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Un grupo de científicos estudia los cachalotes y calamares gigantes

Por primera vez en la historia, un grupo de investigadores rastrea electrónicamente a los cachalotes y calamares gigantes que nadan juntos frente a la costa del Pacífico mexicano, a fin de entender sus hábitos alimenticios y de caza.

El uso de dispositivos revela cómo se alimentan y cazan estas criaturas gigantes.
Por primera vez en la historia, un grupo de investigadores rastrea electrónicamente a los cachalotes y calamares gigantes que nadan juntos frente a la costa del Pacífico mexicano, a fin de entender sus hábitos alimenticios y de caza. Tal vez sea la única vez que se hayan aplicado, de manera simultánea y en las mismas aguas, dispositivos de rastreo a predadores de aguas profundas y a sus presas.

El cachalote, uno de los cazadores más grandes del mundo, puede medir hasta 18 metros de longitud y alcanzar un peso de 52 toneladas. Se alimenta de enormes cantidades de peces, pulpos y calamares, incluido el calamar gigante. Hasta ahora se desconocía la forma en que estas ballenas buscaban, detectaban y capturaban a sus presas en aguas profundas.

«Nadie había visto a un cachalote devorando un calamar, así que no sabíamos cómo los atrapaban», señala William Gilly, biólogo de la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford, en Pacific Grove, California. El nuevo estudio rastreó tanto a las ballenas como a uno de sus platillos predilectos: el calamar gigante o de Humboldt, el cual se encuentra en las aguas orientales del océano Pacífico.

La investigación sugiere que estos calamares gigantes son mucho más abundantes de lo que se pensaba con anterioridad, y también revela que los cachalotes se han adaptado a cazarlos en el momento en que los calamares son más vulnerables. Los hallazgos fueron publicados en la revista Marine Ecology Progress Series.

Oscuras profundidades
Los cachalotes, inmortalizados en la novela Moby Dick de Herman Melville, son las ballenas dentadas más grandes del mundo y pueblan todos los mares. Estos animales tienen una voraz preferencia por los calamares. Según los investigadores, cada año los cachalotes llegan a consumir más de 100 millones de toneladas de calamar, el equivalente a la captura anual de toda la industria pesquera del planeta.

El calamar gigante, que goza de una aterradora reputación, es un predador que posee poderosos tentáculos y un afilado pico, lo que le ha valido el sobrenombre de «diablo rojo». Puede pesar más de 45 kilogramos y alcanzar una longitud de dos metros.

Sin embargo, no es mucho más lo que se sabe de los dos animales, dado que viven a gran profundidad. Las dos criaturas pasan gran parte del tiempo en la zona mesopelágica, a una profundidad de entre 200 y 1,000 metros bajo la superficie del mar.

En el otoño de 2004, dos equipos de investigadores colocaron dispositivos en los animales, cerca de Santa Rosalía, población costera de Baja California. Un grupo, a cargo de Gilly, colocó los aparatos en tres calamares, mientras que el otro, dirigido por Randall Davis, profesor de biología marina en la Universidad A&M de Texas, en Galveston, hizo lo mismo con cinco cachalotes (La investigación de Gilly recibió fondos de la Sociedad National Geographic).

Nadadores de las profundidades
Los hallazgos del estudio han permitido esclarecer algunos misterios. «Nadie ha visto comer a un cachalote, de manera que casi toda nuestra información sobre su conducta depredadora es meramente circunstancial -dice Davis-. No obstante, nuestro estudio ofrece algunas explicaciones sobre la forma como podrían capturar a una presa muy activa en las profundidades».

Durante el día, cachalotes y calamares pasan cerca de 75 % del tiempo a una profundidad de entre 180 y 400 metros. De noche, los calamares rastreados pasaron por lo menos la mitad del tiempo a menos de 180 metros de profundidad, seguramente cazando pequeños peces y otras presas que migran hacia la superficie por la noche y vuelven a las aguas profundas durante el día.

No obstante, a diferencia de los calamares, los cachalotes apenas modificaron su comportamiento nocturno y pasaron casi todo el tiempo a una mayor profundidad. «Los cachalotes no se sumergen para cazar cuando abundan los calamares», informa Gilly.

Aun así, los investigadores sí saben que los calamares suelen realizar inmersiones nocturnas rápidas desde la superficie hacia aguas profundas, tal vez para recobrarse después de consumir gran cantidad de energía en aguas templadas o para evitar una exposición prolongada a los elevados niveles de oxígeno próximos a la superficie.

Durante su inmersión nocturna, el calamar tal vez se recupera del estrés de su reciente actividad en la superficie y se vuelve más vulnerable a la depredación de los cachalotes. «Un calamar fatigado se convierte en presa fácil para los hambrientos cachalotes que aguardan en el fondo», afirma Gilly.

El tiempo de respuesta del calamar también puede alargarse debido a una menor concentración de oxígeno, de manera que resulta más fácil de capturar.

Festín
Sin embargo, aún es un misterio la forma en que el cachalote se las ingenia para capturar al calamar. Los científicos creen que tal vez se aproxima furtivamente a la presa o quizá utiliza su sistema sonar biológico para atraparlo. Pero de algo están seguros: abunda la comida para los cetáceos.

El análisis de los datos de rastreo reveló que las ballenas recorrían hasta 100 kilómetros en un día, dentro de un área relativamente pequeña, lo que sugiere que encontraban fácilmente una provisión abundante de calamares. «Ahora empezamos a darnos cuenta de cuántos calamares hay -señala Gilly-. Aquello debe ser un festín para las ballenas».

El calamar gigante es el principal objetivo de la floreciente industria pesquera comercial de Baja California, y ahora se le encuentra desde las costas de Chile hasta Alaska. «Es increíblemente adaptable en cuestión de dieta y puede tolerar temperaturas extremas, así como niveles bajos de oxígeno -explica Gilly-. Es un animal asombroso y desempeña un papel extremadamente importante en el ecosistema del Pacífico oriental -añade-. Su abundancia es una buena noticia para los océanos».

National Geographic

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