En la actualidad, los psicoactivos siguen siendo un tema del que surgen opiniones divididas, pues mucho se habla de las ventajas y desventajas que traen su consumo.
Tan solo en 2021, poco más de 7 millones de personas en Estados Unidos declararon haber usado algún tipo de droga psicodélica y disociativa.
Son definidas como sustancias químicas que influyen en la mente, alterando la percepción, las sensaciones y el estado de ánimo de quienes las consumen. En ocasiones, pueden provocar experiencias visuales, auditivas y sensoriales, así como cambios en la consciencia.
La mayoría de las drogas psicodélicas interactúan con los receptores de serotonina en el cerebro. Estos receptores, particularmente los del tipo 5-HT2A, están involucrados en la regulación de la cognición. Al unirse modifican la actividad neuronal, provocando la alteración de los sentidos.
Ejemplos comunes de sustancias psicodélicas incluyen la dietilamida de ácido lisérgico, regularmente conocida como LSD; la psilocibina, presente en hongos alucinógenos; la mescalina en el peyote y el DMT a través de la ayahuasca.
Aunque el riesgo de experimentar una sobredosis por el consumo de psicodélicos es relativamente bajo, una exposición no regulada puede causar trastornos neuronales como psicosis o dificultades en la memoria.
Por otro lado, investigaciones sugieren que el consumo de sustancias alucinógenas generalmente no crea una adicción. Sin embargo, las alteraciones en la percepción pueden producir comportamientos inusuales y provocar posibles episodios de ansiedad.
Hoy en día, diversas investigaciones apuestan por los psicodélicos como una alternativa para el tratamiento de adicciones, trastornos mentales y dolencias por enfermedades crónicas degenerativas.
En 2016, investigadores del hospital Johns Hopkins, constataron que el uso de psilocibina con apoyo psicológico redujo considerablemente la ansiedad y depresión en personas con un diagnóstico de cáncer terminal.
Otro aspecto de interés en la medicina es la microdosificación. Esta práctica tiene como objetivo consumir pequeñas dosis en una cantidad lo suficientemente baja como para no producir efectos alucinógenos perceptibles.
A pesar de no haber suficientes investigaciones, los usuarios aseguran que las microdosis pueden mejorar el estado de ánimo y revertir problemas en la salud mental.
Este texto fue escrito por Ana Paola Martínez, periodista mexicana entusiasta hacia temas de índole social. Colabora como redactora en National Geographic en Español.
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