Levantarse varios cientos de metros en globos sobre Capadocia y admirar ese suelo de formas caprichosas labradas por el agua y el viento, es algo inolvidable; más si se hace durante el alba, con el primer rayo del sol.
Arriba, todo es silencio y asombro. Abajo –a varios cientos de metros– el paisaje de tonos ocres y rocas erosionadas se extiende hasta donde alcanza la vista. Apenas amanecía y el viento propulsaba lentamente el vuelo de globos enormes. En ellos, los turistas se maravillan con un espectáculo que seguramente jamás olvidarán. A todos nos envuelve una fascinante síntesis de vértigo y asombro.
La ciudad de Göreme –fundada en el centro del valle– es el punto de partida para los vuelos.
“Mucha gente llega aquí con el sueño de subirse a los globos, por eso es necesario reservar con suficiente antelación, incluso teniendo una gama de ofertas bastante amplia para hacerlo. Durante el invierno, en temporada baja, se puede reservar con solo un par de días de anticipación. Fuera de eso, puede necesitarse hasta una semana o más”, explica Osman, uno de los pilotos de Kapádokya Balloons, empresa que realiza vuelos desde hace más de un cuarto de siglo.
El ritual del ascenso se inicia aún de noche, casi una hora antes del amanecer. Poco a poco, el fuego empieza a calentar el aire que inflará los globos. Las llamas se levantan como fantasmas ardientes en medio de la oscuridad, mientras las grandes cestas se llenan de turistas.
“Cada globo puede llevar hasta 20 personas. Antes del despegue deben ubicarse en sus respectivos sitios y prestar atención a una serie de instrucciones de seguridad. La ubicación asignada dentro de la cesta es importante, ya que permite balancear el peso durante el vuelo”, comenta Osman.
La claridad ya anuncia el amanecer, cuando los globos empiezan a levantar el vuelo. Lentamente, e impulsados por el aire caliente que los ha inflado, suben unos cuantos cientos de metros hasta que los pasajeros pueden ver el sol que se asoma detrás de la inconfundible figura del volcán Erciyes, un perfil cónico que se levanta a 3,916 metros sobre el nivel del mar.
Las primeras luces comienzan a ultrajar la oscuridad del paisaje y tiñen de rojo los accidentes geográficos labrados por la erosión sobre Capadocia. Entre ellas se levantan las casas de la población de Göreme, sus mezquitas y monasterios, diminutos desde las alturas.
Para entonces, el cielo está cubierto de docenas de globos, todos volando al mismo tiempo tras despegar, con turistas que graban videos y sacan fotos.
Según la leyenda, en Capadocia convivían hadas y hombres, todos bajo el mismo cielo aunque sin relacionarse, hasta que un día una de esas hadas se enamoró desesperadamente de uno de los humanos. Horrorizada, la reina de las hadas convirtió a todos los hombres en rocas con formas de chimeneas y a sus hadas en palomas. Desde entonces, estos animales alados revolotean todo el día alrededor de las piedras.
“Es una historia que refleja el encanto mitológico de esta tierra. Y volar sobre ella permite disfrutar ese encanto de una manera muy especial”, dice con tono poético Osman, quien, tras el aterrizaje, abre un champán para brindar con la gente que ha participado en la travesía.
Los viajes tienen una duración de más de una hora y el costo ronda los 200 dólares por persona.
Es tiempo de chocar las copas y saborear burbujas para celebrar la experiencia; mientras tanto, el globo se desinfla a la espera de volver a subir con el próximo amanecer.
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