Hace 1,400 años, los cielos de la Isla Sur de Nueva Zelanda tenían un único dueño: se trataba del águila de Haast (Harpagornis moorei), la más grande que jamás ha existido.
Con más de 18 kilos y una envergadura que se extendía poco más de tres metros, la técnica de caza del águila de Haast no era muy distinta a las de otras aves de presa contemporáneas:
Armada con una visión desarrollada y poderosas garras similares a las de un tigre y diseñadas para desgarrar tejidos, un nuevo estudio considera que si bien esta especie podía abalanzarse sobre sus presas a una velocidad superior a los 80 kilómetros por hora para derribarlas, también poseía rasgos distintivos de los buitres al momento de alimentarse de ellas.
Según una leyenda maorí, el águila Haast era capaz de cazar humanos y levantarlos del suelo con el poder de sus garras. En distintas pinturas rupestres de la isla, las águilas de Haast fueron plasmadas con una cabeza calva, tal y como los buitres de la actualidad. Se trata de una adaptación que les permite introducir su cabeza completa en cadáveres en descomposición y alimentarse de los órganos blandos de sus presas sin que su plumaje represente un riesgo de infección.
Basados en modelos tridimensionales del cráneo, pico y garras del águila, el equipo a cargo del estudio llegó a la conclusión de que esta especie cazaba como águila, pero se alimentaba como un buitre:
La principal presa del águila de Haast eran los moas, un ave terrestre de tres metros de alto y 250 kilos de peso similar al avestruz. Como no podían levantar a su presa, las águilas solían insertar su cabeza entera al interior de las heridas hechas a sus presas, para alimentarse de tejidos y órganos internos sin tener que transportar su caza.
La hipótesis más aceptada para explicar sus proporciones explica que al llegar a la isla, las águilas de Haast encontraron un entorno seguro para reproducirse ante la ausencia de depredadores. Esto aunado al tamaño de los moas que fungían como sus presas principales, provocó que alcanzaran el doble de tamaño que las águilas de la actualidad.
El águila de Haast se extinguió hace unos mil años, después de que los primeros humanos llegaran a la Isla Sur de Nueva Zelanda y redujeran al máximo a la población de moas, dificultando la subsistencia del águila más grande que jamás ha volado sobre la Tierra.
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