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La historia de Jamie Jahnsen, la mona que sufrió un accidente eléctrico y logrará dar a luz

Después de resultar malherida de un choque eléctrico en Costa Rica, el equipo de internas en Alturas Wildlife Sanctuary se encargó de rehabilitar a la mona Jamie Jahnsen. Ésta es su historia.

Jamie Jahnsen no tenía nombre cuando llegó al Alturas Wildlife Sanctuary, en Costa Rica. Después de sufrir una descarga eléctrica, dos personas la encontraron en la carretera. Malherida y desconcertada, la metieron a una bolsa negra de lavandería en medio de la selva de de San Martín, al norte del país. Así, la llevaron a las puertas del santuario, donde sabían que podría ser atendida de la mejor manera.

A pesar del choque eléctrico —que seguramente tuvo después de entrar en contacto con el cableado público—, la mona aulladora llegó consciente al santuario. Ingresó al área de urgencias, donde típicamente se atienden los casos más delicados. En ese momento, sin embargo, no estaba la veterinaria encargada del espacio: sólo estaban las internas.

Como la persona que rescató originalmente a la mona sólo hablaba inglés, al llenar la forma de ingreso, en lugar de escribir el nombre científico del animal escribió su propio nombre: James Jahnsen. Las internas decidieron llamarla de la misma manera, mientras atendían la emergencia.

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Una consulta por videollamada

Retrato de Jamie Jahnsen en una caja transportadora, al ingresar al santuario. Fotografía: Alessandra de Zaldo

Jamie Jahnsen se identificó como un ejemplar adulto de Alouatta palliata, una especie de primate ampliamente extendida en América Central. Según la base de datos Naturalista, depende mayormente del bosque tropical maduro y, a causa del avance urbano desmedido, se encuentra amenazada.

Alturas Wildlife Sanctuary «se construyó en medio de la jungla, en la cima de una montaña. De ahí su nombre», explica Alessandra de Zaldo, colaboradora para América Latina de National Geographic en Español. La periodista estuvo ahí cuando Jamie Jahnsen ingresó al santuario.

A la izquierda, la pasante Charlotte Meiggs sosteniendo de un lado a J.J. A la derecha, Claire Hibbett sosteniendo entre toallas y guantes para sacarla de la caja transportadora. Las manos sosteniendo la jeringa le pertenecen a Maeve Gaffney. Fotografía: Alessandra de Zaldo

Tan pronto como la mona llegó, las internas se comunicaron con Sandy Quirós Beita, veterinaria del santuario. Ella no estaba ahí, porque su turno ya había terminado. Sin embargo, De Zaldo y el equipo la llevaron a la clínica en una caja transportadora. Desde ahí, iniciaron una videollamada con Quirós:

«Estaba un poco preocupada sobre si se sentirían seguras para manejar una emergencia que no habían experimentado antes», explica la veterinaria en entrevista exclusiva. «Les pedí [a las internas] que le dieran a la mona algunos medicamentos para el dolor y me describieron muy bien las heridas. Me impresionó mucho cómo sobrellevaron toda la situación.»

En un inicio, la mona conga estaba molesta: les gruñía y era difícil manipularla, dice De Zaldo. Por ello, tuvieron que esperar alrededor de media hora para inyectarle analgésicos. Mientras tanto, Quirós dirigió al equipo a distancia, dándoles instrucciones precisas: «tomen a la mona por la cola, denle las medicinas, métanla al kennel

Para referirse a la mona aulladora, el equipo empezó a llamarla sencillamente ‘J.J.’.

Dos ritmos cardiacos

A la izquierda, se encuentra la asistente veterinaria, Rebecca Soto, quien sostiene la máscara de anestesia. A la derecha, la veterinaria Sandy Quirós realiza el ultrasonido. Fotografía: Alessandra de Zaldo

Tras el choque eléctrico, Jamie Jahnsen seguramente recibió un impacto fuerte al caer en la carretera. Quirós dice que llegó deshidratada y con una herida en el mentón. Al revisarla con más cuidado, encontraron que tenía leche en los senos: sólo entonces se dieron cuenta de que estaba embarazada.

«Finalmente hicimos la ecografía para ver si realmente estaba embarazada y sí, el feto era muy pequeño», dice la especialista. Al realizar una ecografía, vieron el corazón del feto latir:

«Nos puso muy felices saber que el bebé todavía estaba vivo. Estábamos muy preocupadas también porque pensamos: ‘No es sólo una vida, hay dos en este momento que realmente tenemos en nuestras manos'».

La recuperación fue rápida. Tras sólo 5 días, la mona se había recuperado por completo. No podría ser de otra manera: según Quirós, los monos aulladores se deprimen si están mucho tiempo en cautiverio. Como son animales sociales, viven en grupos de tropa. «Siempre tratamos de liberarlos lo antes posible, para que puedan encontrar a su familia«, añade la veterinaria.

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Redes de contacto

Rebeca dejando que J.J. recargara su mano sobre su brazo para brindar cierto apoyo. Fotografía: Alessandra de Zaldo

A diferencia de otras instituciones parecidas en América Latina, este espacio se especializa en rescatar, rehabilitar y liberar a los animales que ingresan. Venidas de otras partes del mundo, el equipo de internas del Alturas Wildlife Sanctuary está integrado por personas que buscan aprender más sobre la conservación de especies en peligro, según explica el espacio en su portal oficial.

Por ello, hay ocasiones en las que el equipo de voluntarios tiene que atender emergencias como la de Jamie Jahnsen. Deben de conocer el protocolo de ingresos para los ejemplares que llegan lastimados.

Después de llenar la forma de ingreso, «solemos hacer radiografías, ecografías y otros exámenes de laboratorio», explica Quirós. «Intentamos verificar el análisis de sangre general y la bioquímica para ver cómo están funcionando los órganos.»

Todo depende del estado en el que se encuentre el animal. En general, son diversos tipos de primates, felinos selváticos, osos hormigueros y perezosos. Muchos de ellos llegan porque las personas se los encuentran en medio de la selva. Sin embargo, también tienen relaciones sólidas con otros santuarios en la zona, por lo que pueden contactarse entre sí por si necesitan ayuda especializada.

Fotografía: Alessandra de Zaldo

Por la cercanía que esta red de santuarios naturales han logrado con la comunidad local, las personas ya saben que deben de acudir a estos espacios especializados para dejar a los animales que se encuentran. «La comunidad sabe que [quedárselos en casa] no es bueno para el animal», dice Quirós, y atribuye esta consciencia al trabajo que ha realizado Alturas Wildlife Sanctuary hasta ahora.

Aunque la mayoría de las personas que trabajan en el santuario son mujeres, Quirós reconoce que la gente externa se sorprende de que la especialista que les atiende sea mujer. «Todavía existe la sensación de que los veterinarios son hombres, especialmente si se trabaja con especies peligrosas», reconoce. «La gente esperará encontrarse con un tipo grande y corpulento trabajando con ellos«.

En su lugar de trabajo, sin embargo, ése no es el caso.

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Volver a la selva

Erika Forbes abriendo la caja transportadora para liberar a J.J. de regreso con su manada en medio de la selva. La pasante, Charlotte Meigs, observa en la parte trasera. Fotografía: Alessandra de Zaldo

Alessandra dice que ver a Jamie Jahnsen regresar a la selva fue «como una epifanía, ya que el 90 % de los animales lastimados entran al santuario por razones humanas». Atropellos, choques eléctricos en el cableado público y ataques directos de seres humanos están entre las causas más comunes de daño a la biosfera.

Ver cómo la mona regresaba a su hábitat fue como cerrar un ciclo, recuerda la periodista:

«El animal no sabía qué estamos haciendo, realmente», dice De Zaldo. «Cuando la liberamos, nos miró como diciendo, ‘¿ya me puedo ir?’. Y se fue corriendo a los árboles.»

De Zaldo recuerda un sentimiento de mutuo agradecimiento entre la mona y el equipo de internas. Eso percibió mientras la miró regresar, con el feto desarrollándose en su vientre, al verdor perenne de la selva costarricense.

Erika Forbes mirando a Jamie Jahnsen volver a casa. Fotografía: Alessandra de Zaldo

Este artículo se escribió a dos plumas entre la fotógrafa mexicana Alessandra de Zaldo y Andrea Fischer, editora web de National Geographic en Español. De Zaldo ilustra el texto con fotografías desde el Alturas Wildlife Sanctuary, en Costa Rica.

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