«Los artefactos hechos de piedras, huesos y dientes son fundamentales para nuestra comprensión de las estrategias de subsistencia humana, el comportamiento y la cultura en el Pleistoceno. Si bien estos recursos son abundantes, es imposible asociar artefactos a individuos humanos específicos que puedan caracterizarse morfológica o genéticamente, a menos que se encuentren dentro de entierros», escriben los autores en Nature.
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Sin embargo, las inhumaciones son escasas en este periodo. Por lo cual, los autores reconocen que entender el rol social de los ejemplares encontrados a partir de su sexo biológico es difícil. Más aún cuando el colgante tiene entre 19 mil y 25 mil años de antigüedad.
A partir de técnicas no invasivas con la pieza, los autores descubrieron que la portadora del amuleto era un individuo femenino,»con fuertes afinidades genéticas con un grupo de individuos del antiguo norte de Eurasia«. Con ello, los paleontólogos buscan vincular estas expresiones culturales con los registros que nos llegan de ADN, desde aquel pasado tan remoto.
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