Una cosa o dos sobre los gemelos

Cada verano, en el primer fin de semana de agosto, miles de gemelos se reúnen en Twinsburg, Ohio, una pequeña ciudad, nombrada así hace casi dos siglos por unos hermanos que eran gemelos idénticos.

Dave y Don Wolf, de Fenton, Míchigan, han acudido al festival durante años. Al igual que la mayoría de los gemelos que asisten, disfrutan pasar el tiempo uno con el otro. De hecho, durante los pasados 18 años, estos camioneros de 53 años, cuyas barbas idénticas les llegan al pecho, han conducido juntos cerca de cinco millones de kilómetros, transportando de todo, desde pañales hasta sopas enlatadas.

Mientras uno va al volante, el otro dormita en la litera detrás de él. Escuchan las mismas estaciones de música cristiana country y comen la misma dieta de carretera: pepperoni, manzanas y queso cheddar suave. En sus días libres van a cazar o a pescar juntos.

Es un tipo de vida que les gusta. «Debe ser algo de gemelos», dice Don. En el festival, los hermanos se detuvieron en una carpa de investigación patrocinada por el FBI, la Universidad de Notre Dame y la Universidad de Virginia Occidental. Dentro hay técnicos que fotografían a los gemelos con cámaras de alta resolución, toman sus huellas dactilares y escanean sus iris para investigar si el software más moderno de reconocimiento facial puede distinguirlos.

«Aun cuando los gemelos idénticos pueden parecernos iguales a ti y a mí, un sistema de imagen digital puede notar diferencias mínimas en sus pecas, poros o la curva de sus cejas», dice Patrick Flynn, científico informático de la Universidad de Notre Dame.

Pero hasta ahora, dice, incluso los sistemas más avanzados pueden ser engañados por cambios en la iluminación, expresiones faciales y otras complicaciones. Puesto que sus barbas les cubren la mitad de la cara, los hermanos Wolf plantean un reto particular. Esto parece divertirlos.

Naturaleza y crianza
Flynn y sus colegas no son los únicos científicos que trabajan aquí. Con la aprobación de los organizadores del evento, otros más han instalado casetas en las afueras de los terrenos del festival. En la carpa vecina a la del proyecto del FBI, investigadores del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia piden a los gemelos que den un sorbo a unas pequeñas copas de alcohol para ver si reaccionan de la misma manera al sabor.

Junto a ellos, doctores de University Hospitals, de Cleveland, interrogan a hermanas gemelas sobre aspectos de salud femenina. Del otro lado del patio, un dermatólogo de Procter & Gamble entrevista a los gemelos acerca de daños en la piel. Para estos científicos, y para los investigadores biomédicos de todo el mundo, los gemelos constituyen una oportunidad invaluable para desentrañar la influencia de los genes y el ambiente: naturaleza y crianza.

Puesto que los gemelos idénticos provienen de un solo óvulo fertilizado que se divide en dos, comparten virtualmente el mismo código genético. Cualesquiera diferencias entre ellos -un gemelo con piel que parece más joven, por ejemplo- deben ser por factores ambientales, como una menor exposición al sol.

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De manera alternativa, al comparar las experiencias de gemelos idénticos con las de no idénticos o fraternos, que provienen de óvulos separados y comparten en promedio la mitad de su ADN, los investigadores pueden cuantificar la medida en que nuestros genes afectan nuestras vidas.

Si los gemelos idénticos son más similares entre ellos respecto a una dolencia que los fraternos, entonces la vulnerabilidad a la enfermedad puede atribuirse, al menos en parte, a la herencia. Estas dos líneas de investigación -el estudio de las diferencias entre gemelos idénticos para determinar con precisión la influencia del ambiente y la comparación entre gemelos idénticos y fraternos para medir el papel de la herencia- han sido cruciales para entender la interacción de la
naturaleza y la crianza en la determinación de nuestras personalidades, comportamientos y vulnerabilidad a las enfermedades.

Sin embargo, últimamente, los estudios sobre gemelos han ayudado a los científicos a llegar a una nueva conclusión radical, casi herética: la naturaleza y la crianza no son las únicas fuerzas elementales que intervienen. De acuerdo con un nuevo campo llamado epigenética, existe un tercer factor que también interviene en el juego, uno que, en algunos casos, sirve como puente entre el ambiente y nuestros genes y que, en otros, opera por su cuenta para definir lo que somos.

Los gemelos Jim
La idea de utilizar gemelos para medir la influencia de la herencia se remonta a 1875, cuando el científico inglés Francis Galton sugirió este enfoque (y acuñó la frase «naturaleza y crianza»). Pero los estudios con gemelos dieron un giro sorprendente en los años ochenta del siglo xx, después del descubrimiento de muchos gemelos idénticos que habían sido separados al nacer.

La historia comenzó con el caso muy publicitado de dos hermanos, ambos llamados Jim. Nacidos en Piqua, Ohio, en 1939, Jim Springer y Jim Lewis fueron dados en adopción cuando eran bebés y criados por diferentes parejas, a las que se les ocurrió ponerles el mismo nombre de pila.

Cuando Jim Springer se reencontró con su hermano a los 39 años en 1979, dejaron al descubierto otras similitudes y coincidencias. Ambos hombres medían 1.80 metros y pesaban 82 kilogramos. Mientras crecían, ambos tuvieron perros llamados Toy y pasaron vacaciones familiares en St. Pete Beach, en Florida.

De jóvenes, ambos se casaron con mujeres que se llamaban Linda y luego se divorciaron de ellas. Sus segundas esposas se llamaban Betty. Nombraron a sus hijos James Alan y James Allan. Ambos trabajaban como comisarios de medio tiempo, disfrutaban de proyectos de carpintería doméstica, padecían severos dolores de cabeza, fumaban cigarrillos Salem y bebían cerveza Miller Lite.

Tenían la misma sonrisa torcida, sus voces eran indistinguibles y ambos admitieron dejar notitas de cariño por la casa para sus esposas. Tan pronto como oyó hablar de los dos Jims, Thomas Bouchard, Jr., psicólogo de la Universidad de Minesota, los invitó a su laboratorio en Mineápolis.

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Allí, él y su equipo les hicieron una serie de pruebas que confirmaron sus similitudes. «Recuerdo haberme sentado a la mesa con ellos cuando llegaron por primera vez -dice Bouchard-. Ambos tenían las uñas mordidas casi hasta la raíz y pensé: ningún psicólogo pregunta acerca de esto, pero ahí está, saltándote a la vista».

Para entonces, los investigadores habían descubierto otros gemelos que habían sido separados en su niñez y reunidos de adultos. Durante dos décadas, 137 pares de gemelos visitaron el laboratorio de Bouchard, en lo que se conoció como
el «Estudio sobre gemelos criados por separado de Minesota».

Se realizaron pruebas a los gemelos para medir sus habilidades mentales. Se les aplicaron pruebas de función pulmonar y exámenes de corazón, y se midieron sus ondas cerebrales. Les hicieron pruebas de personalidad y de coeficiente intelectual (CI) y respondieron cuestionarios acerca de su vida sexual.

En total, cada gemelo fue bombardeado con más de 15 000 preguntas. Armados con esta montaña de datos, Bouchard y colegas se dispusieron a desentrañar algunos de los misterios más intrincados de la naturaleza humana: ¿por qué algunas personas son felices y otras tristes?, ¿por qué algunos son extrovertidos y otros tímidos?, ¿de dónde proviene la inteligencia general?

La clave para este enfoque fue un concepto estadístico llamado heredabilidad. En términos generales, la heredabilidad de un rasgo mide hasta qué punto se pueden explicar las diferencias entre los miembros de una población por su genética.

Al comparar la probabilidad de que gemelos idénticos compartan un rasgo determinado con la de que gemelos fraternos compartan el mismo rasgo, los investigadores pueden calcular qué tanto de la diferencia se debe a una variación genética.

La estatura de una persona, por ejemplo, se estima a menudo en 0.8, es decir, 80% de las diferencias de estatura entre individuos de una población específica se debe a su estructura genética distinta. Al analizar los datos sobre la inteligencia de los gemelos, el equipo de Bouchard llegó a una conclusión controversial: para personas criadas en la misma cultura y con las mismas oportunidades, las variaciones de CI reflejaban, en gran medida,
diferencias hereditarias más que de capacitación o educación.

Utilizando datos de cuatro pruebas distintas obtuvieron una puntuación de 0.75 de heredabilidad para la inteligencia, lo que sugiere una fuerte influencia de la herencia. Esto contradecía la creencia prevaleciente de que nuestros cerebros eran hojas en blanco esperando ser escritas por la experiencia.

Más alarmante aún para algunos era que esa suposición, de que la inteligencia estaba ligada a la herencia, evocaba las desprestigiadas teorías de los movimientos eugenésicos de principios del siglo xx en Inglaterra y Estados Unidos, que promovían la mejora del acervo genético colectivo mediante reproducción selectiva.

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De cualquier manera, ambas niñas no podían ser dadas en adopción a una sola familia. Si los Shaw y los MacLeod no las adoptaban, las bebés serían regresadas al orfanato y ubicadas con otras familias. En esas circunstancias, las parejas temieron que las niñas pudieran ser separadas para siempre, así que se llevaron a las bebés a Canadá, decididos a hacer lo que consideraban mejor, aunque eso significara criar gemelas idénticas por separado.

Los MacLeod conducen durante cuatro horas a Amherstburg ?o los Shaw viajan a Sutton? cada seis a ocho semanas. Tan pronto como el automóvil de los MacLeod se detiene en el camino de entrada de los Shaw, Lily salta del asiento trasero y corre a los brazos extendidos de su hermana Gillian.

Ahora de 12 años, ambas tienen la cara descubierta y un largo cabello negro que les llega hasta los hombros, aunque recientemente Gillian se puso frenos rosas. «Son hermanas en todo y por todo ?dice Lynette, mirándolas abrazarse?. Como dos gotas de agua».

Los Shaw y los MacLeod saben cuán rara es su situación. Solo hay unos pocos casos similares, que también involucran adopciones de Asia, en los que hermanos gemelos fueron separados y criados aparte a sabiendas. Sus hijas parecen tomárselo con calma.

«No lo detesto. No me encanta ?dice Lily, refiriéndose a ser gemela?. Pero si viviéramos más cerca, nos podríamos invitar a pasar la noche en nuestras casas». «Sí, sería divertido», acepta Gillian. Puesto que han mantenido un contacto estrecho, los padres comparten cada momento importante que han vivido en el desarrollo de las gemelas.

A los 14 meses de edad, por ejemplo, ambas niñas dieron sus primeros pasos el mismo día, una en Amherstburg, la otra en Sutton. Ambas tienen hoyitos en sus dientes y ambliopía, u ojo perezoso. Todavía siendo niñas de pañales, ambas mostraron el mismo comportamiento enérgico.

El estira y afloja entre genética y vida familiar nunca está alejado de sus mentes, dicen las parejas. «Nos gusta pensar que influimos como padres», agrega Allyson. De repente, en medio de una conversación, Lily gira sus ojos exactamente de la misma manera que lo hace Gillian y Allyson recuerda rápidamente a la gemela de su hija. «Es como? ¡guau! -dice-. A veces hace que se me ponga la piel de gallina».

El tercer componente
El que Lily y Gillian parezcan tan similares pese a haberse criado en familias distintas enfatiza en la herencia genética que comparten los gemelos idénticos. Pero para dos hermanos de Maryland la situación es todo lo contrario. A pesar de haberse criado en la misma familia, estos gemelos idénticos no podrían ser más diferentes.