Cuando una persona ingiere una pastilla, los efectos de ésta no terminan cuando sale del organismo humano. Por el contrario, el camino de contaminación de las sustancias apenas comienza después de ir al baño y uno de sus efectos más nocivos de está relacionado con los antidepresivos y la vida marina.
Una gran parte de la contaminación de los océanos es ocasionada por la industria farmacéutica. Los residuos por plástico no son los únicos que están dañando gravemente el bienestar de las especies marinas, así como el equilibrio ecológico de los ecosistemas. Los medicamentos también juegan un papel importante en este desbalance.
Estas sustancias son tóxicas para la diversidad marina. Diversos sistemas de alcantarillado terminan en las olas, y acarrean este tipo de residuos hasta los animales, a quienes nunca se les prescribieron medicamentos para tratar la depresión o la ansiedad.
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Los residuos de antidepresivos aturden e influyen directamente en su salud. Este fenómeno se ha observado en la manera en la que sus comportamientos cambian al tener contacto con estas sustancias.
Según el ecologista evolutivo Giovanni Polverino de la Universidad de Australia Occidental, apenas estamos viendo las primeras consecuencias de esta contaminación:
«Los efectos colaterales de los contaminantes psicoactivos en la vida silvestre son cada vez más preocupantes. Los fármacos psicoactivos se dirigen a los receptores del cerebro humano que se conservan evolutivamente en todo el reino animal; por lo que quizás no sea sorprendente que puedan afectar a especies no objetivo».
Para profundizar en la problemática, Polverino y su equipo realizaron un experimento de dos años en el que sometieron a un tipo de pez específico, los Poecilia reticulata, a niveles bajos de fluoxetina, el antidepresivo del mundo. Los resultados no fueron favorables.
Algunas de las alteraciones más importantes están relacionadas a la actividad normal de ciertos peces, a su capacidad de socializar, patrones de alimentación, rutas migratorias e incluso su apareamiento.
Sin embargo, se tiene conocimiento que estas concentraciones son muy inferiores a las que se encuentran actualmente en los océanos. Según las observaciones de Polverino, los peces pierden su capacidad de individualidad cuando se les expone a los antidepresivos, y es muy probable que otras especies también tengan repercusiones vitalicias.
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