El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima, Japón, seguida por una segunda bomba sobre Nagasaki tres días después, el 9 de agosto. Estos ataques marcaron dramáticamente el curso de la Segunda Guerra Mundial y llevaron a la rendición de Japón. Las explosiones arrasaron las ciudades, mataron a cientos de miles de personas y dejaron tras de sí las “sombras nucleares”, testigos mudos de las devastadoras consecuencias.
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Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos atacó Hiroshima y Nagasaki por su importancia militar y relativa seguridad. Las bombas atómicas usadas en 1945, una con uranio 235 y otra con plutonio 239, liberaron inmensas cantidades de calor y radiación gamma de onda corta, provocando una devastación sin precedentes en ambas ciudades.
Uno de los fenómenos más estremecedores del estallido fueron las sombras nucleares. La intensa luz y calor emitidos por las explosiones grabaron siluetas humanas en las banquetas y superficies sólidas de la ciudad. Estas sombras se formaron donde las personas o los objetos bloquearon la luz térmica, quedando impresas en las estructuras como macabros recordatorios de las vidas que allí se extinguieron.
Cuando una bomba atómica detonaba, su intensa luz y calor emanaban desde el punto de implosión. Esta energía se expandía y, en su trayectoria, los objetos y personas que se interponían absorbían la luz y la energía, protegiendo así a lo que se encontraba detrás de ellos. Esto causaba que la luz circundante blanqueara la piedra alrededor, creando estas «sombras».
El doctor Michael Hartshorne, administrador emérito del Museo Nacional de Ciencia e Historia Nuclear en Albuquerque, explicó a Live Science que estas sombras espeluznantes reflejan, en realidad, el aspecto original de la acera o el edificio antes de la explosión nuclear. El blanqueamiento del resto de las superficies hizo que el área coloreada luciera una sombra oscura.
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Inicialmente, muchas siluetas negras se formaron en Hiroshima y Nagasaki tras las explosiones atómicas de las bombas Little Boy y Fat Man, lanzadas el 6 y 9 de agosto de 1945. Sin embargo, la mayoría se perdió por las ondas explosivas y el calor subsiguiente, además de la erosión causada por el viento y el agua. Varias de estas sombras nucleares se han conservado y están expuestas en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima para la reflexión de futuras generaciones.
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