Ptolomeo II Filadelfo fundó una ciudad en honor a su madre, Berenice. En el siglo III a.C., la nombró Berenike, buscando la misma grandeza que ella había gozado durante su reinado en Egipto. Con esa intención, desarrolló uno de los puertos más abundantes del imperio, con complejos mercantiles y religiosos únicos. Uno de ellos fue el Templo del Halcón.
Con el paso de los milenios, el puerto se abandonó. La ciudad magna que Ptolomeo II había fundado en honor a su madre sucumbió ante la arena del desierto y, miles de años más tarde, un equipo internacional de arqueólogos intentó buscar sus vestigios. Al excavar el sitio, se encontraron con rituales antiguos nunca antes registrados en Egipto.
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El contacto con la costa este de África, India y gran parte de Arabia se logró a través de Berenike. De la mano de los blemmyes, un antiguo pueblo nómada, la ciudad empezó a ser reconocida como un referente de comercio y cultura. Incluso, el antiguo poeta griego Teócrito la describió como «la tierra entre el Nilo y el Mar Rojo«, documenta Heritage Daily.
Como tal, el complejo religioso de Berenike adquirió una fuerza única en la zona. Especialmente, en Templo del Halcón, desarrollado entre los siglos IV al VI d.C. Así lo indica una estela encontrada en el sitio, de acuerdo con un estudio publicado en American Journal of Archaeology.
En ésta, los arqueólogos encontraron un complejo sistema de creencias único entre los blemmyes. No fue lo único. De acuerdo con el investigador líder, Joan Oller, se encontraron ofrendas, estatuas y documentos que arrojan luz sobre sus actividades religiosas:
“[…] todos estos elementos apuntan a intensas actividades rituales que combinan tradiciones egipcias con aportes de los blemmyes, sustentadas en una base teológica posiblemente relacionada con el culto al dios Khonsu (el antiguo dios egipcio de la Luna)”, explica el investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Entre los vestigios encontrados en el Templo del Halcón, construido hace al menos 2 mil 300 años, se «registraron dos pedestales redondos o bases de altar», escriben los autores, así como cuartos pequeños al interior de algunas zanjas. Y lo que es más: el espacio se usó durante un amplio periodo de tiempo, según «demuestran las múltiples capas de arcilla mezclada con arena que cubrían el piso original«.
Lo que más impresionó a los investigadores fue que, al interior del Templo del Halcón, se encontraron los restos de halcones decapitados. Las aves habían sido sometidas a procesos de momificación antiguos. Además de los elementos arquitectónicos, estos retos confirman la «función ritual asociada con un culto al halcón», concluyen los autores.
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