Doscientos años desde aquella mañana de noviembre de 1819 cuando el Rey Fernando VII inaugurara el Museo Real de Pinturas, en Madrid, con 311 cuadros de su colección privada. Desde entonces, el Museo del Prado ha servido “como espejo de la historia de España,” nos dice Andrés Úbeda, director adjunto de El Museo.
Texto: Maite Basaguren
Han sido los vaivenes de la historia del país y las transformaciones de su sociedad los que han marcado el ritmo al cual el Museo del Prado ha evolucionado.
De sus paredes cuelgan las obras de los más extraordinarios artistas nacionales que coexisten con lo mejor de los extranjeros. 3 millones de visitantes al año inundan los pasillos para encontrarse frente a frente con la grandeza de «Las meninas» de Velázquez.
Turistas y nacionales que tratan de descubrir los enigmas detrás del «Jardín de las delicias» de El Bosco, o llegan dispuestos a deleitarse con la sensualidad de «La maja desnuda» de Goya, y ofrecer sus respetos ante la gallarda figura de Carlos V plasmada en el lienzo de Tiziano, y sentir la inspiración y devoción ante la imagen viva del «Cristo crucificado» de Velázquez, que inspiró una de las mejores poesías de José María Gabriel y Galán.
Los directivos de este museo conocen bien el enorme tesoro del que son responsables y lo trascendente de esta fecha. Por lo que, han decidido conmemorarlo como la ocasión merece.
Esta celebración es “una reflexión sobre el pasado con la vista puesta en el futuro” dice Úbeda. Esa fue la brújula que guió al curador Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española para la muestra: «Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria».
Con 168 obras (34 de ellas son préstamos de otras instituciones) el visitante hace un recorrido artístico y cronológico entre los brochazos sueltos de impresionistas como Manet y Renoir, la modernidad de Picasso, y el expresionismo abstracto de Pollock.
Además hay obras del quattrocento de Botticelli y «La Inmaculada de los Venerables» de Murillo, —pintor ‘de cepa, de solera, y grandeza antigua’, como lo describe el ensayista Ramón Gaya, — entre otras.
El visitante llega buscando el olor a historia, a viejo, a recuerdos y sale perfumado de futuro y de presente. Convencido y confiado de que Museo del Prado le quedan al menos otros doscientos años de camino por recorrer.
Después de dos siglos, ni España, ni los españoles se entienden sin el Museo del Prado, punto de referencia para la identidad colectiva de todo español; “La pintura es suelo firme, cuerpo, carne, es decir realidad… La pintura española es real como no ha podido serlo nunca la realidad misma española”.
Por eso, ahora, al soplar sus 200 velas, todo español siente que sopla al aire su esencia, su carácter, su sentido de pertenencia, sus vínculos con el suelo, con la sangre, con aquello que lo hace español y no otra cosa. Ahora es personal, y lo sopla para que el aire lo lleve ahí, a esa “roca viva” que es el Prado.
Durante el año habrá también exhibiciones temporales de artistas como Velázquez, Goya, Rembrandt, Fra Angelico, Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Pieter Brueghel, y más.
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