La región del Awash Medio, en Etiopía, es el sitio que se ha ocupado de manera más persistente en la Tierra.
En el desierto de Afar, en Etiopía, la muerte puede llegar de muchas formas.Están las enfermedades, por supuesto, pero también se puede perecer por el ataque de un animal salvaje, la mordedura de una serpiente, al caer de un risco o en un tiroteo entre un clan afar y los issa del otro lado del río Awash, al Este.
Sin embargo, la vida es frágil en toda África. Esta zona es especial por la esporádica durabilidad de los restos de los muertos. La cuenca de Afar se sitúa justo sobre una falla creciente en la corteza terrestre. Con el tiempo, los volcanes, terremotos y la lenta acumulación de sedimentos enterraron los restos para después regurgitarlos. Tim White, paleoantropólogo de la Universidadde California en Berkeley dijo:
"La gente lleva millones de años muriendo. Ocasionalmente corremos con suerte y encontramos los restos".
El proyecto de investigación del Awash Medio, codirigido por White y sus colegas etíopes Berhane Asfaw y Giday WoldeGabriel, dio a conocer su mayor golpe de suerte en octubre del año pasado: el descubrimiento, 15 años antes, del esqueleto de un miembro de nuestro linaje que murió hace 4.4 millones de años en un sitio llamado Aramis, a menos de 30 kilómetros al norte de lo que hoy es el lago Yardi. Pertenecientea la especie Ardipithecus ramidus, la mujer adulta -a la que llaman "Ardi"- es más de un millón de años más vieja que el famoso esqueleto de "Lucy" y tiene mucha más información sobre uno de los mayores enigmas evolutivos: la naturaleza de nuestro ancestro común con los chimpancés. Se ha vuelto casi un reflejo anunciar que el más reciente descubrimiento "rompe con todas las nociones previas" sobre nuestros orígenes. Tim White detesta esta hipérbole. Pero, en el caso de Ardi, parece ser cierta.
A pesar de ser sensacional, A. ramidus representa apenas un momento de nuestro recorrido evolutivo, que se inicia con un simio oscuro para llegar hasta el ser que tiene en sus manos el destino del planeta. No hay un mejor lugar en la Tierra para ver cómo se dio esta transformación que el Awash Medio. Además de Aramis, hay otras 14 localidades donde se han encontrado homínidos, miembros de nuestro linaje exclusivo (también llamados homininos), desde formas más antiguas y primitivas que A. ramidus hasta las primeras encarnaciones del Homo sapiens.
White me había dicho que estas "ventanas del tiempo" son tan cercanas que literalmente se puede caminar de una a otra en el transcurso de un par de días. Me invitó a unirme al equipo en el campo para demostrármelo. Nuestro recorrido empezaría en el presente, en el lago Yardi, y retrocederíamos en el tiempo de un sitio a otro,descubriendo las capas que nos hacen humanos, rasgo por rasgo y especie por especie.
Herto: el familiar antiguo
Llegué al campo con White, dos docenas de científicos, estudiantes y seis guardias armados. Nuestra caravana de 11 vehículos llevaba comida suficiente y equipo para seis semanas. Mientras recorríamos las tierras altas, los campos de terrazas cultivadas con sorgo y maíz abrieron paso a los bosques de neblina.
Desde lo alto de la escarpa bajamos por la inmensa escalinata natural que se formó cuando la placa continental arábiga se separó de África, proceso que se inició entre 25 y 30 millones de años atrás, y que hizo que la cuenca de Afar descendiera más para hundirse en la parte árida de estas tierras. Debajo de nosotros estaban las colinas occidentales que daban lugar a una planicie irregular llena de fallas. En el horizonte, más allá del listón verde formado por el río Awash, las tierras altas del sureste se mezclan con el cono del volcán joven llamado monte Ayelu. Bajo él había una delgada franja plateada: el lago Yardi.
Dos días después nos encontrábamos caminando por sus orillas, White, Asfaw y WoldeGabriel, además de dos miembros con varios años en el proyecto, el geólogo Bill Hart y Ahamed Elema, líder del clan afar Bouri-Modaitu. Durante un rato seguimos el margen del lago con brillantes libélulas volando entre nuestros tobillos. Este sitio era perfecto para hacer fósiles en el pasado y el presente. Los animales llegan a comer, beber, matar y morir. Los huesos quedan enterrados, a salvo de la descomposición. A lo largo de los eones, el agua filtra minerales a los huesos y saca la materia orgánica. White, de 58 años, curtido y delgado como un chacal, movió restos de seres que habían muerto recientemente con el largo mango de su hacha para hielo.
La caminata de nuestro primer día nos llevó al Este por una extensión de terreno conocida como la península de Bouri, hacia el poblado afar de Herto. Salimos de las sombras del borde del lago y cruzamos unas dunas bajas de arena gris. Poco después, unos niños afar, seguidos por su rebaño de cabras, llegaron a investigar. Los afar son pastores y, excepto por la inclusión de las armas de fuego, sus vidas son básicamente iguales que hace 500 años. Mientras caminábamos bajo el calor, entre los balidos del rebaño, era fácil imaginar que el tiempo histórico retrocedía precipitadamente con cada paso.
Al aproximarnos a las cabañas de techo de paja y las cercas hechas con ramas en Herto, Asfaw, el amable ex director del Museo Nacional de Adís Abeba, señaló hacia mis pies. "Cuidado con dónde pisas", dijo. A mi alrededor había fragmentos del cráneo fósil de un hipopótamo que quedaron al descubierto al erosionarse los suelos amarillentos de arena y pequeñas rocas. Cerca había una herramienta con forma de gota, de unos 12 centímetros de largo. Los afar no hacen herramientas de piedra. Habíamos llegado a nuestra primera ventana al pasado.
En noviembre de 1997, el equipo estaba trabajando en este preciso lugar, a unos 200 metros del poblado, cuando alguien encontró un fragmento de cráneo homínido. Entre las arenas del suelo había un cráneo humano sorprendentemente completo.
Mientras otros miembros del equipo excavaban estos hallazgos, el geólogo WoldeGabriel recolectaba muestras: piezas de obsidiana y piedra pómez, algunas del tamaño de pelotas de tenis. Estas rocas, lanzadas en estado líquido desde un volcán, son como oro para los geólogos porque con frecuencia es posible datarlas. Las muestras de Herto, arrojaron una edad de entre 160 000 y 154 000 años para el cráneo.
Este intervalo fue de gran importancia. Al comparar el ADN de habitantes modernos de distintas regiones, los genetistas habían sostenido por mucho tiempo que los ancestros de todas las personas modernas podían rastrearse en una población que vivió en África entre 200 000 y 100 000 años antes. Pero no había mucha evidencia fósil de este periodo que apoyara la teoría genética. Hasta Herto. Cuando el cráneo ancho de arcos superciliares gruesos emergió de su cuna de arena, demostró ser el rostro perfecto para la teoría del origen africano: era, de hecho, un Homo sapiens moderno muy temprano. En opinión de Tim White, es el miembro más antiguo de nuestra especie que se haya encontrado. Lo más sorprendente de este cráneo alto redondeado era el tamaño, 1 450 centímetros cúbicos, mayor que el de un humano moderno promedio (un segundo cráneo menos completo encontrado en el sitio podría ser aún mayor). Pero la cara larga del fósil y varios rasgos adicionales en la parte trasera del cráneo lo vinculaban también con formas más primitivas del género Homo en África, incluyendo el cráneo de 600 000 años del Awash Medio, que otro equipo encontró en 1976 en un sitio llamado Bodo, del otro lado del río.
"Si hay algo que sabemos sobre la población de Herto es que le gusta la carne, especialmente la de hipopótamo", dijo White mientras sacudía arena de un cráneo. Muchos de los huesos de mamíferos recuperados de las arenas de Herto presentan marcas de cortes con herramientas de piedra. Es imposible saber si estos animales eran cazados o si sólo se aprovechaban los restos de la caza de otros depredadores. No existen rastros de fuego u otras señales de ocupación, así que no se sabe dónde vivían.
A juzgar por el tamaño masivo del cerebro del hombre de Herto, era tan "humano" como cualquiera de nosotros. Sin embargo, en su comportamiento faltaba algo crucial. Las herramientas de piedra que se encontraron en Herto representan una tecnología relativamente sofisticada, pero no son muy distintas de las herramientas 100 000 años más viejas, o mejor dicho 100 000 años más jóvenes. No había cuentas perforadas aquí, como las de otros sitios africanos 60 000 años más recientes.
Tampoco había figuras talladas u otras muestras artísticas como las del Paleolítico Superior de Europa, y mucho menos evidencia de arcos y flechas, trabajo del metal, agricultura y todo el virtuosismo cultural y tecnológico que siguieron. Al retroceder sólo 160 000 años, apenas un parpadeo en nuestro camino evolutivo, la humanidad se había despojado de uno de sus atributos definitorios: la innovación.
Sin embargo, una de las características particulares de los huesos podría servir como augurio de la futura complejidad en el comportamiento: el primer susurro de simbolismo, de significado. Varios días después del descubrimiento de los cráneos adultos, Berhane Asfaw descubrió otro, el de un niño de unos seis o siete años. Tenía marcas de cortes (que también aparecían en el cráneo adulto menos completo), lo que mostraba que se le había quitado la carne mientras el hueso seguía fresco y, de cierta forma, parecía apuntar hacia una práctica ritual más que a simple canibalismo. La superficie del cráneo joven estaba intacta pero se le notaba un desgaste revelador, indicativo de una manipulación repetida. Quizá el cráneo del niño pasaba de uno a otro y se le veneraba como una reliquia, posiblemente por generaciones, antes de que alguien lo dejara en Herto una última vez.
Daka: de nuestro lado de la división
Tras un breve almuerzo, continuamos con la caminata del otro lado del poblado de Herto, descendiendo por la vertiente este de la cordillera de Bouri hacia un paisaje grisáceo de ardiente arenisca, árido y extraño, con pequeñas cuevas y pilares tallados intrincadamente. WoldeGabriel nos explicó cómo estos sedimentos se habían elevado hacia el suroeste a causa de las fallas; posteriormente, los vientos fuertes, el agua y la gravedad les habían dado forma. Las grietas de las pendientes proporcionan guaridas inmejorables para las hienas.
Nos habíamos acercado a una nueva ventana de tiempo, conocida como Dakanihylo, o "Daka", miembro de la formación Bouri. Los sedimentos de Daka tienen un millón de años. A finales de diciembre de 1997, un año fructífero para los fósiles homínidos de Awash Medio, Henry Gilbert, estudiante de posgrado, notó la parte superior de un cráneo que sobresalía de los sedimentos de Daka. Al terminar ese día, el equipo había desenterrado un bloque de arenisca de 50 kilogramos alrededor del fósil y lo había envuelto con vendas de yeso. En el museo de Adís Abeba, la roca se retiró con cuidado con palillos y púas de puerco espín, revelando la bóveda craneal completa de un miembro de la especie llamada Homo erectus, pero sin rostro .
"Tal vez una hiena masticó el rostro poco después de que murió", dijo White . "Trataba de conseguir el tejido cerebral, pero no pudo. Demasiado malo para nosotros. Pero al menos nos dejó la bóveda ".
Descubierto en 1891, en Indonesia, el Homo erectus podía explotar una amplia variedad de hábitats y probablemente fue el primerhomínido en salir de África, hace casi dos millones de años, para llegar hasta el sureste de Asia.
Durante la corta caminata de Herto a Daka, sin embargo, de nuevo se había eliminado algo tangible de nuestra humanidad: específicamente, algunos cientos de centímetros cúbicos de materia gris. El cráneo del espécimen de Daka es de 1 000 centímetros cúbicos, algo más o menos típico para un individuo de la especie Homo erectus y mucho menor que el de Herto o incluso es de los homínidos antiguos mejor conocidos. En tamaño corporal y proporciones de las extremidades era muy parecido a las personas actuales. Su cultura de herramientas de piedra, conocida como achelense, se caracterizó por hachas de mano grandes y simétricas. Elema levantó una para enseñármela: un trozo grande de basalto negro que había sido tallado por todos los lados y al cual sólo le hacía falta la punta más delgada. Era más tosca que las herramientas que había visto en Herto, pero armado con estas herramientas y con sus largas piernas, el que el cráneo intermedio de Bodo, de 600 000 años, que se encontró del otro lado del río.
White no fue tan duro. "La especie fue muy exitosa, se expandía geográficamente en órdenes de magnitud -dijo-. Erectus estaba de nuestro lado de la división, con un cráneo expandido y un nicho ecológico definido por el uso de herramientas. Si retrocedemos más en el tiempo, y quitamos estos elementos, entonces sí ya ingresamos a un mundo alienígena".
Hata: una sorpresa
Un solo paso nos llevó a ese extraño lugar. Debajo de Daka hay una alteración en la sucesión geológica donde los caprichosos movimientos de la Tierra y la erosión han borrado un fragmento de tiempo. De repente retrocedimos otros 1.5 millones de años y salimos a una planicie árida, dividida por un barranco, de un tono púrpura cenizo bajo el calor de la tarde.
Los estratos violetas bajo nosotros se llaman Hata. A mediados de los noventa, un sorprendente conjunto de descubrimientos nos abrió los ojos a una de las transiciones más revolucionarias de nuestro camino evolutivo. En primer lugar, en 1996, el equipo descubrió huesos de antílopes, caballos y otros mamíferos con las reveladoras marcas clásicas de las herramientas de piedra de hace 2.5 millones de años, una de las más antiguas señales de uso de herramientas.
"Las marcas en el interior de la quijada de un antílope muestran que se le cortó la lengua?dijo White?. Así que no sólo sabemos que hacían herramientas, también lo que hacían con ellas: extraer nutrientes de los cadáveres de mamíferos grandes". Extrañamente, no se encontraron herramientas en este sitio. Tal vez quien realizó la carnicería se las llevó al partir. "No creo que estuvieran viviendo en este lugar -dijo White-. Iban y venían".
Junto con estos huesos llegó la primera pista sobre quiénes podrían ser "estas personas": a unos cuantos metros del sitio donde se hallaron los huesos de mamíferos se encontró un fémur, un fragmento de mandíbula inferior y algunos huesos del brazo de un individuo homínido. El fémur era muy largo, rasgo perteneciente a un Homo avanzado, pero el antebrazo también era largo, lo cual es más característico de los simios.
Hasta el momento, parecía el escenario de ensueño de un paleoantropólogo. Para entonces, el linaje homínido se había separado en dos ramas. Una rama del género Australopithecus desarrolló especializaciones para comer tubérculos y otros alimentos duros, con músculos grandes en la mandíbula y muelas enormes. La otra rama, homínidos con molares cada vez menores, de complexión más ligera, piernas largas y cerebros más grandes, terminó en nosotros. Estos cerebros son útiles, por supuesto, pero su uso resulta costoso. Requieren alimentos altos en calorías, del tipo que se obtienen al comer los restos de carne que dejaban los leones y romper los huesos para extraer la médula. Lo único que faltaba en Hata era un cráneo que correspondiera: con un cerebro no tan grande como el de H. erectus, pero que obviamente fuera en esa dirección. Y así fue, en la siguiente temporada, Yohannes Haile-Selassie descubrió el primer fragmento de un cráneo homínido. Pero no resultó ser, ni remotamente, lo que predecía el escenario de ensueño.
Una vez armado, el cráneo sí presentó algunos rasgos de Homo, en particular el tamaño de los dientes frontales, pero los molares y premolares eran enormes. Su cráneo, de 450 centímetros cúbicos, no era mayor que el de un Australopithecus H. erectus. Era un primate astuto, con dos piernas, que buscaba sobrevivir entre depredadores más grandes y rápidos. El equipo escogió el nombre de Australopithecus garhi. Garhi significa "sorpresa" en afar. A. garhi ciertamente estaba en el sitio y tiempo correctos para ser el antecesor inmediato deHomo. Aún queda por determinarse si realmente lo es o no.
"Este misterio se resolverá pronto -dijo Asfaw mientras caminábamos de vuelta a los automóviles para regresar al campamento-. Y se resolverá en el Awash Medio".
Aramis: descubrimiento improbable
A la mañana siguiente, nuestro recorrido necesariamente entraría en el territorio del belicoso clan afar, conocido como los alisera ("vaqueros tirofácil" en palabras de un investigador). Para evitar problemas, primero se realizaría una visita diplomática al poblado de Adgantole, acompañados por los seis policías afar. Elema representaba otra ventaja: como administrador de distrito, el jefe Bouri-Modaitu también inspiraba el respeto de todos los clanes del Awash Medio. Después de lo que esperábamos fuese una plática amistosa, el equipo de reconocimiento regresaría en dirección Oeste hacia el territorio Bouri-Modaitu y algunos nos bajaríamos tras perder de vista el poblado para que pudiéramos continuar nuestra caminata hacia el pasado sin ser molestados por el presente.
Adgantole resultó ser un pequeño poblado polvoriento de olor agrio, cerca de la planicie formada por las crecidas del río. Los afar tradicionalmente se saludan entre sí a través del dagu, un animado y rápido conjunto de besos de mano e intercambio de información. En otros poblados que habíamos visitado, los habitantes salían en grupos para el dagu. Pero aquí sólo salieron unos cuantos. El jefe del clan, aparentemente enfermo, permaneció en su cabaña. CuandoElema entró a hablar con él, White intentó iniciar un dagu con un hombre joven de apariencia dispéptica quien rápidamente se alejó.
"Hace un par de años este hombre se molestó porque no lo contraté -dijo White-. Fue por su cuchillo y tuvieron que detenerlo".
Cuando Elema salió de su junta con el jefe, regresamos a la cordillera que divide las zonas de desagüe de dos arroyos. Estrictamente hablando, nuestra siguiente parada en la caminata por el tiempo debería ser en un sitio de 3.4 millones de años de antigüedad llamado Maka, del cual salió una mandíbula, entre otros restos de Australopithecus afarensis. Pero Maka estaba del otro lado del río. Una guerra a tiros entre los afar y los issa había hecho que los territorios alrededor del río se convirtieran en una intransitabletierra de nadie, buena para la vida silvestre pero mala para la búsqueda de fósiles.
El espécimen mejor conocido de A. afarensis es Lucy, hallada por Donald Johanson en Hadar, en el oriente africano, en 1974. El análisis y la publicación de este se hicieron en 1979 por Johanson y Tim White, entonces de sólo 28 años, junto con los de otros fósiles de Hadar y de un sitio llamado Laetoli, en Tanzania. Se ha determinado que Lucy vivió hace 3.2 millones de años y tenía una boca protuberante y un cerebro poco más grande que el de un chimpancé. Pero su pelvis y los huesos de sus extremidades, sin mencionar las huellas que se encontraron preservadas en cenizas en Laetoli, revelaron que su especie ya era bípeda. Algunos científicos, sin embargo, sostienen que sus largos dedos curvos, sus antebrazos largos y otros rasgos muestran que también estaba adaptada para moverse en los árboles, como chimpancé. La mayoría de los científicos creía que sus ancestros debían verse y caminar más como los chimpancés, meciéndose en los árboles y caminando con los nudillos apoyados en el suelo. Sólo necesitaban los huesos para demostrarlo. Les esperaba una gran sorpresa.
"Pensábamos que Lucy era primitiva -dijo White mientras conducíamos. Dejó salir una risotada-. No teníamos idea de lo que significaba primitivo".
El día anterior habíamos caminado al Este hacia el río; hoy caminábamos hacia el Suroeste, a través de una extensión de terrenos áridos llamados Central Awash Complex (CAC). En su centro está Aramis, hogar de la mismísima Ardi.
A principios de los noventa, Giday WoldeGabriel y sus colegas lograron explicar la complicada geología de CAC:, me explicó que hace unos 5.2 millones de años la lava brotó hacia la enorme planicie aluvial. A lo largo del tiempo, los sedimentos se acumularon sobre la base de basalto. Las ocasionales erupciones volcánicas fueron dejando delgadas capas de ceniza entre los sedimentos, como betún entre las capas de un gran pastel. Mientras tanto, el magma empujó el pastel hacia arriba y al Oeste, volviendo a exponer los sedimentos y las cenizas que llevaban mucho tiempo enterrados. Las capas de ceniza tienen un atributo especial: con frecuencia se pueden datar. Recorrimos un sendero entre los depósitos inclinados, moviéndonos horizontalmente por el espacio, pero verticalmente en el tiempo. Por desgracia, a lo largo de los milenios, el pastel del CAC ha sido víctima de las conmociones tectónicas y el desgaste de la erosión, por lo cual hay trozos de pastel y betún regados al azar por todas partes.
Al empezar a descender por la cordillera, WoldeGabriel se detuvo para tomar un trozo de roca volcánica pálida en un sitio de toba volcánica llamado Lubaka (significa "león"). La toba de Lubaka no contiene minerales que se puedan datar radiométricamente, pero más abajo, a una distancia corta, hay material distinto que sí se puede datar. A lo largo de la historia geológica, la polaridad magnética de la Tierra ha cambiado abruptamente del Norte al Sur y esto resulta evidente en la orientación de los minerales magnéticos de algunas rocas. Uno de estos cambios planetarios radicales, que ocurrió hace 4.18 millones de años, dejó su marca en los sedimentos del CAC.
Justo por debajo de este sello del tiempo encontramos nuestro primer destino: una zona plana salpicada de arbustos donde se descubrió una mandíbula fósil en 1994. Resultó muy similar a los fósiles que Meave Leakey y su equipo encontraron en los sitios del Gran Valle del Rift, en Kenia, a los cuales dio el nombre de Australopithecus anamensis. Después surgiría más evidencia en un sitio del Awash Medio llamado Asa Issie, un "edredón de retazos" compuesto por la misma tela sedimentaria a unos 10 kilómetros del lugar donde ahora estábamos
Todos estos fósiles eran un poco más antiguos y primitivos que A. afarensis, pero a juzgar por la tibia que se encontró en Kenia y el fémur de Asa Issie, A. anamensis también era bípedo. De hecho -cosa rara-, existe un consenso entre paleoantropólogos: se cree que la diferencia principal entre las dos especies es simplemente el paso del tiempo. En otras palabras, los nombresrepresentan dos puntos arbitrarios en una sola línea evolutiva sin una división clara entre ellos.
Por debajo del nivel del A. anamensis, la vista de la evolución homínida en el Awash Medio se oscurece temporalmente. Los sedimentos de color verde amarillento por los que avanzábamos tenían entre 4.3 y 4.4 millones de años de haberse depositado, cuando esta parte del CACera un lago muy parecido al Yardi, donde lo único que se preservó fueron los peces. No obstante, justo por debajo de la capa de peces se encontraba el premio mayor.
Salimos a una cuenca pedregosa tostada por el sol, sin más rasgos que un tosco semicírculo de basalto. El grupo de rocas marcaba el punto donde, el 17 de diciembre de 1992, el paleoantropólogo de la Universidad de Tokio, Gen Suwa, notó un molar enigmático que sobresalía del suelo. Apenas conservaba detalles suficientes para revelar que pertenecía a un homínido. Unos días después, el cazador de fósiles, Alemayehu Asfaw, encontró un pedazo de la mandíbula de un niño con un primer molar.
"Ese molar de leche no se parecía a ningún otro diente de leche que haya visto, y los he visto todos -me dijo White-. Gen y yo nos volteamos a ver. No teníamos que decirnos nada. Esto era algo mucho más primitivo".
El equipo se estableció en el perímetro y empezó a barrer el área. WoldeGabriel se dispuso a trabajar en la geología. Pronto se percató de que estos depósitos con restos de homínidos estaban entre dos capas de ceniza volcánica, la toba Gàala ("camello") debajo y la toba Daam Aatu ("babuino") arriba. Las fechas de estas tobas volcánicas no eran distinguibles: 4.4 millones de años para ambas. Esto implicaba que las erupciones volcánicas habían capturado entre ellas un periodo sorprendentemente definido, quizá de apenas 1 000 años. Y dondequiera que afloraban los depósitos en un arco de nueve kilómetros aparecieron fósiles: monos y antílopes, hipopótamos, osos, aves, insectos, madera fosilizada y otras partes de plantas, incluso esferas de estiércol de los escarabajos peloteros. El sitio fue llamado Aramis, nombre afar para el cauce seco de un río cercano.
"En aquel lugar, en ese momento, todas las condiciones se cumplieron -dijo White extendiendo los brazos-. Todo estaba bien".
El año siguiente el equipo empezó a explorar una zona de Aramis aproximadamente a un kilómetro al oeste. Aparecieron más fósiles de homínidos, un canino superior sin desgaste, un molar nacarado, más dientes, y después el hueso de un brazo. Pero más importante que los huesos de homínidos era la prueba irrefutable del contexto ecológico que habitaba esta criatura. Durante casi un siglo, la comunidad científica había supuesto que nuestros ancestros empezaron a caminar en dos piernas al salir del bosque, donde aún viven nuestros parientes simios, y llegar a los pastizales abiertos. El propósito, quizá, era moverse de forma más eficiente en distancias grandes, o ver por arriba de los pastos de la sabana. Pero un abrumador porcentaje de los huesos de los mamíferos de Aramis pertenecía a simios y antílopes de zonas boscosas. Los patrones de desgaste de los dientes de los homínidos y el análisis de los isótopos de su esmalte también apuntan hacia una dieta general más adecuada al entorno de un bosque. Si la criatura era bípeda, hasta el momento la evidencia sólo era indirecta, entonces uno de los pilares más sagradosde la ciencia evolutiva de los humanos podría derrumbarse. El equipo le dio al nuevo homínido el nombre de Ardipithecus ramidus (ardi significa "suelo" o "piso" en afar, y ramid, "raíz").
En 1994, el equipo estaba ansioso por regresar. Normalmente, la energía y los nervios del primer día han agotado a todos tras la complicada logística de montar el campamento. White es un "general de campo" muy exigente, y pobre de aquel que levante su tienda antes de que esté montada el área común, o de quien se haya olvidado de traer un conjunto importante de mapas. Y aunque quedaba poco tiempo de luz al final de ese primer día, salieron rápidamente hacia el sitio de excavación.
Cuando el sol se ponía, Yohannes Haile-Selassie halló un hueso de mano a una distancia corta del sitio donde se habían encontrado los dientes el año anterior. Al día siguiente empezaron a pasar el sedimento arenoso de los alrededores por un tamiz: aparecieron más huesos de mano y pie. Después, un barrido de la zona dio como resultado una tibia. Más adelante emergieron un cráneo y una pelvis, ambos aplastados. De hecho, todos los huesos grandes estaban en malas condiciones y casi se convertían en polvo al ir emergiendo de los sedimentos. Al encontrar un hueso, lo bañaban varias veces con un endurecedor, excavaban un trozo del sedimento que lo rodeaba y lo envolvían en yeso para mantenerlo seguro en el camino de regreso al museo de Adís Abeba.
Ninguno de los investigadores se había atrevido a pensarlo al principio, pero era claro que habían encontrado el esqueleto de un individuo, tan completo como el de Lucy, pero distinto a cualquier cosa encontrada antes. Mientras la mayoría de los otros huesos del sitio habían sido dañados por las hienas después de su muerte, este esqueleto homínido estaba milagrosamente intacto. Después de morir, al parecer la mujer fue pisoteada por hipopótamos u otros herbívoros que la enterraron en el lodo que la protegió de los carroñeros. Después de 4.4 millones de años salió a la superficie, donde se habría convertido en polvo en un par de años.
"Fue más que suerte -dijo White-. Fue algo completamente inverosímil".
Pasaron otros dos años para recuperar el esqueleto, más años para limpiarlo y preparar los huesos y todavía más para preparar y catalogar los otros 6 000 restos de fauna de Aramis, realizar los estudios isotópicos de los dientes y terminar de refinar los puntos sobre la geología. Mientras tanto, Suwa, un mago de la nueva disciplina de la antropología virtual, escaneó los huesos más frágiles con un tomógrafo computarizado para crear versiones digitales que se podrían analizar e interpretar. Durante 15 años, solamente él, White y un puñado de colegas tuvieron acceso al esqueleto.
Durante el recorrido a Adgantole nos detuvimos en el sitio donde se encontró el esqueleto de Ardi, en una zona plana bajo la carretera, más o menos del tamaño de una cancha de tenis. La excavación estaba cubierta por un montón de rocas y, a pesar del silencio, podía imaginar los gritos de emoción que surgieron con cada hueso, 125 en total, que se asomaba de la tierra o salía envuelto en su cobertura de yeso para ir al museo.
Uno fue cuando retiró el yeso de un pequeño hueso del pie llamado cuneiforme medial, que se articula con la base del dedo gordo del pie. En los humanos y los demás homínidos, la superficie de la articulación de este hueso está orientada de forma que el dedo se alinee con los demás, lo cual proporciona un fuerte impulso en el caminar de los bípedos. En los simios, la superficie de la articulación apunta en otra dirección, de manera que este dedo puede separarse para sostenerse de las ramas. En este rasgo clave, Ardi era como un simio, pero en otros aspectos su pie no parecía el de un simio para nada, con características que le permitirían caminar erguida.Por todas partes los investigadores se encontraban con un extraño mosaico de rasgos: algunos muy primitivos, otros avanzados y exclusivos de los homínidos. Ardi no era cualquier otro bípedo o cualquier cuadrúpedo. Era ambos.
Le pregunté a White si la forma transicional de Ardi podría justificar llamar al A. ramidus el "eslabón perdido". Se alteró de sólo oírlo. "Ese término es incorrecto de tantas maneras que ni siquiera sé por dónde empezar -dijo-. Lo peor es la implicación de que en algún momento existió un ser que fue medio chimpancé y medio humano. Esta equivocación ha plagado el pensamiento evolutivo desde sus inicios y es algo que Ardi debería contribuir a desaparecer de una vez por todas".
Si el equipo del Awash Medio tiene razón en su interpretación, A. ramidus en verdad no se parece para nada al chimpancé o gorila modernos (véase, "El surgimiento del bipedismo"). Por supuesto, simios y humanos derivan de un ancestro común, pero ambos linajes han evolucionado en direcciones separadas y distintas desde entonces.
Más allá: el último ancestro común
De vuelta en el Awash Medio, todavía me quedaba un millón de años que recorrer antes de la cena. Desde Aramis caminamos por una planicie empedrada hasta que llegamos a una especie de mirador donde más de 250 kilómetros cuadrados de la zona de estudio se extendían bajo un inmenso cielo azul. Este punto parecía un buen lugar para voltear a ver el camino evolutivo que condujo de Ardi a nosotros.
"Encontrar a Ardi nos permitió pensar en la evolución humana como si se tratara de una línea de ensamblado de tres etapas, dijo White. En la primera etapa estaba Ardipithecus, el punto cero, un bípedo primitivo con una parte del pie en el pasado y otra en el futuro, con los colmillos de los machos reducidos y "feminizados" en su forma, con un hábitat restringido a zonas arboladas. Después vinieron más de dos millones de años de Australopithecus, todavía con cerebro pequeño, pero completamente bípedo, no limitado a los bosques y con un alcance geográfico que se extendía 2 500 kilómetros al oeste de la falla hacia Chad y al sur hasta el Transvaal de Sudáfrica. Una etapa homínida muy exitosa, en tiempo y espacio.
¿El Australopithecus evolucionó a partir del Ardipithecus? Es difícil de determinar. En el Awash Medio hay una capa de peces que cierra la cortina entre estos dos. Hasta encontrar nueva evidencia ahí o en otro sitio, no es claro si Ardi es la "mamá" de Lucy o una tía solterona que se extinguió sin más.
Pero White diría que hay una pregunta mejor: ¿sería posible derivar al Australopithecus a partir de partes del Ardipithecus? Para algunos científicos eso sería demasiado aventurado. White no está de acuerdo. Ahora sabemos por estudios genéticos que pequeñas alteraciones en la regulación de los genes pueden tener consecuencias anatómicas importantes en un periodo corto. Si se encuentra una gran ventaja al caminar erguidos con mayor eficiencia, no se necesitarían muchos milenios para que la selección natural desarrollara un dedo alineado con los otros y que se hicieran los ajustes necesarios en el diseño del esqueleto.
Las mismas reglas pueden aplicarse a la transición del Australopithecus a una tercera etapa de la línea de ensamblado. Si se empieza a coquetear con los alimentos más calóricos, se nutre un mayor crecimiento del cerebro y, ¡eureka!: Daka, Bodo, Herto, nosotros.
"Una línea de ensamblado de automóviles es una analogía adecuada -dice White-. El bipedalismo es el armazón. La tecnología es el cuerpo. El lenguaje es el motor, que se coloca hacia el final del ensamblado. Los iPhones son los adornos del cofre".
Desde ese mirador en el Awash también podíamos ver al oeste, más hacia el pasado en las colinas de la escarpa que forma el margen occidental de la zona de estudio. Ahí también se han encontrado fragmentos de huesos de homínidos de hasta 5.8 millones de años de antigüedad. Recolectados a lo largo de cuatro años por el equipo de Yohannes Haile-Selassie, se les ha dado el nombre de Ardipithecus kadabba. La mayoría de los científicos piensa que Ar. kadabba es una "cronoespecie" de A. ramidus, una versión previa del mismo plan básico. White y sus colegas también incluirían en este continuum otros dos fósiles más antiguos: los fragmentos de fémures misteriosos de seis millones de años procedentes de Kenia y llamados Orrorin tugenensis, y un cráneo espectacular, aunque enigmático, de Chad llamado Sahelanthropus tchadensis, tentativamente datado como de siete millones de años.
A pesar de la antigüedad de estos especímenes aislados, el A. ramidus es el que, por lo pronto, nos proporciona una mejor visión de lo que se encuentra en la base del linaje humano: ese último ancestro común que compartimos con los chimpancés. Unos meses después de regresar de Awash le pregunté a White cómo creía que se vería ese último ancestro común. Nada como un "eslabón perdido" que nos liga con un chimpancé, por supuesto. White piensa que sería algo similar a Ardi, aunque sin el conjunto de rasgos que le permitían caminar sobre dos patas, aunque fuese de manera poco eficiente. Pero esto es sólo una predicción. Y si algo aprendí en el Awash Medio es que no se puede confiar en las predicciones.
"Si en verdad quieres saber cómo era algo, sólo hay una forma -dijo White-. Sal y encuéntralo".
Hace 4.4 millones de años: El surgimiento del bipedismo
Aramis, Etiopái
Al ver por primera vez a la mujer que ocuparía sus pensamientos durante los siguientes 14 años, Owen Lovejoy se quedó frío. Era el año 1995 y Lovejoy, un anatomista comparativo de la Universidad Estatal de Kent, en Ohio, había tenido el privilegio de ver el recién extraído esqueleto de Ardipithecus ramidus en el Museo Nacional de Adís Abeba, Etiopía. Algunos de los huesos estaban severamente aplastados.
"Lo primero que pensé fue: ¿Por qué nos trajeron a ver los restos de un atropellado? -recuerda Lovejoy-. Me tomó 10 minutos darme cuenta que todas las partes importantes estaban ahí. Mi segundo pensamiento fue: -Dios mío, ¿quién hubiera predicho esto-?"
A lo largo de los años, mientras los huesos destrozados de Ardi iban saliendo de su matriz de roca y se fueron reconstruyendo, el asombro de Lovejoy iba en aumento.Se había supuesto durante mucho tiempo que al ir retrocediendo en el tiempo en la cadena evolutiva de los humanos, nuestros ancestros se irían pareciendo cada vez más a nuestros parientes vivos más cercanos, los chimpancés. De 4.4 millones de años de antigüedad, Ardi tenía un millón de años más que el famoso esqueleto de Lucy, que Lovejoy también había analizado. Ar. ramidus no se parecía a Lucy, pero tampoco se parecía a un chimpancé. Poseía, más bien, una extraña combinación de rasgos muy primitivos que sólo se habían visto en simios extintos del Mioceno y otros que sólo se han visto en nuestro propio linaje homínido.
Considérese el pie de Ardi. Todos los homínidos posteriores, incluida Lucy, tienen un dedo gordo que se alinea con los otros dedos del pie, lo cual le proporciona la fuerza de propulsión necesaria para caminar erguida, marca distintiva de nuestro linaje. El dedo gordo de Ardi, sin embargo, se abría hacia el lado, como el de los simios, para poder sostenerse de las ramas al trepar árboles. Pero el pie de Ardi también tenía un pequeño hueso llamado os peroneum, que se ha mantenido en el linaje homínido desde los simios antiguos y monos pero que rara vez está presente en chimpancés y gorilas, el cual mantiene la parte inferior del pie más rígida. Lovejoy y sus colegas creen que esta rigidez le permitía al A. ramidus caminar erguido utilizando sus cuatro dedos alineados para lograr la palanca necesaria que impulsa el andar de los bípedos.
La pelvis de Ardi también muestra un primate primitivo a medio camino de convertirse en humano. La pelvis humana ha pasado por modifi caciones importantes para adaptarse a la caminata erguida, acto de malabarismo locomotor que requiere que una extremidad o la otra esté suspendida en el aire mientras la impulsa el cuerpo hacia adelante. Desde Lucy, hace 3.2 millones de años, los huesos de nuestra cadera se han vuelto más anchos y cortos para agrandar las áreas de fi jación de los músculos de los glúteos, que estabilizan la articulación de apoyo de la cadera. En contraste, la pelvis de los chimpancés es angosta y larga, y proporciona un soporte más rígido para trepar pero los obliga a balancearse de lado a lado al caminar sobre dos patas. La parte superior de la pelvis de Ardi es corta y ancha, y muestra otras características que rara vez son vistas, excepto en los homínidos, como una protuberancia en el borde interior del hueso de la cadera donde se anclan los músculos utilizados para caminar erguido. Sin embargo, la parte inferior de la pelvis se ve como la de un simio, con los sitios para que se fi jen los músculos de las extremidades traseras, necesarios para trepar de forma eficiente.
Además, está la sorprendente mano de Ardi. Los simios vivos de África tienen dedos largos y sus palmas están adaptadas para trepar árboles. Tienen articulaciones fuertes y rígidas en las manos para aguantar su peso sobre los nudillos al caminar en el suelo. Esta adaptación para andar sobre los nudillos la tienen tanto chimpancés como gorilas, que se separaron de nuestro linaje mucho antes, por lo cual se ha pensado que representa una condición primitiva que nuestros ancestros dejaron al volverse bípedos. La mano de Ardi altera esta suposición. Aunque los dedos son largos, la palma es corta y muy flexible. Esto le hubiese permitido caminar sobre sus palmas en las ramas de los árboles, más como los monos que cualquier simio viviente, y también le permitía sostenerse de las ramas que se encontraban muy por detrás de su cabeza al ir moviendo las extremidades.
En combinación con otros rasgos muy primitivos de A. ramidus, esta mano de mono tiene enormes repercusiones para comprender nuestros orígenes. Si los descubridores de Ardi tienen razón, nuestros ancestros nunca pasaron por la etapa de caminar sobre los nudillos antes de caminar erguidos. Sostener que sí lo hicieron requeriría que en las etapas más tempranas de nuestro linaje hubiésemos desarrollado un conjunto de adaptaciones similares a las de los chimpancés para después perderlas nuevamente y revertirnos a la condición primitiva, cuando A. ramidus estaba caminando. Esto es muy improbable.
En todo caso, con tantos rasgos extremadamente primitivos, algunos investigadores sostienen que A. ramidus no es realmente un homínido. Terry Harrison, de la Universidad de Nueva York, por ejemplo, señala que hay una gran diversidad de especies de simios en África y Eurasia de la época del Mioceno, de hace 23 millones de años hasta hace cinco millones de años. "Tal vez era sólo uno de los simios que andaban por ahí, en lugar de ser el que dio origen a los homininos", dice Harrison. En respuesta, Lovejoy señala que hay más de dos docenas de rasgos distintivos que vinculan a A. ramidus exclusivamente con los homínidos más tardíos, los cuales, si lo que postula Harrison es correcto, de alguna forma habrían logrado terminar juntos por coincidencia en un simio extinto que no tiene nada que ver con nosotros.
Incluso si A. ramidus es un homínido, ¿era realmente bípedo? Antes de encontrar a Ardi, esta pregunta era impensable. Entre los primates superiores, sólo los homínidos son bípedos, por tanto, todos los homínidos deben serlo. Pero hace 30 años se pensaba que todos los homínidos debían tener cerebros grandes, hasta que se descubrió el primer australopitecino de cerebro pequeño en 1924. Muchos científi cos simplemente no ven cómo podría desplazarse Ardi efi cientemente sobre dos pies, en especial con ese dedo gordo divergente.
"Ese no es el pie de un bípedo -comenta William Jungers, morfólogo evolutivo de la Universidad Stony Brook-. Ardi tiene uno de los dedos más divergentes que se puedan imaginar. ¿Cómo subía a los árboles sin trepar por los troncos verticalmente? ¿Volaba?". ¿Por qué, pregunta Jungers, un animal adaptado completamente al movimiento cuadrúpedo en los árboles elegiría caminar sobre dos patas en el suelo?
Lovejoy tiene una respuesta provocativa a la pregunta de Jungers: el sexo. Lovejoy ve el origen del bipedalismo como la consecuencia de un cambio de época en el comportamiento social. Una parte clave de su teoría está no en algo que se ganó en nuestro linaje, sino en algo que se perdió: los colmillos como dagas de los simios machos, esas armas tan efectivas contra otros del mismo género que buscaban oportunidades de apareamiento. Los machos de casi todos los demás simios vivos y extintos tienen caninos grandes y puntiagudos que afilan al tallarlos con los dientes inferiores. Los caninos de sus congéneres homínidos son mucho más pequeños, más como los de las hembras. Se encontraron los colmillos de 21 individuos en los sedimentos de A. ramidus del Awash Medio. Se cree que son tanto de machos como de hembras. Todos tienen el patrón homínido.
En lugar de ganar acceso a las hembras mediante el conflicto con otros machos, según Lovejoy, el A. ramidus proporcionaba a la hembra elegida y a sus crías alimentos de alto contenido de grasa y proteína, lo cual le ganaba su lealtad sexual, una estrategia reproductiva que aseguraba que los hijos que se gestaban eran de él. Esto requeriría, sin embargo, que las manos del macho estuvieran libres de su función en la locomoción cuadrúpeda para que pudieran transportar el alimento a casa. La caminata bípeda quizá no era eficiente para trasladarse, pero por medio de su contribución al contrato de "sexo por comida" sería una forma excelente de garantizar más descendencia. Y en la evolución, queda claro, la clave está en una mayor descendencia.
Sin importar cuál haya sido la razón del incipiente andar en dos patas de Ardi, si es que eso era, apenas 200 000 años después el género de Lucy, Australopithecus, apareció en la misma región, totalmente bípedos, como los homínidos que le seguirían. ¿El primitivo A. ramidus con su dedo separado cambió aceleradamente en esos años y emergió como el ancestro de los demás homínidos? ¿O era una especie relicta que se llevó su curioso mosaico de rasgos primitivos y avanzados a la tumba y a extinción? "Estos hallazgos son increíblemente importantes y, dado el estado de conservación de los huesos, lo que lograron los descubridores fue heroico -dice Jungers-. Sin embargo, apenas es el principio".