Luna Fría vista desde la CDMX, el 8 de diciembre de 2022. | Crédito: Laura O'Dogherty / IG: @lau.s.photography
La noche del 8 de diciembre de 2022, la Luna Fría se mostró por última vez en todo su esplendor redondo. Honrando las tradiciones de las naciones originarias en Estados Unidos, se le conoce también como Luna de Hielo, ya que coincide con la época invernal en el Hemisferio Norte del Planeta. Al ser la última luna llena del año, la mirada se eleva casi por acto reflejo.
Laura O’Dogherty, astrofotógrafa para National Geographic en Español, explica que fotografiar al único satélite natural de la Tierra resulta de años de mirar la bóveda celeste. «Yo viví fuera de México muchos años, por lo que no pude estar muy cerca de mi familia,» comparte en una entrevista exclusiva para la revista. «En procesos de muerte, yo no pude estar ahí: estaba muy lejos«.
Su madre la consolaba diciéndole que aquellos seres queridos que habían trascendido se habían convertido en estrellas. Fotografiar la bóveda celeste al anochecer, entonces, se convirtió en un homenaje a aquellos que ya no están. «Quería capturarlo», profundiza. «Es una manera de preservar sus recuerdos.»
O’Dogherty confiesa que, con el equipo que tiene disponible, es prácticamente imposible capturar las estrellas. Más aún en la Ciudad de México, donde actualmente radica, por la intensa contaminación lumínica que aqueja a la capital. «[Las estrellas] son chiquititas y están muy lejos», explica en entrevista. «Pero siempre tuve el interés.»
Cuando estalló la crisis sanitaria por COVID-19, la astrofotógrafa estaba de intercambio en la Universidad de Georgetown. Como parte de las materias que tenía que acreditar, inscribió una sobre fotografía de calle. En esa coyuntura, naturalmente, no había nadie afuera. Entonces, decidió mirar al cielo nuevamente.
La astrofotógrafa recuerda que, estando en la playa con una de sus primas, vio a la luna en el borde del mar:
«En ese momento, yo tenía una Canon súper viejita. Era mi primera cámara, y le había comprado un telezoom para mis clases de fotografía,» recuerda. «No son las mejores, pero le empecé a tomar fotos a la Luna.»
De vuelta en clase, su profesor se sorprendió de ese acercamiento a la fotografía de calle. O’Dogherty recuerda haber pensando que, por algo, los griegos asociaban un estado hipnótico al asombro que nos genera mirar a la Luna: los lunáticos eran aquellos que se quedaban atrapados por su encanto místico, documenta Scientific American. Siempre hay un silencio, una sorpresa que se repite.
Lo mismo le sucedió este 8 de diciembre de 2022, con la Luna Fría.
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La experiencia de fotografiar el cielo no terminó ahí. Aún en Georgetown, para otro de los proyectos para esa misma asignatura, O’Dogherty decidió hacer una serie de pájaros. Los resultados fueron tan buenos, que The Anthem —la revista universitaria oficial— las publicó como imágenes destacadas de otoño 2020.
Al volver a México para Navidad, su padre le regaló una Nikon COOLPIX P1000: la única cámara que existe para fotografiar aves y la Luna, específicamente. Aunque en un inicio seguía muy apegada a su cámara anterior, una noche de luna llena decidió probar con su nueva adquisición. No se detuvo.
«Para mí fue como tener una conversación con alguien», explica la astrofotógrafa. «Hoy, mi modelo favorito es la luna: un ser que me da permiso de acercarme para hacerle retratos.»
Esa serie de coincidencias la llevó a, cada luna llena, quedarse por horas sentarse a dialogar con el satélite —incluso, a fuerza de resfriados y desvelos maratónicos. Desde entonces, con cada luna llena que pasa, Laura O’Dogherty amplía su acervo de imágenes de nuestro único satélite natural. A veces, teñido en tonos rojizos; otras, en todo su esplendor pálido.
Y en cada ocasión, se repite ese silencio: aquel trance hipnótico que le permite ver una cara más del lado luminoso de la luna. Ninguna foto es igual.
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