Así se ve el techo astronómico en la cámara funeraria de la tumba de Ramsés VI | Crédito: R Prazeres (CC BY-SA 4.0)
Llegó un punto en el que la situación era insostenible. Después de décadas de pedir la clemencia de los dioses, y no tener resultados favorables, los egipcios volvieron la mirada a las alturas. Fue así, entre las constelaciones y los movimientos del Sol, que encontraron el calendario egipcio: un sistema para dividir el año en exactamente 360 días, con 5 «añadidos» más.
Este sistema calendárico se desarrolló hacia el III milenio a.C., cuando esta civilización empezó a medir los ciclos agrarios. Específicamente, para poder predecir las inundaciones del Nilo, y evitar que las cosechas se vieran afectadas. Esto es lo que sabemos.
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En el Antiguo Egipto, el ritmo de la vida estaba marcado por el ciclo solar. A nivel simbólico, lo representaron con el trayecto que seguía Ra, el dios del disco solar, a través de la bóveda celeste. A lo largo del día, desfilaba a través del cielo. Por las noches, vencía a los seres de las tinieblas, para resucitar nuevamente al día siguiente: vigoroso y victorioso.
Así, los egipcios también entendían la victoria de la vida sobre la muerte. Por ello, gran parte del desarrollo agrario se basó en la observación de fenómenos astronómicos. Sólo así lograron ‘predecir’ las inundaciones del Nilo —y usarlas a su favor, para aprovechar las jornadas de riego que el río les permitía.
Con todo lo anterior, no había un solo calendario egipcio. En la antigüedad, se emplearon dos, el oficial y el agrícola:
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Por lo cual, Sirio se convirtió en un punto de referencia vital en el calendario egipcio. La mención más antigua que se tiene de ella data de la Dinastía I, cuando se le representó como una vaca sentada con el ideograma de ‘año’ entre los cuernos.
El calendario egipcio consideró sólo 3 estaciones: Akhet, relativa al periodo de inundaciones; Peret, la temporada de siembra; y Chemu, para recolectar los bienes de la tierra.
«El calendario civil egipcio se introdujo más tarde», documenta Britannica, «presumiblemente con fines administrativos y contables más precisos.»
Evidencia de todo ello quedó escrita en las cámaras funerarias de los faraones. Usualmente, los escribas dedicaban los techos de estos espacios para explicar la división anual, considerando incluso las estaciones. Así de importante era el calendario egipcio a nivel simbólico.
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