Proverbios salvajes para recorrer el delta del Okavango.
En este mundo de atardeceres anaranjados, de antílopes que rebasan los dos metros de altura y cros ululantes que invocan a la lluvia, lo que se entiende por sabiduría tiene más que ver con leer el paisaje que a Michael Foucault.
Donde las persecuciones felinas son más frecuentes que las policiacas, un par de ojos y oídos bien entrenados son la diferencia entres ser testigo de una jauría al acecho o ser su cena.
Contar los colores de una gallina guinea
Aterrizar en el diminuto aeropuerto de Maun es el comienzo de la odisea, la gran ciudad es la quinta más numerosa del país, no alcanza ni si quiera los 60 mil habitantes. No hay rascacielos, industria, ni estadios enormes. Muchas de las calles ni siquiera están pavimentadas.
A unos minutos de aterrizar, un par de jirafas se asoman para darnos la bienvenida, terriblemente cálida, a la capital turística de Botsuana.
Después nos dirigimos a Sandibe, uno de los lodges que sirven como base para explorar la región. Al bajar del avión nos recibe una avestruz, una jirafa, un sol abrasador y un par de gallinas de guinea que huyen despavoridas. Nos encontramos en la desembocadura fluvial terrestre más extensa e impresionante del mundo, el corazón del África virgen y el hogar de una de las poblaciones más numerosas de elefantes y búfalos de la tierra.
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La gentileza mató al avemartillo
El trayecto del lodge dura un poco más de una hora, nos detenemos cuando vemos una cría de jirafa de apenas unos meses, y de pronto una docena de correcaminos nos vence en una carrera involuntaria. Finalmente llegamos al campamento de Sandibe, el cual esta nuevecito. Tiene electricidad, internet y hasta un horno para leña. Tendremos que conformarnos con un panorama en el que se vislumbran leones, leopardos, guepardos, rinocerontes, elefantes, kudus, monos, águilas, chacales, hienas, jirafas, búfalos, correcaminos, hipopótamos y unos cuantos reptiles acuáticos llamados varanos.
Eso que fue atrapado entre dos perros no fue difícil.
Para quién dijo que los perros son el mejor amigo del hombre, con certeza no conoce a los de la región del Delta del Okavango. En esta región el perro es como un demonio, capaz de recorrer cientos de kilómetros al día y de cazar, siempre en manada, lo que se les ponga enfrente.
Para sobrevivir, los animales de la sabana tienen que gastar la menor energía posible y eso implica resguardarse del sol cuando brilla en su apogeo. Es durante el amanecer y el atardecer cuando las expediciones se ponen en marcha. Leonas hambrientas, manadas de perros salvajes, guepardos presumiendo su título de campeonas de los 100 metros planos, elefantes golpeando los árboles para hacer caer sus frutos son de las escenas más cotizadas.
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La hiena dijo que no amanece un solo día
Luego de pasar tres días en Sandibe, tomamos una avioneta todavía más chica para viajar a Xaranna. Igualmente encantador, súper cómodo pero ridículamente más sencillo. Este campamento cuenta con verdaderas tiendas de campaña. Unos tenemos por vecina a la señora loca de los gatos y otros a una familia de hipopótamos. Eso sí a diferencia de los monos, muy respetuosos y poco entrometidos.
Cinco días en la sabana han bastado para ver a cuatro de los cinco animales emblemáticos del continente: búfalos, elefantes, leopardos y leones. Con los rinocerontes la suerte no ha estado de nuestro lado.
En Botsuana el cuidado de la vida silvestre se toma muy enserio y las preocupaciones de extinción son tema de seguridad nacional. Los guarda parques tienen la orden de disparar a cualquiera que porte armas sin permisos.
La sabana guardó su mejor acto para el final. La última tarde en Xaranna un intento fallido de encontrar un guepardo nos guía hasta una jauría de leones hambrientos. Están con hambre y muy cerca, así que los guías nos repiten, esta vez con un tono muy serio, que nadie puede levantarse, asomarse o hacer movimientos bruscos dentro del todoterreno.
Se toman su tiempo para buscar a la presa, la jauría está determinada a que esta sea una de esas persecuciones que resulta exitosa. Se mueven, sigilosos, muy lentamente.
Cambiamos la Land Rover por una mokoro, una especie de canoa tradicional de madera tallada en una sola pieza. Todos en Xaranna insisten en repetir que el mayor atractivo del campamento es estar rodeado por agua. Hay que estar al pendiente de un hipopótamo de malas. También hay algunos peces, quizás serpientes y ranas.
Un par de horas después, nos encontramos en una tercera avioneta con dirección a Maun haciendo lo mismo. No importa cuanto hayamos visto, en el Delta del Okavango lo mejor siempre está por verse.
Para más información sobre el código de la sabana, consulta nuestra revista National Geographic Traveler de septiembre.
Encuentra la historia completa en la revista National Geographic Traveler de septiembre.