La Cueva del Unicornio, en Alemania, ha sido una mina de hallazgos paleontológicos desde la Edad Media. Colmillos de mamut, dientes de oso y restos de animales extintos han estado entre los artículos más buscados al interior. Las malas lenguas afirmaban que, incluso, en las cámaras más profundas merodeaban dragones imposibles de vencer. Las inscripciones en las paredes sugerían la existencia de unicornios y otros animales míticos.
Aunque no existe ninguna evidencia que respalde la presencia de estas bestias mitológicas en la cueva, lo cierto es que ha sido un espacio que ha dado pie a amplia investigación sobre las formas de vida prehistóricas. Más recientemente, se ha extendido a los neandertales, que dejaron ahí figurillas talladas sobre hueso. Aparentemente, con fines más estéticos que prácticos.
Gabriele Russo quedó maravillado al encontrar restos animales tallados en la Cueva del Unicornio, en Alemania. Esto no fue precisamente lo que lo sorprendió: era común, entre los neandertales, que los huesos de diversas especies utilizadas como alimento se aprovecharan para hacer instrumentos, herramientas e incluso vasijas.
Lo que le arrebató el aliento verdaderamente fue que las piezas que encontró no parecían tener uso práctico alguno. Apenas con canales superficiales, era claro que habían sido intervenidas por la mano humana. Sin embargo, las líneas inclinadas sobre la superficie no tenían función alguna, según se aprecia en el material fotográfico de National Geographic. Esta condición llevó a Russo a pensar que, tal vez, podría estar relacionada con la producción plástica primitiva.
A diferencia de otras piezas encontradas al interior de la cueva, el patrón de corte en estos huesos no parecía producto de un utensilio creado para extraer carne o tuétano. Por esta razón, el experto pensó en relacionarlo con un diseño decorativo: una intención que generalmente no se le atribuye a los neandertales. Considerados como versiones más burdas de los seres humanos contemporáneos, cualquier posibilidad de inspiración estética o pensamiento más complejo les había sido completamente anulada. Hasta ahora.
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Para crear arte se necesitan dos cosas: significación e intención. El estudio paleontológico no había considerado la posibilidad de que los humanos anteriores a los seres humanos tuvieran la capacidad de lograr alguna de estas dos cosas. Ni siquiera con la llegada de los seres humanos a Europa, hace 45 mil años, se tiene un registro de arte como tal en el planeta. Ese desarrollo, se suponía, había sido muy posterior.
Publicado en Nature Ecology and Evolution, el estudio sugiere que los huesos tallados de la Cueva del Unicornio tienen al menos 51 mil años. Esta datación revela un campo completamente ignorado de la posibilidad de un arte no revisado a nivel histórico, ya que la producción estética para los neandertales no se consideraba como parte de su actividad cotidiana.
A pesar de esto, el hallazgo de estas figurillas al interior de la cueva revelan que, incluso antes de que los Homo sapiens llegaran a Europa, ya existían indicios de arte primitivo al interior de las formaciones rocosas del continente. Las tallas sobre el hueso no parecen azarosas. Por el contrario, tienen una intencionalidad deliberada, que revela un pensamiento trascendental superior al del resto de los primates prehistóricos.
Las tallas realizadas sobre los huesos encontrados en la Cueva del Unicornio —que bien podrían ser consideradas figurillas en sí mismos— sugieren un inicio previo de la cultura en la Tierra. La intención de generar productos artísticos revela una necesidad de permanencia y trascendencia por parte de estos primates, muy anterior a la llegada de los seres humanos al continente europeo.
De otra manera, según dice Russo, no hubieran tenido la curiosidad de plasmar su obra en los materiales con los que trabajaban. Menos aún si no tenían una funcionalidad práctica aparente. Por tanto, los descubrimientos de este equipo de paleontólogos sugieren un panorama todavía más amplio: podría ser que estos restos sean la cúspide de la producción artística neandertal, que hace alusión a conceptos elevados de su cultura primigenia:
«Es una idea, un motivo planificado que tienes en mente y lo traduces en realidad», dice Thomas Terberger, arqueólogo de la Universidad de Göttingen, refiriéndose al patrón en el hueso. «Es el comienzo de la cultura, el comienzo del pensamiento abstracto, el nacimiento del arte».
A pesar de que podría argumentarse que la belleza está en el ojo del espectador, la intención de generar un producto estético plasmada en estos huesos intervenidos es innegable. Es una realidad que la definición de ‘arte’ y ‘cultura’ varían de un grupo humano a otro. Sin embargo, éste podría ser uno de los rastros más antiguos que tenemos hasta hoy de la necesidad de comunicar símbolos con significados más elevados que nosotros mismos —quizá inaccesibles, si no fuera por la vía artística.
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