Un nuevo estudio de fósiles sugiere que algunos de los primeros antepasados del hombre pudieron vivir en sociedades harén.
Un nuevo estudio ofrece información sobre las primitivas formas de organización del P. robustus
Un nuevo estudio de fósiles sugiere que algunos de los primeros antepasados del hombre pudieron vivir en sociedades “harén”, parecidas a las de los gorilas y orangutanes modernos. Se sabe que esa forma de organización surge en algunas especies de primates modernos cuando los machos alcanzan la madurez después que las hembras y se vuelven mucho más grandes que ellas.
En tales situaciones, el macho dominante se aparea y protege a un gran harén de hembras. El nuevo hallazgo se fundamenta en el análisis de fósiles de un predecesor del hombre llamado Paranthropus robustus. Esa especie de primate, que vivió en África hace 2 a 1.2 millones de años, está estrechamente emparentada con el humano primitivo, aunque representa una rama trunca del árbol genealógico.
P. robustus descendía de Australopithecus afarensis, especie que también dio origen al género Homo, que incluye al hombre moderno. El antropólogo Charles Lockwood y sus colegas de University College en Londres estudiaron cerca de tres docenas de cráneos y dientes fósiles de P. robustus.
Las reveladoras características de los fósiles apuntaban a que los machos de la especie alcanzaban la madurez a una edad posterior. Esto llevó a Lockwood a proponer la teoría de que los machos de P. robustus competían por grupos de parejas de manera muy similar a como lo hacen los gorilas de la actualidad.
El tamaño es importante
Los gorilas y orangutanes machos crecen de manera significativa al alcanzar la edad adulta y tienden a volverse mucho más grandes que las hembras de la especie. “Los orangutanes ofrecen el ejemplo más notable -señala Lockwood-. Los machos sufren una transformación asombrosa. Aumentan mucho de peso y desarrollan pliegues a los lados de la cara. Aparentan tener casi el doble de su tamaño anterior, aunque en parte se debe a una ilusión óptica, pues el esqueleto se transforma de manera mucho más sutil”.
Sin embargo, los machos adultos llegan a alcanzar una talla de 1.5 metros y suelen pesar más de 90 kilogramos, en tanto que las hembras miden un metro de alto y pesan alrededor de 50 kilogramos. Esta diferencia de tamaño es infrecuente en otros primates como los chimpancés o el hombre, especies donde la conducta de apareamiento en harén es anormal.
Entre los humanos podría considerarse que el varón dominante que controla a un grupo de compañeras es un individuo con suerte. Sin embargo, los científicos señalan que, en la práctica, la estrategia resultaba bastante riesgosa. Los fósiles de P. robustus encontrados en Cuna de la Humanidad, sitio declarado Patrimonio Mundial en Sudáfrica, eran eminentemente restos dejados por antiguos depredadores como hienas y leopardos.
Dado que la mayoría de los despojos pertenecían a machos, éstos eran al parecer victimados más a menudo que las hembras. “En esencia, los machos de la especie llevaban un estilo de vida de mayor riesgo y mayor recompensa -apunta Lockwood-. Es probable que se separasen del grupo familiar original más o menos al alcanzar la madurez y transcurriera un largo periodo antes de desarrollarse lo suficiente para atraer hembras y establecer su propio grupo”.
“Algunos fueron ultimados por depredadores antes de tener esa oportunidad -agregó-. La importancia del descubrimiento es que había muy pocas hembras en la muestra fósil, [de allí que] al parecer ellas gozaban de cierta seguridad. Una inferencia crítica es que había grupos estables de hembras que permitían que los machos continuaran esa estrategia [de harén]”.
Comida o hembras
Richard Potts, director del Programa Orígenes del Hombre en el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, señala que es muy difícil reconstruir la vida sexual y social de los antepasados primitivos del hombre. “El estudio de Lockwood utilizó con gran astucia el registro fósil para interpretar el patrón de crecimiento de machos y hembras de P. robustus y relacionarlo con el patrón de la competencia de machos, el cual parece tener cierto paralelismo con el de los gorilas”, comentó Potts.
También citó teorías anteriores que sugieren que la especie pudo haber vivido en grupos tipo harén. Dichas opiniones, más especulativas, giran en torno de las condiciones de vida en la sabana desprotegida. Algunas teorías proponen que la flora, muy dispersa, orilló a los machos a poner mayor énfasis en defender la proximidad de las hembras, en vez de establecer territorios con base en las fuentes de alimento.
“Me intriga que Lockwood y sus colegas hayan encontrado pruebas anatómicas que convergen en una interpretación similar sobre la vida social del Paranthropus“, concluyó Potts.