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¿La Tierra es tan especial como creemos?

Tal vez te sorprendas al conocer algunos factores que hicieron de la Tierra un lugar acogedor para la vida.

Es posible que la Tierra no sea tan especial como creemos. ?Le diré que, fácilmente, podríamos haber tenido esta conversación en Venus?, revela Mark Jellinek, geólogo que estudia la formación de los planetas.

Me imagino parada bajo la densa atmósfera de gases de invernadero que achicharra la superficie de Venus, donde la temperatura alcanza niveles suficientes para fundir plomo. Muchas veces se ha dicho que Venus y la Tierra son los planetas más comparables ?por su tamaño y composición similar, y su distancia respecto del sol-, pero ?fácilmente? me parece una exageración.

O quizás no lo sea. Según una investigación reciente, si reiniciáramos el ?experimento? de nuestro sistema solar, cualquier modificación temprana, por más insignificante que fuera ?como el calor interno, el clima o el contenido de agua-, cambiaría por completo el curso de la historia planetaria, afirma Adrian Lenardic, científico planetario de la Universidad Rice.

Tal vez ese retroceso haría que la vida se originara en Venus y no en la Tierra; o simplemente, que no hubiera vida. Después de todo, los científicos están descubriendo que nuestro clima templado pudo haber influido mucho más que el tamaño perfecto de la Tierra y su rotación justo a la distancia correcta alrededor del calcinante sol. No podemos ignorar la historia de un planeta: ?Cómo llegó adonde está; cómo empezó; cómo evolucionó en el tiempo?, explica Lenardic.

En el estudio publicado en la revista Nature Science, Jellinek, de la Universidad de Columbia Británica, argumenta que el punto de inflexión para la Tierra pudo ser un periodo intensivo de impactos de meteoritos. Dichos impactos debieron exfoliar la superficie terrestre, retirando elementos radiactivos que producían calor y permitiendo que se enfriara el planeta; y al mismo tiempo, pusieron en marcha el controlador del termostato interno de la Tierra, conocido como tectónica de placas.

Por otra parte, la habitabilidad tampoco es permanente.

En Marte han descubierto canales fluviales y lechos lacustres secos que sugieren que el ahora polvoriento planeta tuvo un pasado acuoso. Así que, tal vez, hubo vida reptando en esas aguas. ¿Y quién sabe? ?Venus pudo haber sido un mundo bastante habitable durante mucho tiempo?, sugiere Lenardic.

Entonces, ¿cuál es la receta más reciente para un planeta habitable? Los ingredientes posiblemente te sorprenderán.

Temperatura del horno

Para albergar fauna y exuberante vegetación, como la nuestra, los científicos siempre han dicho que los planetas deben encontrarse dentro de la llamada ?zona habitable?. Esa sección del espacio se encuentra a una distancia ?Goldilocks? de una estrella, donde el planeta recibe justo el calor necesario para pueda haber agua líquida.

?En cierta medida, nadie disputa ese punto?, dice Lenardic. Y es que el concepto es bastante intuitivo: si el planeta se aproximara demasiado a una estrella candente, se incineraría; y si se alejara en exceso, se congelaría.

Sin embargo, la situación es mucho más complicada. Por ejemplo, ¿a qué distancia de la estrella se encuentra la zona habitable? Eso depende del calor de la estrella.

Y además, hay que considerar el tamaño del planeta. Si es muy pequeño, su atmósfera escapará a la gravedad y se perderá en el espacio. Si es demasiado grande, su atmósfera se volverá densa e ?hinchada?, y se convertirá en un gigante congelado como Neptuno y Urano, explica Nick Cowan, científico planetario de la Universidad McGill.

Los descubrimientos del telescopio Kepler de NASA?lanzado en 2009 para buscar mundos que puedan sustentar vida- demuestran que un planeta con hasta 1.5 veces el radio de la Tierra podrían ser habitables, informa Cowan.

De los 1,030 planetas (y más) que Kepler ha identificado, solo un puñado reúne los estándares Goldilocks de tamaño y distancia, siendo Kepler 452b el más parecido a la Tierra.

Con todo, esas características, por sí solas, no hacen que un mundo sea habitable. Y un creciente consenso científico opina que la receta es mucho más compleja. (Lee: Vida más allá de la Tierra)

La corteza perfecta

La superficie exterior de la Tierra es flexible: impelida por el agitado interior, se estira y contrae en lo que se conoce como convección del manto. En algún momento de la historia geológica ?aún se debate cuándo-, ese tira y afloja rompió la superficie en una colección de placas móviles.

¿Por qué son importantes? Porque las placas forman parte del termostato terrestre y sus colisiones precipitan erupciones volcánicas, las cuales ?eructan? los gases de invernadero que necesita la atmósfera. Conforme la Tierra ?se irrita?, las colisiones arrastran gas adicional hacia las profundidades, explica Cowan.

La Tierra es el único planeta conocido con un sistema de placas que se mueven activamente, proceso denominado tectónica de placas y según Jellinek, eso es lo que realmente nos distingue.

Recientes simulaciones computarizadas han demostrado que aun en Marte, con la mezcla perfecta de gases en el cielo, un sistema tectónico activo habría producido una superficie planetaria bastante habitable, informa James Kasting, científico planetario de la Universidad Estatal de Pennsylvania, quien ayudó a desarrollar el concepto moderno de una zona habitable.

Los ingredientes adecuados

Pero, ¿qué ocasiona el movimiento de las placas? Los ingredientes adecuados.

Cuando los planetas se formaron durante la condensación de una nube de polvo, siseaban con el calor de un núcleo interno fundido e irradiaban calor debido a los elementos radiactivos de su superficie. Una superficie caliente se dobla y flexiona, pero igual que una barra de chocolate en el congelador, el planeta se endurece al enfriarse; y cuando se congela, puede rompernos los dientes, si no cede.

Jellinek argumenta que, con el tiempo, la Tierra alcanzó una temperatura ideal, lo bastante fría para que la corteza se rompiera durante la intensa lluvia de meteoritos que golpeó a nuestro joven planeta a lo largo de sus primeros 20 o 30 millones de años, arrancando de la superficie algunos elementos radiactivos que producían calor.

Agrega que Venus podría ser un ejemplo de lo que ocurre cuando las temperaturas permanecen elevadas. En vez de las placas terrestres que se mueven lentamente, la superficie de Venus es demasiado caliente y ?aguada? para fracturarse. A la larga, el calor se acumula hasta ?que toda la superficie colapsa?, dice Jellinek. Esto precipita un volcanismo catastrófico que deja al planeta en un estado de invernadero.

Pero si Venus hubiera sido el blanco de la lluvia de meteoritos en vez de la Tierra, ¿habría cambiado la historia de la vida? Jellinek considera que es muy posible. Mas no todos los científicos están de acuerdo. Kasting argumenta que nuestro vecino, Venus, está demasiado cerca del sol para sustentar la presencia de agua líquida.

Pequeño y helado, Marte es el otro extremo: su superficie jamás se rompió.

Tampoco podemos analizar los ingredientes superficialmente. La agitada convección del núcleo terrestre impulsa el movimiento de las placas, de modo que si los minerales son muy densos, ?compactarán la convección del manto volviéndola más lenta?, dice Cayman Unterborn, estudiante de posgrado de la Universidad Estatal de Ohio.

¿Recuerdas al ?planeta de diamante?? Ese denso relleno de carbono impide que pueda iniciarse la convección, afirma Unterborn.

Probar la receta

¿Cuál de estos factores es más importante para la habitabilidad? Es difícil saberlo.

El mayor problema de crear una receta para la vida es que no hay gemelos de la Tierra que podamos estudiar. ?Hacemos pruebas para este sistema solar y asumimos que es universal?, dice Lenardic.

Hasta 2009, cuando NASA lanzó la sonda espacial Kepler en busca de planetas habitables, la comunidad científica asumió que nuestro sistema solar era un modelo de otros mundos.

Pero lo que hemos visto es que ?nuestro sistema solar es un fenómeno?, dice Cowan. ?Creo que, a la larga, vamos a descubrir que algunas de las cosas que hemos concluido, basados en la Tierra, simplemente no son ciertas?.

Tomemos el ejemplo del campo magnético terrestre, que presuntamente ayuda a mantener nuestra atmósfera en su sitio. Si bien es probable que nos proteja de vientos y erupciones solares, ¿es realmente importante para la habitabilidad? Según Jellinek y Lenardic, hacen falta evidencias.

La respuesta puede estar en cualquier lugar de la galaxia.

Un mundo de nuevas posibilidades se perfila en el horizonte. NASA lanzará su telescopio James Webb en 2018, pero según Cowan, incluso ese avanzado instrumento estará limitado a escudriñar nuestro traspatio, a unos diez años luz de la Tierra.

Para obtener detalles realmente minuciosos, necesitamos utilizar telescopios de la ?siguiente, siguiente generación?, agrega Cowan: HDST, LUVOIR, y ATLAST, por mencionar algunos. Esos mega telescopios ?enormes, como cinco autobuses puestos en fila- buscarían posibles gemelos de la Tierra en rincones mucho más apartados e incluso harían bosquejos de las nubes, los continentes y los océanos que cubren sus superficies.

Aunque es improbable que ocurra un lanzamiento antes de 2030, las posibilidades son tentadoras.

National Geographic

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