Chorros de ácido submarino, vapores de azufre, radiación y espacios sin oxígeno. Estos son algunos de los espacios predilectos de los organismos extremófilos, que se reproducen y viven en condiciones que para cualquier otro ser en la Tierra serían inhóspitas. Microscópicos y resistentes, desafían los parámetros conocidos de la vida en nuestro planeta.
Estos organismos son antiguos y muy diversos. Han poblado la Tierra desde hace miles de millones de años, y todavía hoy, algunos de ellos disfrutan de ambientes en los que las temperaturas medias son de -200ºC.
Un ejemplo son las células procariotas, amantes de la presión al fondo de la Fosa de las Marianas, o los tardígrados (también conocidos como osos de agua), capaces de sobrevivir a la radiación espacial y suspender sus procesos metabólicos por largos periodos de tiempo para adaptarse a las condiciones más hostiles.
Si algo tienen en común los extremófilos, es que son formas de vida que se desarrollan en los límites de la existencia en el planeta. Algunas bacterias devoran ácido, por ejemplo. Se pensaría que este tipo de organismos sólo viven en zonas inhóspitas como la Antártida, como los descubiertos en febrero de 2021 a 900 metros de profundidad, sin embargo, están más cerca de lo que se pudo haber pensado: se les ha avistado en la Gran Fuente Prismática de Yellowstone, en Estados Unidos.
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De la misma manera, es común encontrar este tipo de microbios en las profundidades de volcanes, en los espacios hidrotermales. En un análisis reciente del sedimento del Volcán de Brothers, en Nueva Zelanda, un equipo de biólogos encontró 285 tipos diferentes de organismos extremófilos, nunca antes vistos por la ciencia.
Según el equipo de biólogos, es común encontrarlos en las paredes del volcán, dependiendo de la temperatura y la acidez del agua presente (que puede elevarse hasta 120ºC). Los hallazgos del estudio no sólo añaden más formas de vida al catálogo de microbios, sino que ha proveído de nuevas herramientas de análisis a los científicos para investigar parajes extremos.
La dificultad del proyecto de investigación radica en lo realmente difícil que es no sólo analizar, sino llegar a este tipo de formas de vida. Es peligroso y en la mayor parte de las ocasiones, francamente inaccesible. A pesar de esto, Mircea Podar, genetista de sistemas del Laboratorio Nacional Oak Ridge en Tennessee y coautora del estudio, destacó que «nos dirigimos a un punto en el que los microbios pueden ser muy informativos sobre el entorno del que provienen».
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