Cuando el emperador Adriano subió al poder, el Imperio Romano enfrentaba una crisis territorial. Desde el norte, las tribus escocesas se estaban resistiendo a la expansión territorial romana. Además, en Medio Oriente, los judíos querían recuperar los territorios que las huestes imperiales habían conquistado en Armenia y Mesopotamia. Por ello, el joven emperador sabía que tenía que poner orden.
Fue así que, en el año 122, empezó la obra de una de las construcciones más ambiciosas en la historia de Roma: el Muro de Adriano, que heredó su nombre. En respuesta a las trifulcas locales que se experimentaban en los extremos del Imperio, esto fue lo que hizo.
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El Muro de Adriano sirvió, originalmente, para delimitar las fronteras del Imperio Romano. La muralla alcanzó su mayor extensión hacia el siglo II a.C., con una longitud aproximada de 5 mil kilómetros. De acuerdo con la UNESCO, corría «desde la costa atlántica del norte de Gran Bretaña, a través de Europa hasta el Mar Negro, y desde allí hasta el Mar Rojo y por el norte de África hasta la costa atlántica».
Aunque mucho del muro original se perdió, fue uno de los proyectos más ambiciosos de la Antigüedad. La obra fue auspiciada por Adriano, el emperador que gobernó Roma del 117 al 138 d.C. De acuerdo con World History Encyclopedia, «es conocido como el tercero de los cinco buenos emperadores«.
El Vallum Hadriani —como se nombró antiguamente a la muralla de piedra— fue uno de sus proyectos más vistosos. Aunque existe amplio debate teórico sobre la función original de esta construcción, se asume que fue una medida de contención para la inmigración, así como una frontera militar para defender al imperio de las invasiones bárbaras.
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En el año 122, el Muro de Adriano se construyó en el límite más septentrional del imperio. Éste coincidía con la actual Escocia, en el Reino Unido, que en aquel entonces pertenecía a la provincia romana de Britannia. Originalmente, se pensó como una medida defensiva contra los bárbaros nórdicos, que tenían una influencia marítima y bélica significativa en la región.
El medio reconoce a este proyecto como «un ejemplo sorprendente de la organización de una zona militar e ilustra las técnicas defensivas y las estrategias geopolíticas de la antigua Roma».
Su construcción se extendió a lo largo de dos décadas. De hecho, no fue Adriano mismo quien lo inauguró, sino uno de sus sucesores: Antonio Pío, 20 años después de que se empezaron las obras. En aquel entonces, incluía murallas, fosos, fuertes, fortalezas y torres de vigilancia para proteger los límites del Imperio Romano. Hoy, a fuerza del paso del tiempo, poco queda del Muro de Adriano.
En 1987, fue catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Es posible visitar las ruinas en el Parque Nacional de Northumberland, que se ha hecho famoso entre los caminantes que quieren recorrer los fragmentos que quedan de la antigua muralla romana.
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