La ropa eclesiástica

Hay una etiqueta en el Vaticano, y una canícula desafiante.

El vendedor en la sastrería de ropa eclesiástica suda tras el mostrador con los grandes rollos de tela. Las temperaturas rozan los 40 grados. En "Gammarelli" es donde los cardenales, obispos y curas compran sus prendas de vestir, pero a pesar de las altas temperaturas veraniegas, allí no se proporciona auxilio alguno: a los religiosos les toca sudar con su atuendo negro, cerrado hasta el cuello.

"No hay una moda especial para el verano, tan sólo telas algo más finas, pero no hay pantalones cortos para los cardenales", señala uno de los vendedores. "Lo que quieran llevar debajo de la sotana cuando hace calor, claramente es algo que sólo les compete a ellos", agrega.

"La etiqueta es la etiqueta", afirma el jefe de la redacción alemana de Radio Vaticano, Pater Bernd Hagenkord. Pero él no se tiene que regir por ella, pues señala que puede acudir con camiseta y pantalones cortos a la radio. No dejamos de venir a trabajar por la canícula, agrega Hagenkord, pero "todo el mes de agosto lo tenemos prácticamente libre porque las autoridades vaticanas cierran".

El Papa Francisco, a diferencia de sus predecesores, no descansa en Castel Gandolfo, una localidad a las afueras de Roma más fresca, sino que se queda en la abrasadora metrópolis. Tan sólo podrá buscar algo de frescor en determinados lugares tras los gruesos muros del Estado confesional. "En invierno no llega nunca a ser un lugar cálido, pero en verano es agradable", señala Hagenkord.

El Papa se libra justo ahora del pegajoso calor con la visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay, donde actualmente la temperatura es considerablemente más baja. Pero de forma general, al sumo pontífice la Iglesia católica le va mejor que al resto de religiosos, pues él viste de blanco.

En invierno su sotana es de lana y en verano de seda natural, una tela mucho más ligera e incluso algo transparente. Algunos incluso aseguran haber adivinado qué es lo que el Papa viste debajo, pero de forma oficial, claro está, no hay información alguna.

El único auxilio con el calor puede venir de la brisa, pues sucede a menudo que al Papa se le vuela el solideo, lo que suele deberse a que hay algo de corriente.

Pero los religiosos no son los únicos que pasan apuros, también los turistas, que acuden en masa los miércoles a la audiencia general y esperan en la plaza a pleno Sol. "Hay que acudir con un paraguas, un sombrero y mucha, mucha agua. No hay otra protección del Sol", dijo una mujer que atiende peregrinos en Roma. A menudo la gente sufre golpes de calor. "Y por esa razón hay muchas ambulancias en la plaza de San Pedro", agregó.

En julio el Papa no celebrará audiencias generales. Pero la larga espera, incluso de horas, para visitar la basílica de San Pedro o los Museos Vaticanos, ya supone para el turista una buena sudada.

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